Salud mental, emociones y viajeros del pasado

Salud mental, emociones y viajeros del pasado

A veces me pregunto si quiero arrepentirme de todas las cosas en las que me he equivocado, y en su mayoría pienso que sí.  Pero igualmente agradezco esa impulsividad de antes, de moral inconsistente y conducta errática que me hizo conocer cosas que no hubiera podido aprender de otra manera. A mi edad ya puedo […]
30/04/2024 08:57
Fuente: La Hora 

A veces me pregunto si quiero arrepentirme de todas las cosas en las que me he equivocado, y en su mayoría pienso que sí.  Pero igualmente agradezco esa impulsividad de antes, de moral inconsistente y conducta errática que me hizo conocer cosas que no hubiera podido aprender de otra manera.

A mi edad ya puedo dar uno que otro consejo, pero no es porque sea más listo, sino porque me he equivocado más veces.  Y eso no es porque sea más tonto, sino porque he vivido más tiempo.

La tarea de encarar la vida ocupa toda la trayectoria entre el nacimiento y la muerte.  Entre atender las circunstancias del diario vivir, el estrés ante lo desconocido, lo cotidiano y lo inevitable, y la necesidad de relacionarse con las demás personas que no es nada fácil, se requiere estabilidad emocional.

La salud mental es eso en buena medida, contender con la vida; y parte de la tarea es no permitir que las respuestas emocionales tomen un protagonismo innecesario, o que por el contrario, se les inhiba en una suerte represiva para poder hacerse el fuerte.

Todas las emociones sin excepción son humanas, además de que todas pueden ser válidas dependiendo de la circunstancia que las desencadenó.  Ningún ser humano es ajeno al miedo, la ira, el odio, la tristeza, la alegría, la envidia, el desagrado, la confianza, la expectativa, la sorpresa.  Todas las emociones pueden convertirse a lo largo del tiempo en sentimientos importantes que marquen el paso de quien los lleva consigo.

Dando por sentado que las emociones existen, es necesario que la persona que las experimenta sea de buena manufactura, lo que no es tan fácil a veces, porque muchas vivencias ocurren en épocas tempranas de la vida, cuando se es todavía muy inmaduro.  Lo bueno es que aunque las emociones serán siempre las mismas, toda persona cuenta con la oportunidad de tener cambios positivos que la vayan ubicando en las distintas etapas de su vida para ir ganando en experiencia y aprendiendo de ella, y que eso le permita ser funcional y menos emocional.

A simple vista puede ser que no se logre ver en el desarrollo de la personalidad un recurso para el reconocimiento y el manejo de las emociones.  Hasta puede ser que el futuro se dé por hecho como un destino, y como si no requiriera de atención y participación.  Pero, la madurez de la personalidad, sí es importante.

La madurez del ego, la identidad y la autoestima, tener una visión consistente del mundo, fortalecer la conciencia y el sentido moral hasta lograr autonomía, hacen que una persona pueda ser más equilibrada y requiera de menos desproporciones emocionales para enfrentar los acontecimientos de su vida.  Y además de ser menos desproporcionada, que tenga una mejor oportunidad de ser congruente y tolerante, con mayor capacidad de adaptarse y, por consiguiente, con menos tendencia a ser un perjuicio para ella y para otros.

El desarrollo empieza desde la niñez, y es en sí mismo un tema de higiene mental y parte de la salud preventiva.  No se le puede ofrecer menos a cualquiera en términos de salud mental.

Dicho lo anterior, pienso que todos de alguna manera hemos cargado con situaciones de nuestras vidas que asumimos que nos marcaron para siempre.  Sobre esos hechos depositamos una carga emocional importante que fácilmente acarrea una gama de consecuencias en nuestra conducta pasada, presente y futura.

Un resentimiento es un sentimiento natural, no es más que revivir emocionalmente algo que se ubica en el pasado.  Resentir es volver a sentir.  Por supuesto que hay resentimientos positivos, pero cuando se topa uno con las formas negativas es cuando se vive el daño, o en palabras de algunos, el trauma.

Un resentimiento así es un sentimiento mal trabajado que se convierte en un problema mental y emocional.  Resentir negativamente es no crecer, vivir en otra época.  Es volver a sentir lo que ya pasó, pero solo para sufrir.

Solemos resentir frustraciones por lo que fue, pero también por lo que no fue; usualmente porque esperamos que todo sea como lo hemos imaginado.  Las fuentes de sufrimiento más frecuentes son desear que el pasado sea otro y que el futuro sea diferente a como se ve venir.

El pasado es ira y el futuro es miedo.  La ira y el miedo producen resentimientos.  No hay quien no se sienta víctima y justifique su ira, pero muchas veces podemos entender que el resentimiento es un pretexto para sufrir y para no afrontar el temor de avanzar.  Y por si fuera poco, la mayor trampa es encontrar argumentos válidos en la historia para tener algo que le dé a uno la razón, lo que siempre es posible.  Pero esa es sin duda una razón viciada, y de tener alguna razón legítima cada persona pasa a tener solamente sus razones, las que sin duda tienen una enorme carga emocional. Digamos que aunque sea cierto lo que se recuerda, el problema no es tanto el cómo fue que algo se vivió, sino cómo se sintió.

Quien se siente dañado por algo lo repite en su mente hasta que lo convierte en una verdad que acarrea intensos sentimientos de soledad, vergüenza, culpa, autoconmiseración, ira, miedo, y necesidad de control, venganza o presunta justicia.  Cuando yo me ocupo resintiendo a alguien o a algo, ese alguien o ese algo controla mi vida en ese momento.  Es como si fuera un alien, como un viajero del pasado que me posee y me controla el juicio.

Haciendo a un lado las historias de abuso franco como en el caso de los niños que son inocentes; es muy frecuente que uno haya tenido algo que ver en lo que le pasó.  Eso quiere decir que uno mismo pudo haber jugado un papel en sus propios resentimientos.

Muchos resentimientos ni siquiera son por causas verdaderas, simplemente hemos transferido nuestra escasez a otros.  Cuando me examino a mí mismo me doy cuenta de que a veces he actuado con egoísmo, deshonestidad, temor o desconsideración.

Si me preguntan si soy feliz, lo primero que busco son razones para no serlo.  Tiendo a pensar en negativo, y creo que muchos igual que yo.  La frustración es inevitable, pero quien con voluntad se atreve a correr el riesgo de frustrarse, aprende a reconsiderar y a comprender diferente.  De no ser así, solo nos queda la regresión que es volver al pasado, o la represión para hacer como que no pasa nada; y en casos de mucha angustia, tal vez huir o agredir.

Ya no quiero entretenerme mucho preocupándome por la porquería que me comí en el pasado; prefiero ocuparme en tener a la vista la que no me quiero comer.

El corolario de todo esto es que mi serenidad no depende de lo que sucede a mi alrededor, sino de lo que ocurre dentro de mí.  Hasta el día de hoy mi consciencia es que, con el mismo pasado puedo estar en paz.