El emperador en ciernes

El emperador en ciernes

La nueva tiranía de Bukele coopta el poder judicial y legislativo, además de desmantelar la separación de poderes.

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Resumen Automático

08/08/2025 00:02
Fuente: Prensa Libre 

Nayib Bukele no deja nada a la improvisación. Cuida cada detalle de su imagen y discurso para prender en las masas el culto a su personalidad. En más de una ocasión ha aparecido en público luciendo una chaqueta negra de corte militar, con bordados dorados en el cuello, acompañada de la banda presidencial.

¿Qué lo diferencia de Ortega y Murillo? Sus métodos, modernos y efectivos.

La vestimenta no responde al protocolo republicano, sino a una puesta en escena con reminiscencias monárquicas. Los bordados de oropel en los puños del saco evocan motivos barrocos. El cuello alto y cerrado recuerda el atuendo de gala de emperadores europeos o dictadores del siglo pasado. Es la apariencia que trata de proyectar quien se define a sí mismo como “el dictador más cool del mundo”. O sea, sin pudor ha dicho plenamente lo que quiere hacer: perpetuarse en el poder.

El mandatario salvadoreño no encaja en la clásica figura del tirano latinoamericano. Los déspotas de antaño han llegado al poder por la vía del golpe de Estado, han suprimido toda la oposición con violencia y gobernado sin ningún tipo de legitimidad democrática. Es el caso de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, que se imponen a la fuerza en Nicaragua, con represión y terror, o Nicolás Maduro, con un fraude electoral.

La deriva autoritaria de Bukele es diferente. Busca eternizarse en el poder sobre la base de sus éxitos en el combate de las pandillas, lo cual le ha deparado un arrastre popular arriba del 85%. Las masas obnubiladas pasan por alto que ese triunfo lo logró aplastando los derechos humanos, persiguiendo a los periodistas críticos y clausurando ONG incómodas.

El caso Bukele es una paradoja fundamental: ¿Puede un gobernante violar la Constitución si el pueblo lo apoya? Claramente la respuesta es no. La legalidad y el respeto a la Carta Magna salvadoreña, que una vez él juró, no es negociable. El milenial que se vendió como un outsider en las elecciones del 2019 borró del mapa a la derechista Arena y el izquierdista FMLN, que se ahogaron en su podredumbre de corrupción. Encarnó el hartazgo de las masas contra la cleptocracia que volvió inservibles los acuerdos de paz. Ahora Bukele demuestra que también es hábil en amasar riqueza desde el poder.

En el 2021, su partido Nuevas Ideas ganó la mayoría legislativa y asumió el control total del Congreso, para reelegir a Bukele en el 2024 de manera inconstitucional, y ya en el 2025 reformar el sistema electoral para permitirle quedarse en el poder de manera indefinida.

El gobernante encarna un modelo de populismo autoritario, para lo cual desmantela los controles institucionales. La nueva tiranía coopta el poder Judicial y Legislativo, elimina la separación de poderes, lo cual le permite modificar leyes y decisiones a su sabor y antojo.

Las masas aclaman a Bukele como el salvador de su país. En esa efervescencia no les importa sacrificar derechos y libertades, pasan por alto la militarización y que pisotee la constitución. Todo sea por la seguridad.

El monarca en ciernes mantiene extasiada a la población con una comunicación política directa, muy cool. Cautiva a su audiencia con mensajes directos en las redes sociales, de X a Instagram y TikTok. Emplea discursos emotivos, memes y ataques certeros contra la prensa crítica y sus pocos opositores, que son celebrados por sus millones de seguidores. De esa manera controla el relato mediático y ha logrado desplazar a los medios tradicionales en la construcción de la realidad política.

Como un rockstar, Bukele es la nueva versión del sátrapa que busca perpetuarse en el poder. ¿Qué lo diferencia de Ortega y Murillo? Sus métodos, modernos y efectivos, pero al final de cuentas persigue lo mismo: erigirse en un dictador, que representa una seria amenaza para la legitimidad del Estado de derecho y la estabilidad no solo de su país, sino de Centroamérica en su conjunto.