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¿Cómo fue el origen de la pandilla del Barrio 18 en Guatemala?
En la década de 1990 migrantes deportados de Estados Unidos empezaron a impulsar una nueva pandilla con conceptos adquiridos en las calles de Los Ángeles, California, Estados Unidos.
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Es 1992 y, en una acera frente a una casa situada en la 29 calle B y 13 avenida de la colonia Santa Fe, zona 13 capitalina, hay colocadas dos bocinas alojadas en cajones de madera. A todo volumen suena la canción Another One Bites the Dust, de Queen, y el joven Juan Carlos Linares Choc, de 18 años, baila a su ritmo en la calle.
Viste un overol de color azul, una camiseta negra y unos tenis tipo “chapulines”. Mueve las manos hacia el frente y luego da un paso y se agacha para volver a levantarse; además, el joven mueve una coleta formada con su cabello en la parte trasera de su cabeza.
Y aunque se la pasa bien, no sabe que varios de sus amigos, con quienes comparte gustos de moda y música, pronto se involucrarán en una pandilla y que —por lo menos, a uno de ellos— esa decisión lo conducirá a la muerte.
El origen
En la década de 1990, la música del género disco reinaba en los gustos musicales de la juventud guatemalteca, pero en la capital ocurrió otro fenómeno: los jóvenes de colonias populares y empobrecidas usaron las calles como pistas de baile. En esos años, el reguetón daba sus primeros pasos y el perreo no existía. En cambio, los artistas de la música disco en inglés imperaban en la escena y también cautivaban los gustos de los más jóvenes. Otra tendencia que llegó de Estados Unidos, por la vía de los deportados, fue la formación de pandillas que, hasta hoy, perduran.
“Yo bailé en las calles de la colonia Santa Fe la canción I Will Survive, de Gloria Gaynor; escuchamos con los amigos de esa época a Queen, y solíamos imitar a los Bee Gees con Stayin’ Alive. Era divertido sacar las bocinas a la calle o tener un radio estéreo; eso era un lujo y nos divertimos, hacíamos competencias para decidir quién hacía los mejores pasos. La calle era nuestro TikTok, pero le soy sincero, no sé cómo las pandillas se metieron hasta estos grupos de baile”, recuerda Linares Choc, quien, a sus 51 años, ahora es gerente de un banco y tiene cinco nietos.
Guatemaltecos miembros de pandillas estadounidenses fueron deportados debido a que el Gobierno de Estados Unidos endureció sus políticas migratorias. Al retornar, ven la oportunidad de formar pandillas por medio de los jóvenes de colonias depauperadas, esos que estaban en la onda disco.
“Nosotros solo bailábamos; había rivalidad de grupos entre avenidas, colonias o zonas, pero era una competencia, nada más. En dos ocasiones presencié enfrentamientos a golpes y bates, por presumir quién era mejor bailando, pero, años después, yo supe que tres amigos míos se integraron a pandillas: dos se agregaron al Barrio 18 aunque en esos años les decían La Calle 18, y uno entró a la White Fence. Mis amigos pasaron a ser enemigos; uno murió apuñalado en la colonia La Libertad en 1998, y los bailes en la calle desaparecieron poco a poco, por el temor”, rememora Linares Choc.
La Policía Nacional Civil (PNC) y el Ministerio Público (MP) no lograron establecer quiénes fueron los primeros pandilleros que provinieron de Estados Unidos y reclutaron a los jóvenes en Guatemala. Estos cabecillas pasaron inadvertidos, y son los que se formaron en la calle 18 y la avenida Union del distrito Rampart, de Los Ángeles, California. El Departamento de Delitos contra la Vida, de la División Especializada en Investigación Criminal de la PNC, tiene algunos indicios sobre el comienzo de la estructura, por medio de declaraciones de testigos que recuerdan los primeros reclutamientos en el año 1987.
