Contar desde afuera o desde dentro

Contar desde afuera o desde dentro

En una sola cabeza humana está contenida toda la historia de la eternidad. Si hablamos del inconsciente junguiano. No importa si esta cabeza es la de un doctor en Filosofía o la de un campesino de nuestro altiplano. Contar ha sido una necesidad imperiosa, contar ha sido la causa final de la catarsis. Contar ha […]
20/03/2023 12:19
Fuente: La Hora 

En una sola cabeza humana está contenida toda la historia de la eternidad. Si hablamos del inconsciente junguiano. No importa si esta cabeza es la de un doctor en Filosofía o la de un campesino de nuestro altiplano.

Contar ha sido una necesidad imperiosa, contar ha sido la causa final de la catarsis. Contar ha sido siempre la posibilidad de ubicar a nuestro interlocutor en el filo de nuestra alma, de nuestras agonías (por eso se llama al personaje central “prot- agonista”) de nuestros terrores y fantasmas y por lo tanto la óptima forma de exorcismo.

Hasta finales del siglo XIX (en el mundo culto de Occidente, porque también existe el narrador popular-oral) la única manera de contar era “desde fuera”. El narrador –aun cuando fuera omnisciente y conociera y supiera los más íntimos y recónditos pensamientos de los personajes- describía “desde fuera” lo que sus personajes pensaban y lo indicaba así clara y abiertamente al lector (que también puede ser un personaje: el “lectante”) y decía en el texto: Entonces –querido lector- Sancho pensó lo siguiente. Y a continuación el narrador transcribía al lector lo que Sancho barruntaba para sí en el texto.

Desde finales del XIX y durante todos los siglos XX y XXI los narradores -que de verdad experimentan con la palabra, la gramática, la semántica y el nuevo lenguaje narrativo- usan el libre flujo de la inconsciencia o sea lo que (sin la debida preparación) llamamos monólogo interior, a secas, que consiste (cuando fluye desde el inconsciente) en que la narración –sin explicaciones ni ambages- y sin respeto a la lógica surge, fluye, arranca, mana libre desde el psiquismo donde se origina, es decir, desde la cabeza (pero sobre todo desde el área mental del inconsciente que puede echar mano incluso de la escritura automática de los surrealistas) anulando al narrador -o casi evitándolo- y permitiendo al lector entrar directamente en el flujo psíquico de los personajes o del protagonista (como en “Pedro Páramo”) donde no hay tiempo, donde los tiempos se entrecruzan, donde se es niño y adulto a la vez, donde el ánima y el ánimus no se divorcian o donde el ánimus del macho enriquece sus sentimientos o su creatividad. Donde se registra la historia de la eternidad, es decir, el inconsciente colectivo junguiano y se almacena la información tanto onto como filogenética. Donde habita el saurio tanto como el hombre, el macho y la hembra, donde habita el olvido de Bécquer-Cernuda.

En el monólogo interior directo del inconsciente (como por ejemplo en el último capítulo de “Ulises”, que es el libre flujo del inconsciente de Molly) el discurso se presenta como un bloque de conceptos, como un bloque de tiempos (no de tiempo) y por eso Joyce prescinde allí del empleo de la puntuación. El inconsciente no la conoce. El inconsciente no conoce tampoco la moral, las reglas, la autoridad o la gramática. ¡Conque no reconoce al superego y se burla de él! El inconsciente es el único campo del hombre y de la Historia donde realmente vive y puede vivir la libertad. Por eso Mayo del 68 postuló –con Marcuse- ¡la imaginación (el inconsciente al poder)!, y hablaba también -valga la redundancia- del poder político, es decir del gobierno.

Donde habita la libertad y al mismo tiempo se registra y codifica la historia de la eternidad (es decir, desde donde fluye el monólogo interior directo que a usted tanta irritación le produce probablemente, lector, porque según usted le oscurece los cuentos y las novelas que desea leer más de corrido) no puede haber el orden, la linealidad, la esquematización del cuento y la novela tradicionales. Es imposible. La novela de hoy -o experimental- se relata un poco como desde el diván del psicoanalista, utilizando además de todo lo que ya he dicho, el también recurso psicoanalítico de la libre asociación, que renueva y revoluciona el discurso narrativo. Es por eso que usted no entiende esta suerte de relatos, porque usted acaso se resiste a ser lector-psicoanalista. El psicoanálisis –hoy- es parte de la crítica. Es metodología para auxiliar a la teoría y técnica del análisis literario. Existe el método psicoanalítico que forma parte de la crítica literaria internacional. Pero en Guatemala ni se conoce ni se aplica.