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Cuando la estrategia parece una ruleta
Las acciones de Trump apuntan más a un mercantilismo caduco que al ecosistema global de negocios que le permitió hacer grande su fortuna otra vez.
El señor presidente Trump —valga la alusión conceptual a la obra del nobel de Literatura guatemalteco, en versión anglosajona— anunció ayer otro de esos súbitos edictos que lleva mes y medio emitiendo: un arancel del 20% a todos los productos agrícolas que ingresen a Estados Unidos. Este se suma a los impuestos de entrada a bienes de México, Canadá, China y, pronto, la Unión Europea, supuestamente para incentivar la economía estadounidense, aunque en otros momentos el propio señor presidente dice que es represalia por el tráfico de fentanilo. A algunos fanes suyos les parece audacia, disrupción bien calculada e instinto funambulista del especulador billonario profesional.
Pero cada vez surgen más economistas serios, grandes empresarios —como el CEO de Ford—, comerciantes y agricultores estadounidenses que empiezan a decir que el rey está desnudo o que está desnudando la falta de claridad del plan. Sin embargo, hoy existe una nueva rosca que lo espolea para apostar más alto y al oído le dice que tiene todas las cartas ganadoras. El chantaje de los aranceles puede posponerse dentro de dos semanas o aplicarse dentro de cuatro, en un cortoplacismo inédito que, en efecto, logra el gran objetivo de generar incertidumbre, pero no solo afuera de EE. UU., sino también dentro.
Trump anunció los aranceles agrícolas a la vez que exhortaba a los agricultores locales a “divertirse” con esa demanda de sus productos. Sin embargo, miles de ellos están al borde de la quiebra, debido a la repentina suspensión de subsidios dirigidos a conservación de suelos, fomento de cultivos con menos agua, diversificación de productos e incluso generación de energía solar para reducir costos de operación. Y algo similar impacta en manufacturas.
Solo el CEO de Ford Jim Farley ha señalado los efectos dañinos de los aranceles a suministros mexicanos. Por eficiencia de costos, la industria automotriz de EE. UU. ha tercerizado la producción de componentes de fabricación. Los súbitos impuestos, que contravienen incluso el mismo Tratado de Libre Comercio (T-MEC) firmado por el mismo Trump en 2019, amenazan con inflar más sus costos. Para regresar a una total producción local de autos necesitarían de tres a cinco años. Los fabricantes han pedido exenciones y no saben si las habrá.
En Guatemala han sonado las alarmas del sector agroexportador porque el señor presidente Donald Trump anunció impuestos a toda exportación agrícola a ese país. El 17% de exportaciones guatemaltecas de vegetales, frutas y otros productos agrícolas va hacia Estados Unidos. Una barrera impositiva alteraría toda la cadena de comercio y causaría una reducción de la demanda, así como un impacto económico en los productores: un sector generador de empleos —que frena la migración— se vería golpeado por este edicto, cuyos detalles aún se desconocen y cuyo efecto se ve difuso, pero posiblemente lesivo para el consumidor que votó o no por él.
Uno de los grandes teóricos de la economía, Milton Friedman, hizo famoso en 1980 el ensayo Yo, lápiz (escrito en 1958 por L.E. Read) para exponer la complejidad de la producción industrial moderna, al disectar los elementos de este objeto: grafito, laca, madera, caucho, pegamento, etc., provenientes de diversos países. EE. UU. es la mayor economía del mundo porque configuró un poderoso ecosistema de intercambio de materias primas, procesamiento, manufactura, comercio, ensamblaje. Las acciones de Trump apuntan más a un mercantilismo caduco que al ecosistema global de negocios que le permitió hacer grande su fortuna otra vez.