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El desastre ambiental se asoma en el Caribe
La falta de políticas ambientales podría costarle a Guatemala una demanda internacional.
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Las aguas del Caribe y las playas de Honduras presentan un espectáculo deprimente por la extensa mancha de basura que las cubre. Ahora ya no solo ocurre en la época de invierno, sino todo el año. Esa inmensa capa de desechos sólidos se pierde en el horizonte y convierte a los hondureños en víctimas de la incapacidad de las autoridades guatemaltecas para evitar este desastre que se ha incrementado en los últimos diez años. El río Motagua, que ya está perdido porque sus aguas son tóxicas y lleva toda esa inmundicia a las costas del vecino país, es fiel reflejo de las falsas políticas ambientales del Estado guatemalteco. Las alarmas han sonado por la amenaza hondureña de una demanda internacional por la persistente contaminación. De lo contrario, al Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) no le importaría ni un comino, como lo demuestra el descuido ambiental que existe en nuestro país.
Desde Honduras se señala a una de las entidades responsables de este desastre: la municipalidad de la ciudad de Guatemala. El diputado hondureño Carlo Umaña afirma que la alta carga de basura procede del vertedero de la zona 3 capitalina, la cual es arrastrada por el río Las Vacas hacia el río Motagua. Se entiende, entonces, que la crisis que afrontan los hondureños es producto de un problema estructural que se resolverá hasta que exista una voluntad política real. La catastrófica gestión del manejo de desechos sólidos en la capital es responsabilidad del equipo que controla la comuna desde 1986, primero como Plan de Avanzada Nacional, luego como Partido de Avanzada Nacional y ahora como Partido Unionista. En más de tres décadas no han solucionado un problema que no solo afecta a la capital, sino que ahora es fuente de conflicto con Honduras.
La inercia del Ministerio de Ambiente y la Municipalidad de Guatemala han determinado que más de cinco mil toneladas de desechos sólidos se extiendan por las aguas del mar Caribe e inunden las playas de Omoa, se acerquen a las islas de la Bahía y pongan en peligro las barras de coral. Esto significa un terrible daño a la actividad turística, así como a miles de pescadores, a quienes la inmensa mancha de basura les impide trabajar. Imagínense, estimados lectores, que las municipalidades de Omoa y Puerto Cortés tienen que utilizar retroexcavadoras y maquinaria pesada para limpiar sus playas, o sea destinar recursos económicos en forma permanente para resolver un problema que viene de otro país. Pero no solo Honduras es afectada por la basura procedente de la ciudad de Guatemala, porque el desastre también impacta en Punta de Manabique, Izabal. Ese es el caso de la playa del Quetzalito, convertida en un inmenso basurero, que apenas recibe atención de las autoridades ambientales.
Ante la amenaza de una posible demanda internacional por parte de Honduras, la cancillería guatemalteca ha reaccionado con la propuesta de impulsar mesas de diálogo, algo que suena a dorarle la píldora al vecino país. Sobre todo, porque estamos a las puertas del año electoral, cuando las autoridades gubernamentales ya no están interesadas en la resolución de problemas, sino solo en el proselitismo político. Más aún cuando la alianza oficialista está empeñada en convertir al MARN en un superministerio que elimine seis instancias de protección ambiental para quedarse con sus presupuestos. Eso significaría convertir a ese ministerio en una superoficina de trámites para facilitar la destrucción de la riqueza natural del país y, por supuesto, que no haga nada para detener la avalancha de basura que llega al Caribe. Resulta difícil que la queja de Honduras pueda tener respuesta positiva a corto plazo y a ese país no le quede más que acudir a instancias internacionales para obligar a las autoridades guatemaltecas a tomar en serio el manejo de desechos sólidos.