TGW
Guatevision
DCA
Prensa Libre
Canal Antigua
La Hora
Sonora
Al Día
Emisoras Unidas
AGN

“Nunca habíamos visto algo así”: familias narran cómo el río Guacalate destruyó en segundos lo que tardaron años en construir
El río Guacalate amenaza con arrasar Villas de San Juan, en Masagua, donde al menos 150 viviendas están en riesgo por la erosión acelerada del terreno. Vecinos piden ayuda urgente al Gobierno.
Enlace generado
Resumen Automático
El rugido del río Guacalate se ha convertido en una pesadilla para decenas de familias en el parcelamiento Villas de San Juan, en Masagua, Escuintla.
Donde antes había patios, pilas y juegos infantiles, hoy solo queda un abismo que avanza con fuerza implacable, devorando lentamente las viviendas asentadas en su borde.
Las lluvias incesantes de los últimos días incrementaron el caudal del río, lo que provocó desprendimientos de tierra y el colapso de terrenos enteros.
Al menos 37 viviendas resultaron dañadas, cinco cayeron al abismo y otras ocho están al borde del colapso, convertidas en espectros colgantes sobre el vacío. También se encuentran en riesgo la iglesia católica y la evangélica del lugar.
“Vivimos aquí desde hace doce años… el río se llevó los animales, los recuerdos y parte de la casa”, relata una vecina, mientras observa el precipicio donde antes se alzaba su hogar. En la orilla, se ven baños, pilas y muebles que penden de la tierra resquebrajada como si se resistieran a caer.
La Escuela Oficial Rural Mixta Parcelamiento Villas de San Juan, donde estudiaban 112 niños, ha sido declarada en alto riesgo. Las clases ahora se imparten en casas particulares y en el albergue habilitado, donde hay 87 personas. Los padres temen que el río avance un poco más. Incluso las iglesias, símbolo de fe y encuentro, están al borde del derrumbe.
Desde abril, el alcalde Nelson Marroquín asegura que se emitieron las primeras alertas y se pidieron evaluaciones. También se enviaron cartas al Ministerio de Comunicaciones y a la Conred para solicitar apoyo con estudios hidrológicos. Sin embargo, las respuestas llegaron tarde y los estudios nunca se realizaron.
Agregó que desde julio comenzaron a trabajar en la protección de los ríos y construyeron seis bordas, lo que ha evitado inundaciones en el municipio.
“Nos sentimos solos como alcalde, porque siempre hemos visto este riesgo. Hay mucha burocracia en el Gobierno. Realmente avisamos, y eso nos frustra”, afirmó el jefe edil.
“Era una crónica de un desastre anunciado”, lamenta Luis Enrique Contreras, geólogo local, mientras observa cómo el cauce, con su golpe hidráulico y fuerza desbordante, sigue erosionando el suelo.
El terreno, compuesto por material volcánico y talpetate, cede con facilidad ante el embate del agua. La municipalidad, con apoyo de un ingenio y del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Guatemala, trabaja en la construcción de un canal de desvío de 14 metros de ancho y 230 metros de largo, para intentar cambiar el curso del río y frenar la tragedia.
Aun así, el peligro persiste. La comunidad, con unas 150 viviendas, ha quedado marcada por la vulnerabilidad y la incertidumbre. Siguiendo el cauce, hay otra comunidad y el casco urbano de Masagua en riesgo. El alcalde estima que hay unas 10 mil personas potencialmente afectadas.
El río Guacalate, que nace en las faldas del volcán de Fuego, baja con pendiente alta y furia contenida, arrastrando rocas que golpean las laderas y abren cada día una herida más profunda en el suelo… y en la vida de quienes lo habitan. Estos ahora piden ayuda urgente al Gobierno Central y al Ministerio de Educación, ya que la escuela se encuentra a unos 12 metros del abismo.
Brenda Martínez, una vecina afectada, recuerda que recién había llegado a su casa con su esposo cuando notaron que las paredes temblaban por la fuerza de la corriente. Minutos después, los muros comenzaron a ceder ante el agua.
“Fue bastante fuerte. No puedo explicarlo, pero es triste ver cómo quedó nuestra casa”, relata Martínez, quien indica que se trasladaron a una vivienda cercana que, al igual que la suya, podría ser alcanzada por el agua.
Tífani Martínez, otra de las damnificadas, cuenta que tiene 25 años de vivir en la colonia y que nunca había visto algo semejante. “Es tan duro ver que tu casa se está yendo. Nos tomó casi tres años levantarla, y ver que tus sueños se van en segundos… Estando aquí se fue un pedazo de atrás. Vivir así es bastante difícil”, comenta.
Mayra Chávez, también damnificada, dijo que vivieron momentos de pánico cuando vieron cómo la corriente arrancó los árboles y se llevó los terrenos. “Lo bueno fue que no estábamos dormidos, porque si no, la historia sería otra”, expresa.
*Manténgase actualizado con el boletín Ahora. Información clave en el momento en que sucede. Suscríbase aquí.