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El tiburón y las sardinas
Como muchos economistas previeron, un baño de realidad para la denominada “Trumpeconomía”.
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Hace casi 20 años se suscribió el Tratado de Libre Comercio República Dominicana–Centroamérica–Estados Unidos, conocido como DR-CAFTA, entre cuyos objetivos estaba “alcanzar una zona de libre comercio entre las partes”, mediante la “eliminación de derechos arancelarios y otros derechos y cargas que afectan las exportaciones de los países de Centroamérica, así como consolidar y expandir los beneficios comerciales establecidos de la Cuenca del Caribe y el Sistema Generalizado de Preferencias”, además de la “eliminación de barreras no arancelarias y otras medidas que restrinjan las exportaciones de la región”; el que entró en vigor el 1 de julio de 2006.
Guatemala podía exportar a los Estados Unidos de América (EUA) sin pagar arancel alguno, lo cual estuvo vigente hasta que el 2 de abril pasado, llamado como el “día de la liberación” por el presidente norteamericano, quien decidió unilateralmente imponer aranceles del 10% a las importaciones provenientes de nuestro país, al margen del DR-CAFTA.
No obstante, la semana pasada, el mismo presidente Trump dispuso que más de 200 productos agrícolas importados por los EUA, tales como café, bananos, tomates, entre otros, quedaban exentos de pagar arancel alguno, en un momento en que el gobierno norteamericano está bajo presión para reducir la inflación y el alto costo de la vida, con el argumento que la demanda interna de algunos productos y la capacidad interna de producción justifica eliminar los impuestos de importación a ciertos productos. Como muchos economistas previeron, un baño de realidad para la denominada “Trumpeconomía”.
Esta decisión unilateral de alcance global de los EUA fue el marco para que el Gobierno de nuestro país anunciara que había logrado un acuerdo sobre comercio recíproco, pero que aún está sujeto a trámites y cumplimiento de varios compromisos.
Al revisar los productos que exporta Guatemala a los EUA, muchos productores y exportadores se ven beneficiados con esta medida, porque un porcentaje significativo de nuestras exportaciones quedaron libres de aranceles. Esta decisión unilateral de alcance global de los EUA fue el marco para que el Gobierno de nuestro país anunciara que había logrado un acuerdo sobre comercio recíproco, pero que aún está sujeto a trámites y cumplimiento de varios compromisos.
El anuncio original provino de la Casa Blanca, expresando que Guatemala se comprometió a abordar las barreras no arancelarias que afectan a los EUA, como la simplificación de requisitos regulatorios y aprobaciones para productos farmacéuticos y médicos; eliminar restricciones a la importación de bienes manufactureros: aceptar los estándares automovilísticos estadounidenses; aceptar certificados electrónicos, eliminar requisitos de apostillado y agilizar el registro de productos de los EUA, así como la protección de la propiedad intelectual; facilitar el comercio digital, absteniéndose de imponer impuestos a los servicios digitales, entre muchas otras obligaciones, incluyendo aspectos laborales y ambientales.
Cuando se concluya el anunciado acuerdo marco, EUA eliminará los aranceles sobre ciertas exportaciones de Guatemala que califican y que no pueden cultivarse, extraerse o producirse naturalmente en los EUA en cantidades suficientes, así como ciertos productos como textiles y prendas de vestir. Y que, suponemos, no hayan sido desgravados por la disposición generalizada y global del presidente Trump, que entró en vigor desde el 13 de noviembre pasado.
Dadas las abismales asimetrías entre ambos países y recordando la fábula “El tiburón y las sardinas”, del expresidente Juan José Arévalo Bermejo, está claro que no fue volver a cero aranceles que teníamos pactados hasta marzo de este año (conforme el DR-CAFTA). En todo caso, debemos valorarla como una buena noticia para Guatemala.