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La actualidad del aggiornamento de Juan XXIII
¿Cómo se pone al día una Iglesia milenaria?
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Hoy, 25 de noviembre, se cumplen 144 años del nacimiento de Angelo Giuseppe Roncalli, en Sotto il Monte, Bérgamo, al norte de Italia. Él se convirtió en el papa Juan XXIII a sus 76 años, en 1958, y fue canonizado por el papa Francisco en 2014, junto con San Juan Pablo II.
Siempre joven, siempre nueva
Fue el tercero de 13 hijos, y desde pequeño sobresalió en su familia agricultora por su piedad e intereses intelectuales. Entró al seminario de la orden franciscana en Bérgamo a los 12 años, y recibió una beca para continuar sus estudios sacerdotales en Roma. Cumplió con el servicio militar. Posteriormente, fue capellán del ejército; la experiencia directa con la guerra lo marcó. Laboró en el Vaticano como diplomático y vivió en Bulgaria, Turquía, Grecia y Francia.
Cuando vivía en Estambul, Roncalli escribió en su diario que sentía una gran urgencia por comunicar el plan de la salvación a los turcos, quienes también están llamados a la redención. Aprendió su idioma. Siempre respetó la libertad de conciencia de los protestantes, masones, ateos y musulmanes; los invitaba a abrazar la fe en libertad. Recibió el apodo de “papa de la bondad” por su sencillez y por priorizar la atención espiritual de las almas.
San Juan XXIII es recordado por convocar el Concilio Vaticano II (1962-1965). Su sucesor, Pablo VI, clausuró las sesiones, pues falleció pocos meses después de la convocatoria, el 3 de junio de 1963. Se afirma que dicha iniciativa fue inesperada. De hecho, tres meses después de ser elegido pontífice, Juan XXIII confió a unos cardenales que la idea del concilio le vino repentinamente, como relámpago. Sin embargo, ya desde los pontificados anteriores se venía discutiendo la conveniencia de retomar los temas analizados por el Vaticano I en otro concilio.
Relatan que el papa explicó el concilio con un gráfico gesto. Caminó hacia la ventana y, abriéndola, dijo: “Abramos las ventanas de la Iglesia para que entre aire fresco y renovador”. Los historiadores investigan si realmente pronunció esta frase y debaten su significado. En noviembre de 1960, Juan XXIII expresó el deseo de que el Vaticano II fortaleciera la fe, la doctrina y la disciplina eclesiástica. En otra oportunidad, se trazó tres objetivos: un mejor ordenamiento interno de la Iglesia, la promoción de la paz mundial, y la unidad entre los cristianos. En contraste, el Vaticano I se centró en la autoridad de la Iglesia frente al secularismo moderno. ¿Quizás con dicha frase Juan XXIII subrayaba la originalidad del segundo concilio? ¿Quizás se refería al aire (siempre fresco) del Espíritu Santo, y anticipa un nuevo Pentecostés?
¿Quizás el aggiornamiento se refiere a una comunicación adaptada de la Buena Nueva, sin cambiar la esencia de la doctrina?
La palabra aggiornamento es una atinada síntesis del Vaticano II, opinó Benedicto XVI, quien participó en las discusiones como teólogo consultor. Aggiornamento no implica romper con la tradición, sino expresa la continua vitalidad de la tradición. No implica aguar la fe ni buscar un camino fácil. La fe es siempre joven y nueva. Los cristianos no pueden vivir anclados en el pasado. Además, el cristianismo no es obsoleto.
En otras palabras, las ventanas de la Iglesia siempre han estado abiertas al mundo, pues la institución milenaria siempre fue apostólica, misionera y aventurera. Siempre busca inspiración en sus orígenes y en las verdades inmutables, pero las acomoda a los tiempos cambiantes.
Es valioso revisitar la vida y obra de Juan XXIII en pleno 2025, porque persisten voces que quieren revolucionar la Iglesia y encaminarla hacia derroteros woke, marxistas y progresistas, los cuales jamás contempló ni respaldó el santo papa bueno.