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Guatemaltecas migrantes construyen patria
Tres historias distintas, un mismo origen y un ideal visionario
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En medio de tantos desafíos, los migrantes guatemaltecos nunca nos olvidamos de nuestra tierra, de nuestra familia, de nuestras comunidades. A través de las remesas sostenemos la economía nacional, un hecho innegable. Pero hay también muchos aportes que van más allá de las cifras, porque tocamos vidas, construimos futuros, trazamos nuevos horizontes.
Los migrantes queremos servir, transformar, cerrar brechas que conocemos a fondo, porque vivimos en Guatemala, pero también porque lo hemos visto a la luz de la distancia. Es increíble cómo la perspectiva se amplía y permite ver esos espacios de aporte positivo. Y por eso me quiero referir a tres grandes guatemaltecas que están construyendo patria, sin ningún interés más que el de reducir las causas de la pobreza, la exclusión —y de la migración forzada.
Alejandra Paniagua, psiquiatra formada en Nueva York y fellow de doctorado en Epidemiología Psiquiátrica, es fundadora del programa de salud mental Recupera, en Santiago Atitlán, Sololá. A través de su asociación Funda Mental trabaja con familias, cuidadores, comadronas y terapeutas mayas para desterrar mitos culturales sobre la esquizofrenia, enseñando que es una condición de salud tratable.
Para ella, la salud mental debe ser un derecho, no un lujo. Su labor muestra que la migración no significa olvidar, sino traer conocimiento de otros lugares para fortalecer la comunidad de origen. Sus progresos —personas que antes vivían aisladas hoy participan en grupos, saludan, reconectan— pequeños milagros nacidos de un esfuerzo humano, científico y profundamente empático.
Los migrantes queremos transformar las carencias en oportunidades en nuestro país.
Desde otro campo del saber, Susana Arrechea, residente en California, ha convertido su experiencia como ingeniera química y doctora en Nanotecnología en un vehículo de cambio social. Con su organización New Sun Road ha instalado centros comunitarios digitales en zonas rurales de Guatemala que carecen de electricidad y conectividad. Gracias a la energía solar, estos centros ofrecen no solo acceso a internet, sino capacitación en computación, finanzas y liderazgo, especialmente para mujeres indígenas jóvenes. Arrechea y su equipo no solo llevan tecnología: llevan empoderamiento, autonomía y dignidad. En sus palabras, no se trata solo de acceso digital, sino de que las comunidades se apropien de las herramientas para construir su propio futuro. Lleva ya más de 30 centros digitales, impulsados con energía solar, instalados en Alta Verapaz.
Finalmente, Cynthia M. Fernández, abogada migratoria, de Reu Law Firm, con oficinas en Chicago y Guatemala, representa la defensa legal como un acto de amor. Hija de padres migrantes originarios de Retalhuleu, Cynthia ha dedicado su vida profesional a asegurar que sus compatriotas reciban asesoría legal en su idioma y con sensibilidad cultural. Cada caso no es un expediente más: es una historia con rostro, con familia, con dignidad. Por si fuera poco, también apoya iniciativas como Guatemaya Alliance, que promueve la mejora educativa en aldeas de Huehuetenango. En lo personal, me encantaría ver a Cynthia al frente del Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala. Su experiencia apoyando a miles de guatemaltecos en el extranjero la respalda. Conoce las necesidades del migrante y domina las leyes de Guatemala como las de EE. UU.
Estas tres mujeres tienen en común el origen guatemalteco, pero también un ideal visionario: la migración como oportunidad de crecimiento puesta al servicio de la innovación y la mejora de condiciones de vida en su país de origen. Ellas muestran que, desde fuera, se puede aportar ideas, proyectos y valores que transforman la realidad de Guatemala. Hay muchas más historias de migrantes que están luchando por una mejor Guatemala. Sus iniciativas ofrecen un modelo replicable. La clave está en la colaboración (multidisciplinaria, intercultural), el liderazgo comunitario y la sostenibilidad.
Los migrantes amamos a nuestra tierra y queremos que las condiciones que obligaron a la migración forzada de cientos de miles de compatriotas se conviertan en nuevas oportunidades.