Arquetipos y símbolos lingüísticos

Arquetipos y símbolos lingüísticos

Dios, rey, mandatario, sacerdote y padre son símbolos lingüísticos y conceptos seculares que en el contexto del inconsciente (colectivo o individual) tienden a sufrir confusiones y contaminaciones tan graves y forzudas que, en determinados momentos, situaciones y tiempos, no se diferencian sino más bien se amalgaman. Es el caso del Ayathola de Irán o del […]

Enlace generado

Resumen Automático

30/06/2025 08:58
Fuente: La Hora 

Dios, rey, mandatario, sacerdote y padre son símbolos lingüísticos y conceptos seculares que en el contexto del inconsciente (colectivo o individual) tienden a sufrir confusiones y contaminaciones tan graves y forzudas que, en determinados momentos, situaciones y tiempos, no se diferencian sino más bien se amalgaman. Es el caso del Ayathola de Irán o del rey de Inglaterra.

Tanto es así que en la trama de las diversas religiones estos términos se engarzan y confunden. El sacerdote por ejemplo dentro de la religión católica, recibe el nombre de padre y el sumo pontífice, el de Papa. Podemos ver así que la figura de autoridad religiosa se asimila al de cabeza del hogar. Y así resulta que hay padres de familia y padres religiosos y supuestamente sin hijos. Pero toman el papel de tales –simbólicamente- aunque la paternidad real les está prohibida y algunos hacen votos de castidad, pese a que pueden incluso derivar en arquetipos si caemos en la estructura del Padre Eterno que desde su ojo triangular nos vigila para punir.

En nuestro contexto indígena se dice o decía “el tata presidente” (al menos hasta los tiempos del tirano Ubico) y el tata cura. Con lo que queda claramente expresado que en la mente inconsciente del aborigen, la autoridad presidencial y la autoridad clerical se asimilaban, también, a la paternal. No en balde se ha puesto de moda decir –cuando alguien es muy autoritario- que ejerce o gestiona con paternalismo.

Muchas obras de Freud y algunos capítulos de la marcusiana “Eros y civilización” (cuyo subtítulo sabemos que es: “Una investigación filosófica sobre Freud”) se consagran a la tarea de preguntarse ¿por qué en el inconsciente colectivo o individual, tan plenos de arquetipos, se da la rara característica de que ciertos términos fundamentales de la civilización occidental (como Dios, Jehová, primer mandatario o padre) están tan contaminados unos de otros?

En realidad al principio del humano mundo no hubo reyes o caciques (muchísimo menos primeros mandatarios) pero la autoridad, en cambio, sí que existía y era detentada y ostentada por el padre. Justamente de esa voz tan corriente para todo el mundo (padre) se deriva la primera forma de comunidad, de gobierno y de sociedad que conocemos: el patriarcado.

La autoridad del patriarcado era solamente compartida con una figura y arquetipo total y de absoluta autoridad: Dios. Por ello por ejemplo en el contexto de la religión católica (que es la que mejor conozco) se habla de Dios-Padre y del Padre Eterno. En el mundo judío sólo del Eterno. Dios era y es el padre abstracto (Alá) de todos los hombres y bajo su alero protector o destructor redime las culpas y las penas de sus hijos. Pero también imparte, justicia y castigo (el Juicio Final) y es autoridad.

Cuando un pueblo por ejemplo ha estado demasiado acostumbrado a la figura de un presidente-dictador (como puede ser el caso de quienes vivieron bajo Estrada Cabrera) este pueblo se siente por algún tiempo muy desprotegido y como vacío y huérfano. Porque la figura del tirano había absorbido y asimilado las característica de un Dios y del padre familiar. Aunque el pueblo lo odia, a la vez se siente seguro y arropado bajo su férula. Y si no, que lo digan muchos ancianos que todavía añoran los tiempos de “Don Jorge” quien por los años 30 y 40 del siglo pasado puso “orden” y contención a la ciudadanía díscola hasta en el paredón. Los tiranos son como pequeños dioses y magnos padres que perduran muchos años en el trono justamente porque los pueblos (en una relación muy sadomasoquista) acceden a ellos porque anhelan infantilmente la primera sensación del arropar y de seguridad nocturna que experimentaron con sus padres.

La clave de toda esa confusión está y radica en las categorías “autoridad” y “represión” que fueron las primera que accedieron para crear la sociedad y la cultura. Por ellos quienes las usan, esgrimen y detentan siempre, en el fondo, quedan identificados asimismo con Dios y con los padres, autoridades supremas y represivas dentro del confuso mundo del inconsciente en el que flotan los arquetipos.