Un papel trascendental

Un papel trascendental

El lector se vuelve explorador en busca de su propia palabra, de su estilo y también de su propia historia.

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Resumen Automático

06/07/2025 00:05
Fuente: Prensa Libre 

Habitamos en una realidad vertiginosa, que además de las complicaciones urbanas, las prisas laborales y las horas de sueño, consume abundantes minutos de tiempo personal en videos, audios y textos de redes sociales. En ese contexto, el libro impreso a menudo padece un virtual ostracismo, justo así como varios filósofos griegos padecieron la expulsión de las polis a causa de sus conceptos desafiantes.


Siguiendo esa imagen, el libro impreso es un indómito sobreviviente de siglos que sigue luchando con alma de tinta y papel para tener atención y poder transmitir saberes, odas y relatos. Tuits, memes y notas virales se suceden y a menudo se olvidan, pero existe un eslogan de una librería que sigue teniendo vigencia: “Un buen libro siempre deja huella”. En efecto, el libro impreso es un objeto permanente, un lugar entre páginas, un recorrido de dedos, ojos y atención que en plena era digital constituye un acto de liberación, un ritual imaginativo, una odisea que alimenta la memoria, el corazón y la personalidad.


No quiere decir que un libro digital carezca de esta posibilidad, pero hay algo insuperable y único en el concepto impreso sobre papel que se puede convertir en símbolo de búsqueda y hallazgo, de espera y sorpresa constante en cada obra, en cada firma y en cada lectura que se emprende. Quizá todo comienza por aspirar ese aroma de tinta y papel, ese sonido casi imperceptible de las páginas nuevas que se abren, ese brillo de la portada impoluta que muchos niños y jóvenes ya no experimentan con la frecuencia de generaciones anteriores.


Existe en Guatemala una ocasión en la cual se festeje esa vivencia, esa emoción y esa creación conjunta entre autor, editor y lector, es la Feria Internacional del Libro en Guatemala, cuya edición 22 se desarrolla actualmente con una secuencia de presentaciones literarias, conferencias, homenajes, así como el mosaico de bazares que presentan una gama de nombres clásicos y nuevos, títulos llamativos o enigmáticamente simples, portadas que a su vez reflejan la intervención de artistas gráficos; en fin: la creatividad humana cumpliendo con su papel, literalmente.


La lectura no es un antojo: es una construcción deliberada y colectiva en la cual el protagonista es por cada lector atento, que hace anotaciones al margen, que pide el autógrafo al autor predilecto, que tiene su separador para retomar mañana la lectura, que se convierte en personaje de una historia no escrita —aún—. Por otra parte y en términos científicos muy bien documentados, la lectura de libros es un acto de construcción neuronal, que ayuda al cerebro a mejorar su capacidad analítica, que estimula la memoria, el sentido crítico y el afán creador.


La lectura es una invitación a entrar en un paraíso próximo, a releer esa línea fascinante y a buscar el prodigio de la cotidianidad. El lector se vuelve explorador en busca de su propia palabra, de su estilo y también de su propia historia. En el primer día de Filgua 2025 se rindió homenaje al poeta Francisco Morales Santos, premio nacional de literatura 1998, cuyo gran mérito, además de impulsar talentos literarios, es demostrar que la vivencia personal, aparentemente rutinaria, es un tesoro de humanidad, tal como lo asentó en su lúcido poema Madre, nosotros también somos historia.