Daniel Sánchez, geriatra: “La fragilidad no es sinónimo de vejez, puede prevenirse”

Daniel Sánchez, geriatra: “La fragilidad no es sinónimo de vejez, puede prevenirse”

El médico guatemalteco Daniel Sánchez, de la Clínica Mayo, comparte consejos sencillos para llegar a la vejez con salud, dignidad y propósito.

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24/09/2025 20:00
Fuente: Prensa Libre 

El médico Daniel Sánchez Pellecer es guatemalteco. Nació el 7 de mayo de 1983 y actualmente tiene 42 años. Es profesor y forma parte de la Unidad de Medicina Interna, Geriatría y Cuidados Paliativos de la Clínica Mayo, conocida internacionalmente por su atención médica e investigaciones de vanguardia. Sánchez trabaja en la sede de Minnesota, EE. UU.

En su carrera como médico mantiene un claro objetivo de servicio. Es egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco Marroquín. Su principal área de investigación se enfoca en el desarrollo de sistemas de salud orientados a mejorar los cuidados médicos al final de la vida. Ha participado en diversas actividades a escala internacional, ofreciendo conferencias.

Considera que el avance de la medicina transformará el concepto de paciente geriátrico. “Es probable que más adelante se considere la tercera edad hasta los 75, porque ahora hay pacientes de 65 que están muy bien, y eso es parte de la medicina moderna. La finalidad no es vivir más, sino vivir mejor”, ha dicho en entrevista con Prensa Libre.

Sánchez Pellecer también responde otras preguntas en esta entrevista:

¿En la tercera edad somos más frágiles?

El concepto de fragilidad, dentro del área médica, es relativamente nuevo. Comenzó a desarrollarse a principios del 2000. Hay pacientes de 85 años que conservan capacidades físicas normales o casi normales, y otros, de la misma edad, que requieren andador, múltiples medicamentos y presentan diversas enfermedades.

Aunque la fragilidad suele aparecer con la edad, esta no es la causa única del síndrome. Se trata más bien de un estado biológico que de una condición cronológica.

Existen ciertas medidas que cualquier persona puede adoptar para reducir las probabilidades de desarrollar fragilidad en la vejez. Incluso quienes ya la padecen pueden disminuir los riesgos de discapacidad. El mensaje clave, dice Sánchez, es maximizar los cuidados desde la juventud y adultez, para enfrentar la vejez con mejores condiciones.

¿Cuáles son esas acciones que nos ayudan a envejecer mejor?

Ayudan a disminuir el riesgo de fragilidad el dormir bien, la alimentación y, probablemente, el factor más importante: la actividad física.

Pero esta no se refiere a estar activo por el trabajo, que genera estrés y adrenalina, sino a actividades que involucren el sistema cardiovascular. Caminar 15 o 20 minutos es mejor que nada, pero lo ideal es hacerlo durante media hora, a paso rápido y, si es posible, en una superficie inclinada.

¿Dormir bien no es fácil para todos?

Un adulto mayor necesita entre seis y ocho horas de sueño. Lo primero es mejorar los hábitos antes de dormir: muchas personas cenan tarde, ven televisión o usan el celular en la cama, o incluso trabajan hasta la hora de dormir.

Lo recomendable es cenar entre tres y cuatro horas antes de acostarse, evitar pantallas al menos una hora antes y leer un libro, que ayuda más que otros estímulos. Si aun así no se logra un buen descanso, debe investigarse si el problema está en conciliar el sueño o en su calidad.

Siempre se priorizan soluciones sin medicamentos, ya que en adultos mayores los fármacos para dormir aumentan el riesgo de caídas y afectan la cognición.

¿Qué hacer cuando hay pérdida dental o cambio en el paladar?

La salud oral es clave. Lo ideal es visitar al dentista dos veces al año. Incluso con pérdida de piezas dentales, se puede masticar bien con prótesis o adaptando las comidas, por ejemplo, en forma de purés.

El paladar también cambia con la edad y puede verse afectado por enfermedades como el covid. Además, en la vejez el cuerpo pide menos comida, por lo que, aunque la cantidad disminuya, la calidad de la dieta debe mejorar: menos azúcar, menos carbohidratos y más proteína.

¿Qué recomendaciones en la alimentación nos da?

La dieta debe reflejarse en el peso. Si una persona hace ejercicio pero pesa más de 250 libras, el problema suele estar en la alimentación.

“Todo lo que sabe delicioso, lo más seguro es que es malo para ti”, le digo a mis pacientes. El mensaje clave es revertir los hábitos de las últimas décadas: disminuir carbohidratos y aumentar el consumo de proteínas, especialmente magras, como pollo, pescado o mariscos.

El exceso de carbohidratos ha contribuido a la epidemia de obesidad, la cual, a su vez, está ligada al síndrome de fragilidad.

¿Cómo comenzar con el ejercicio si nunca se ha tenido una vida activa?

Lo más importante es elegir una actividad que guste. Si alguien detesta correr, no lo hará. Cualquier ejercicio que active el sistema cardiovascular es válido: nadar, andar en bicicleta, caminar rápido, practicar zumba o aeróbicos.

En jóvenes se recomienda hacer ejercicio entre cinco y seis veces por semana, durante media hora al día. En adultos mayores, la frecuencia baja a cuatro o cinco veces por semana, con menor intensidad, pero debe incluir además fuerza y equilibrio.

El equilibrio es esencial porque con la edad disminuyen la propiocepción y el sistema vestibular. Ejercicios como el tai chi son muy útiles. En EE. UU., también hay programas de terapia física que combinan fuerza, cardio y balance.

¿Hasta qué edad podemos vivir de forma independiente?

Cada vez hay más personas que superan los 100 años. Con la tecnología actual, la expectativa de vida en EE. UU. debería rondar los 90 años, pero los malos hábitos lo impiden.

He visto pacientes en sus 90 haciendo ejercicio, sin medicamentos y saludables. Muchos me dicen que desean morir dormidos, y suele sucederles así, con un infarto masivo, sin mayor complicación.

Casa de Misericordia es uno de los hogares que ofrece diversas actividades a sus habitantes. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

¿Y el propósito de vida?

En la vejez, con la jubilación o la partida de los hijos, puede perderse el sentido de vida, lo que deriva en depresión o ansiedad. Cada persona debe encontrar su propósito, ya sea en la familia, el trabajo o uno mismo.

En Guatemala, la familia cumple un rol fundamental y compensa las deficiencias del sistema de salud. En cambio, en EE. UU., muchos adultos mayores terminan en asilos, porque viven solos. Lo ideal es contar con alguien cercano que los acompañe.

¿Y el amor en la tercera edad?

He atendido pacientes de 80 o 90 años que se enamoran o se casan. La edad no debe ser un impedimento. Salvo en casos de demencia, estos vínculos son positivos. También hay quienes no están interesados, y eso también es válido.

En cuanto a la sexualidad, persiste el mito de que desaparece con la edad. No es así: el estímulo solo requiere más tiempo. El placer sigue siendo posible; simplemente el proceso es distinto. Explicar estos cambios fisiológicos también es parte de la geriatría.