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Breve retrato de Thomas Sowell
Pocos hubieran apostado por un niño negro huérfano sumido en la pobreza.
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Su padre murió poco antes de su nacimiento en 1930, y su madre, una empleada doméstica, falleció pocos años después. Fue adoptado por una tía abuela y sus dos hijas adultas, quienes lo criaron en un hogar sin electricidad ni agua potable en Carolina del Norte. A los nueve años, la familia se trasladó a Harlem, Nueva York. Abandonó la escuela secundaria a los 17 años. Ingresó a la marina de las fuerzas armadas y sirvió en la Guerra de Corea; al salir asistió a clases nocturnas en Howard, una universidad con alumnado mayormente afroamericano. Sus altas puntuaciones en los exámenes de aptitud y la mentoría de dos profesores le permitieron trasladarse a la Universidad de Harvard, donde estudió economía y se graduó con honores. Obtuvo una maestría en Columbia, seguido por un doctorado en la Universidad de Chicago.
Su obra ha sido un esfuerzo por desmontar los espejismos de la ingeniería social.
Pocos hubieran apostado por el niño Thomas Sowell, un negro huérfano sumido en la pobreza, que se convertiría en uno de los economistas más influyentes del pensamiento contemporáneo. Sowell es reconocido como un investigador creativo que se ha dejado guiar por evidencia, rechazando el dogmatismo ideológico y las ideas de moda. Ha escrito más de 45 libros en los que despliega su capacidad para vincular economía, historia y filosofía política para abordar temas sociales espinosos. El campo de la obra de Sowell es vasto; aquí se destacan unas pocas ideas que recorren una vena en cuatro de sus libros.
En A Conflict of Visions (1987), Sowell sostiene que detrás de las posturas ideológicas hay visiones contrapuestas sobre la naturaleza humana. La “visión trágica”, que él defiende, reconoce los límites del ser humano y la necesidad de instituciones que canalicen nuestras imperfecciones. Frente a ella está la “visión no restringida”, según la cual el hombre es perfectible mediante reformas sociales diseñadas por intelectuales iluminados. Esa tirantez —entre humildad institucional y arrogancia planificadora— recorrerá mucha de su obra. En The Vision of the Anointed (1995), afina su crítica a las élites intelectuales y políticas que, desde una pretendida superioridad moral, imponen agendas sin atender a los resultados. Sowell muestra con evidencia y claridad demoledora, cómo esta mentalidad ha generado políticas públicas contraproducentes y hasta trágicas.
The Quest for Cosmic Justice (1999) desenmascara la peligrosa idea de que la justicia debe corregir todas las desigualdades del mundo. Sowell distingue entre justicia tradicional —reglas iguales para todos— y la llamada “justicia social”, que busca igualar resultados mediante intervenciones coercitivas. El costo de esta “justicia cósmica” es precisamente la justicia real: el fin del Estado de derecho, la erosión de la libertad y la sustitución de la responsabilidad individual por victimismo estructural. En Intellectuals and Society (2009), Sowell argumenta que los intelectuales modernos operan en esferas sin responsabilidad directa por los resultados de sus ideas. A diferencia del ingeniero o del empresario, cuyas fallas se corrigen en el mercado, el intelectual goza de impunidad cuando fracasan sus teorías. Sowell no ataca el pensamiento riguroso, sino el dogmatismo sin consecuencias.
De joven fue marxista y el resto de su vida, liberal clásico. Desde entonces, su obra ha sido un esfuerzo por desmontar los espejismos de la ingeniería social, mostrando que los errores intelectuales también matan, empobrecen y esclavizan. A sus 94 años, Sowell se mantiene relevante, lúcido y activo. La historia resaltará a Thomas Sowell como uno de los pensadores más importantes de su tiempo.