Qué significa que una persona sea desordenada, según la psicología

Qué significa que una persona sea desordenada, según la psicología

¿Desordenado por naturaleza o por un problema de salud mental? En la psicología el desorden, puede convertirse en un indicador del bienestar emocional. Esto es lo que dicen los expertos sobre las personas desordenadas o desorganizadas.

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27/05/2025 18:56
Fuente: Prensa Libre 

Un espacio desordenado o desorganizado puede causar estrés o incomodidad para muchas personas. Este caos superficial suele incluir juicios hacia la persona desordenada, por mostrarse descuidada con sus pertenencias. Sin embargo, según la psicología, detrás de este desorden pueden esconderse muchas razones.

Aunque para algunas personas el desorden es una falta de hábito, para otras es una elección o una forma de funcionar que no afecta su desempeño diario. Según la psicóloga Regina Villagrán, puede ser una manifestación de estados emocionales, experiencias pasadas o incluso rasgos de personalidad.

Es posible también que una persona sea desordenada y no lo sepa hasta que convive con alguien más ordenado. Esto puede deberse a conductas adquiridas en el hogar. Incluso hay quienes, por rebeldía ante figuras autoritarias en su pasado, adoptan el desorden como una forma de libertad, menciona la experta.

¿Qué significa ser desordenado?

Según Villagrán, una persona desordenada, desde el punto de vista psicológico, es aquella cuya falta de organización tiene raíces emocionales y puede manifestarse como una expresión indirecta de emociones no procesadas.

“Pueden ser estados de ánimo que invitan a dejar cosas en cualquier sitio, o puede ser por falta de enfoque, que incluye emociones pasadas que tienen mucha fuerza en el presente”, explica Villagrán.

La desorganización se vuelve problemática cuando afecta las cuatro esferas principales de la vida: laboral, emocional, familiar y social. En ese punto deja de ser una simple preferencia personal para convertirse en un obstáculo significativo para el desarrollo y el bienestar de la persona.

La sala de estar de un acaparador es un desastre. Limpiar un hogar de este tipo suele ser abrumador. Las cosas se acumulan cuando el dueño del apartamento no quiere renunciar a nada, incluso a la basura.
No todo desorden indica pereza; puede tener raíces en traumas, neurodivergencias o sobrecarga emocional. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

Características de una persona desordenada

Aunque lo parezca, ser desordenado no siempre es un reflejo de pereza o desinterés. Según Villagrán, puede deberse a factores como:

  • Falta de enfoque: Dificultad para mantenerse presente, lo que lleva a dejar objetos en cualquier lugar.
  • Emociones no procesadas: Frustración, ansiedad o enojo pueden traducirse en caos externo. Cuando las emociones permanecen sin resolver, tienden a reflejarse en el entorno inmediato.
  • Traumas o experiencias pasadas: Experiencias traumáticas en la infancia, como la separación de los padres o situaciones de malestar emocional constante, pueden generar patrones de desorganización que persisten en la edad adulta.
  • Neurodivergencia: Personas con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) pueden tener una relación diferente con el orden.
  • Sobrecarga emocional o física: Madres solteras, personas con múltiples responsabilidades o estrés laboral.

Según la especialista, en muchas ocasiones “como está dentro, está fuera”, haciendo énfasis en cómo el entorno suele reflejar el estado interno de una persona.

Sin embargo, este comportamiento no siempre es patológico. Algunas personas simplemente priorizan otras áreas de su vida o tienen un “desorden ordenado”, donde, aunque su espacio parezca caótico, saben dónde está cada cosa.

Villagrán menciona que “no podemos decir que hay una personalidad determinada sin antes estudiar cómo es el entorno. Lo que sí podemos mencionar son los grados de desorden o contextos de desorganización”.

No obstante, cuando el desorden se vuelve excesivo, puede relacionarse con trastornos como la depresión, el síndrome de Diógenes (acumulación compulsiva) o el trastorno límite de la personalidad (TLP).

Vista superior de la diseñadora de interiores o arquitecta en ropa informal con peluquería desordenada trabajando en un proyecto para un nuevo proyecto, de pie en su oficina durante el día
Algunas personas viven con un “desorden ordenado”, donde, aunque parezca caos, saben ubicar sus cosas sin afectar su vida. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

¿Cómo combatir el desorden?

Según Villagrán, existen casos —como durante la adolescencia— en que el desorden es normal, natural e incluso necesario, pero debe ir mejorando conforme se crece.

Muchas personas creativas, flexibles y menos estructuradas en su manera de trabajar o pensar suelen ser desordenadas, y el desorden no afecta su rendimiento.

Sin embargo, si esta situación afecta el día a día y el entorno, la psicóloga recomienda:

  • Establecimiento de horarios y rutinas estructuradas
  • Creación de sistemas de recompensas para tareas específicas
  • Desarrollo de habilidades de gestión del tiempo

Además, son importantes los enfoques progresivos. “Siempre les pido a los pacientes que empiecen a ordenar pequeñas cosas e irnos de lo micro a lo macro”. Este método incluye:

  • Inicio con espacios pequeños: Comenzar por ordenar la habitación o el carro antes de abordar espacios más grandes.
  • Actividades terapéuticas: Realizar oficios cotidianos, como lavar trastos, barrer o limpiar un clóset, puede ayudar a organizarse internamente.
  • Apoyo social: Pedir ayuda a amigos o familiares para acompañar el proceso y evitar sentirse abrumado.

¿Cuándo una persona desordenada debe buscar ayuda?

Es importante buscar ayuda profesional cuando el desorden:

  • Interfiere con el funcionamiento laboral
  • Afecta las relaciones personales
  • Genera malestar emocional significativo
  • Se acompaña de síntomas depresivos o ansiosos
  • Involucra acumulación compulsiva de objetos

El desorden no es simplemente una cuestión de preferencias personales o falta de disciplina. La clave está en reconocer cuándo deja de ser funcional para convertirse en un obstáculo para el bienestar.