“Nosotros empezamos en la pandilla como un grupo de baile; no delinquíamos solo bailábamos y andábamos molestando. Con el tiempo, vinieron personas de Estados Unidos y nos hablaron de la pandilla de la calle 18, que fue fundada en Los Ángeles, y nos dijeron cómo era el tejemaneje de la pandilla. Nos metimos de lleno. Éramos gente de diversos lugares; algunos estudiábamos juntos y otros vivían cerca”, recordó Érick Humberto Contreras, conocido como el Abuelo, el primer cabecilla de la pandilla del Barrio 18. Esta declaración la ofreció en el Juzgado de Mayor Riesgo C, el 16 de mayo del 2018, en el juicio contra los cabecillas de ese grupo delictivo.
En este contexto de música disco y estilo noventero empezó la irrupción de las pandillas en Guatemala. El comienzo se marcó en última década del siglo pasado, según las investigaciones de las autoridades.

La expansión
En el 2000, las autoridades ya tenían reportes del funcionamiento de las pandillas Mara Salvatrucha, Barrio 18 y White Fence, pero los investigadores desconocían cómo operaban y quiénes integraban las estructuras.
Estas organizaciones delincuenciales tenían más de una década de estar reclutando jóvenes en vulnerabilidad a causa de la pobreza. En la tesis de maestría de derecho penal de Édgar Miguel Morales Santos, titulada Factibilidad de la criminalización de las organizaciones de pandillas en Guatemala, se detalla que las primeras zonas en donde se originó el Barrio 18 fueron la 5, 6, 12, 18 y 21 capitalinas. Además, resalta que ese surgimiento también se vivió en Mixco.
Morales Santos, quien también laboró en la Fiscalía contra el Delito de Extorsión, del MP, explica en su tesis que el Barrio 18 se organizó por medio de clicas, una especie de células o facciones que se rigen por un sistema jerárquico. En cada clica hay un jefe que da las órdenes.
Entre los primeros cabecillas de Barrio 18 figuraron Érick Humberto Contreras, alias el Abuelo; Aldo Dupié Ochoa Mejía, alias el Lobo, y Carlos Agustín Reyes Popol, alias el Jocker, y conforme pasaron los años se convirtieron en quienes llevaron la voz de mando.
En el 2003 había una tregua entre pandillas para no agredirse adentro de las cárceles, pero el 15 de agosto del 2005, en la prisión de El Hoyón, en Escuintla, los pandilleros de la MS atacaron al Barrio 18, y hubo al menos 18 muertos y 80 heridos. A ese suceso se le conoce como el “rompimiento del pacto del sur”. La cárcel de El Hoyón ya no existe, y en esas instalaciones funciona actualmente una sede policial.
El exfiscal de la Fiscalía de Delitos contra la Vida y de la Unidad de Investigación de Crímenes contra Pilotos del MP, Juan Francisco Solórzano Foppa, es uno de quienes investigó a la estructura del Barrio 18, y recuerda que en la masacre del rompimiento del sur “murieron los cabecillas originales” que vinieron de Estados Unidos.
Además, detalla que Contreras y Ochoa Mejía fueron quienes cobraron más protagonismo para dirigir la estructura, luego de ese suceso.
El Barrio 18 implementó en el 2005 “La Rueda”, una especie de consejo directivo de la organización, y se estableció que las órdenes saldrían de esa instancia. El resto de integrantes no hace nada más que aquello que autorizan los jefes de “La Rueda”.

El primer cabecilla
Conteras, alias el Abuelo, es considerado por investigaciones de la PNC y el MP como el primer cabecilla del Barrio 18, y fue quien llevó la voz de mando por muchos años. En el rostro llevaba un tatuaje del número 18, y era inconfundible entre los miembros de la agrupación criminal, pero no siempre tuvo esa apariencia así. Contreras fue un joven que estudiaba y ayudaba a su padre en su taller.
