Los demócratas EE. UU. 2.0

Los demócratas EE. UU. 2.0

El pueblo votó mayoritariamente por un cambio que los demócratas no están dispuestos a aceptar.
25/03/2025 00:05
Fuente: Prensa Libre 

Donald Trump regresó a la Casa Blanca con un mandato contundente, producto de una elección que dejó claro que la mayoría de los estadounidenses quiere restaurar el orden, el sentido común, la seguridad y la soberanía. Algo no aceptado por los demócratas que, como no pudieron evitar la victoria en las urnas, ahora lo intentan en los tribunales, en las calles… y hasta saboteando los enchufes de los cargadores de Tesla.


Típico de la izquierda, cuando el pueblo elige restauración, esta responde con sabotaje y desenfrenada oposición. El nuevo símbolo de esa resistencia es el juez federal James Boasberg, quien, desde un tribunal distrital en Washington D. C., decidió interferir en la deportación a El Salvador de miembros del Tren de Aragua, una banda de mareros terroristas responsables de violaciones, secuestros y asesinatos. Preocupante acción que se entromete con impertinencia y frivolidad en responsabilidades de seguridad nacional propias del presidente y de nadie más.


Pero Boasberg no está solo. Forma parte de una red de “jueces federales”, cuidadosamente sembrados durante la era Obama, que ahora bloquean toda reforma que huela a restauración. Se oponen a eliminar el DEI de las Fuerzas Armadas, aunque ya haya pruebas de ineptitud crítica. Resisten auditorías a oenegés que recibieron fondos millonarios. ¿Corrupción? ¿Fraude? ¿Malversación? No, según ellos es “equidad interseccional multisistémica”.


Gracias a Doge, el equipo que Elon Musk ha conformado para auditar con precisión quirúrgica el aparato federal, se sabe de la magnitud del desastre; plazas fantasmas, muertos pensionados, fraudes masivos. Doge ha sacado a la luz toda esa podredumbre institucional, y por eso quieren silenciarlo.


Y si no pueden silenciar a Doge, atacan a quien lo impulsa: Elon Musk. En lo que ya se investiga como terrorismo doméstico, se han reportado ataques coordinados contra Tesla en nueve estados. Fábricas incendiadas, cargadores saboteados, vehículos vandalizados. La factura por pasarle el machete al gasto público opaco y sucio.

Hombres compitiendo en deportes femeninos; soldados con nombres de mujer y pechos de silicona.


La fiscal general, Pam Bondi, ya ha calificado esto como terrorismo. Los fiscales se preparan para usar todo el peso de la ley. Mientras tanto, miles de ciudadanos comunes que solo querían un automóvil silencioso y eficiente son ahora objetivos terroristas, y las acciones de Tesla han bajado a la mitad.


Y mientras todo esto ocurre, China aplaude en silencio. Su modelo de autoridad vertical avanza sin distracciones. No debate si sus generales tienen suficiente representatividad de género. No filtran exámenes a controladores aéreos. No financian oenegés para que enseñen a sus jóvenes a odiar su historia. Ellos construyen mientras los políticos estadounidenses discuten sobre si es racista preguntar por la eficiencia o si un hombre puede competir en deportes con mujeres.


Los republicanos ganaron legal y claramente. Pero enfrentan una oposición que no quiere debatir ni legislar, sino resistir a golpe de juez y sabotaje. Lo preocupante no es solo la oposición a Trump. Es la oposición a la voluntad del pueblo, a la verdad expuesta por Doge, y a la posibilidad misma de corregir el rumbo.


Es preocupante ver cómo el deep State, el lawfare y el activismo cómplice entre burócratas, jueces y politiqueros progresistas presagia una feroz batalla entre las demandas de un pueblo harto de locuras y extremismos: hombres compitiendo en deportes femeninos. El DEI en vez de la meritocracia. La educación en manos de pervertidos. Soldados con nombres de mujer y pechos de silicona. El despilfarro y el fraude antes que dejar que Doge ahorre los impuestos del pueblo. Hamás antes que Israel.


El águila del escudo estadounidense se está jugando sus plumas…