Las calles de la colonia El Quintanal, zona 6 capitalina, fueron el sitio donde creció. Cursó primero básico en el Instituto Enrique Gómez Carrillo, y vivió en compañía de su padre, a quien ayudaba en el taller de mecánica que poseían. Los compañeros de estudios lo recuerdan como alguien muy conflictivo.
Además, no terminó el año escolar, porque fue expulsado debido a que, en una ocasión, mientras estaba ebrio en una tienda frente al centro educativo, amenazó a sus profesores. Pasaron los años y se convirtió en el cabecilla de la clica Hollywood Gánster.
Contreras tomó una decisión en el 2018, la cual sorprendió a los miembros del Barrio 18: se convirtió en testigo del MP y declaró en el juicio que se desarrolló en contra de los cabecillas de “La Rueda”. Entre los acusados se encontraba Ochoa Mejía, el Lobo.
La declaración fue tomada como una traición al Barrio 18, pero, un año antes, Contreras había sido desplazado como primera voz de la pandilla, por decisión de “La Rueda” —los 24 cabecillas—, lo cual, según Solórzano Foppa, lo motivó a revelar a las autoridades detalles de la organización.
Contreras ha estado cumpliendo condenas en prisión, pero su declaración aportó pruebas para condenar a los cabecillas pandilleros y obtuvo el cierre de otros casos en su contra. Por esa razón, solicitó al Juzgado de Ejecución Penal la redención de penas, al haber cumplido más de la mitad de sus primeras condenas.
En 17 de mayo último surgió información acerca de la muerte de Contreras, luego de haber obtenido la libertad por medio de redención de penas. El crimen contra Contreras podría haberse cometido en Zacapa, pero el Instituto Nacional de Ciencias Forenses descarta que su cadáver fuera ingresado en alguna morgue del sistema, así que su paradero se desconoce.
La revelación
Hasta el 2009, las autoridades no comprendían cómo los pandilleros se organizaban para delinquir, pero hay una declaración de uno de ellos que aclaró cómo funcionaba la estructura.
En el 2010, Esvin René López Santos, alias el Torta, proporcionó los detalles de la jerarquía del Barrio 18, y explicó el lenguaje que usaban para identificar cada puesto dentro del escalafón. Es así como se logró comprender la dinámica delincuencial de una organización que lleva al menos 35 años de asedio al país.
La declaración de López Santos fue vital para que los investigadores entendieran la función de “La Rueda”, integrada actualmente por cabecillas de 28 clicas activas. En esa directiva fue elegido Ochoa Mejía como el máximo dirigente y voz de mando. Asimismo, es allí donde se toman decisiones para negociar o implementar nuevas estrategias criminales. La mayoría de sus dirigentes guarda prisión y, en los últimos años, estuvieron todos recluidos en Fraijanes II. Esa situación permitió que se tuviera planificación constante.
En la pandilla, la jerarquía define rangos y su lenguaje es muy difícil de descifrar. El jefe de una clica es llamado ranflero, y su cargo lo obliga a integrar “La Rueda” del Barrio 18. El cabecilla puede delegar responsabilidades en un pandillero de confianza, a quien denominan llavero, y este, a su vez, puede dar órdenes y coordinar al resto.
En su lenguaje mencionan al ”homie” brincado, quien solo es miembro de la pandilla. Cada clica tiene un brazo armado y en este caso es el soldado o chequeo quien funge como sicario y no tiene tatuajes alusivos a la organización.
En las calles donde opera la pandilla hay vigilantes, conocidos como paros. Estos se encargan de alertar sobre la presencia de la PNC y advierten de los movimientos que efectúan los rivales. Los colaboradores, para la pandilla, son personas que no integran la organización, pero colaboran, si se niegan a participar en la estructura.
López Santos, al igual que Contreras, han sido vitales con sus declaraciones para entender la manera de operar de las pandillas en Guatemala. Uno de los últimos datos que se han obtenido de López Santos es que siguió operando desde prisión, a fin de intentar formar su propia estructura para extorsionar en las calles.
En el 2022, quiso fundar su propia pandilla en la colonia El Limón, territorio controlado por el Barrio 18. Una de sus supuestas colaboradoras fue desmembrada, y era una adolescente de 15 años. En la manzana 43 del asentamiento Esquipulas, en El Limón (zona 18 capitalina), dentro de una vivienda fue hallado el cadáver de la joven, y se consignó a dos menores de 14 años y a una de 17 por este crimen.
Junto al cadáver de la menor, había un letrero que decía: “Seguinos enviando más gente rata vos Torta. Ahí está tu paro vos Jack” (sic). El inmueble donde apareció el cadáver de la adolescente se ubica en la misma cuadra donde la joven vivía junto a su familia.
Todos los miembros de “La Rueda” del Barrio 18 sobrepasan los 40 años, pero son pocos los pandilleros que alcanzan esa edad. Morales Santos, en su tesis, hace notar que el promedio de vida de un pandillero es de dos años.
Esta semana, el Departamento de Estado de Estados Unidos designó al Barrio 18 como organización terrorista extranjera y terrorista global especialmente designada. El espíritu de esta acción es proteger a la población, pero aún se debe discutir en el Congreso la viabilidad de una clasificación de este tipo y sus repercusiones contra los pandilleros.

Asume el poder
Los miembros del Barrio 18 en la actualidad reconocen como el máximo cabecilla a Aldo Ochoa Mejía, alias el Lobo. Es alto y de tez clara, y ostenta múltiples tatuajes. No hay datos que determinen el momento exacto en que asumió la dirigencia, pero se calcula que entre el 2014 y el 2017 desplazó a Érick Contreras de la dirigencia.
Ochoa Mejía nació en Jalapa, y su familia migró en la década de 1990 a la colonia El Limón, zona 18 capitalina. Ese sitio, en su, comienzos, se dividió en asentamientos, y la Policía empezó a abordar conflictos entre los clanes vecinales los Gallos y los Pelones. En esa época, Ochoa Mejía tenía unos 8 años y creció entre esas disputas.
Solo Raperos es la clica que reclutó a Ochoa, a finales de la década de 1990. Esa facción del Barrio 18 usaba su nombre en inglés, como On The Rappers, y luego del “rompimiento del sur” decidieron usar el nombre en español y con las siglas SR. El Lobo es el único pandillero de esa célula que tiene un tatuaje con el nombre en inglés, On The Rappers.
Ochoa no se olvidó de su tierra, y en Jalapa organizó una clica de Solo Raperos. Actualmente, las autoridades han determinado que familiares suyos regentan esa estructura. La cárcel ha sido su hogar; allí cumple condenas que suman penas de mil años por asesinatos, cobro de extorsiones, tráfico de armas y drogas.
El exfiscal Juan Francisco Solórzano Foppa recuerda que, en los registros, Ochoa ingresó en correccionales de menores a los 16 años, y su primera captura como adulto se produjo el 18 de abril del 2003, a los 19.
En cuanto a hijos, la PNC y el MP no tienen registros. Se sabe que ha tenido parejas que han sido integrantes de la pandilla. En el presente se le relaciona con María Marta Castañeda Torres, sobrina de la excandidata presidencial Sandra Torres.
El Lobo tiene un hermano que integra las pandillas: Marlon Alexander Ochoa Mejía, alias el Bloqui. En octubre del 2018 fue condenado a 140 años de prisión por la muerte de cuatro personas, cuando un comando armado intentó liberarlo luego de haber asistido a una cita médica en el Hospital General San Juan de Dios. En febrero del 2023 sumó otra pena de 81 años de prisión, por asesinato y asociación ilícita. Según exfiscales, otro hermanastro del Lobo murió en un accidente de tránsito en el bulevar Vista Hermosa, zona 15 capitalina, en julio del 2023. Se llamaba Guillermo Antonio Ochoa Montecinos y tenía 31 años.
