Acaso, alegría ¿otro papa por los migrantes?

Acaso, alegría ¿otro papa por los migrantes?

Sería simbólico que atendiera la invitación para que visite Guatemala.

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11/05/2025 00:02
Fuente: Prensa Libre 

En la Plaza de San Pedro está ahora la escultura de una balsa repleta de personas migrantes, buscando refugio en un nuevo lugar. Su escena, que es dramática, con personas desposeídas, representa a millones que, a través de la historia, han dejado un hogar amenazado y lo sacrifican todo, empujados por la esperanza. La nobleza en sí de este sufrimiento no debiera ser controversial. Países mismos se han construido sobre el orgullo de ese sacrificio sufrido por sus antecesores. Pero por alguna razón, gestos como este, que rompieron 400 años que conservaron intacta la plaza, inspiraron suspicacia hacia Francisco, quien la mandó a hacer. Su valentía de renovar tradiciones renovables, cuando la circunstancia lo amerita, le valieron amenazas. El monumento, ahora aposentado en el centro del Vaticano, revela una consecuente vocación de quien dio sutiles giros a su Iglesia para acercarla a la gente real.


Apenas cuatro días van desde que salió el humo blanco por el techo de la Sixtina. Y ahora nos preguntamos qué tipo de pontífice será Prevost. Qué tanto se semejará a su cercano antecesor. Rehuyo a inciertas especulaciones, pero me limito a señalar una de las coincidencias que aprecio entre los dos. Francisco fue ampliamente identificado por su empatía hacia los más necesitados. Pero, observe usted, cuando se habla sobre esa empatía, al ahondar, al enumerar su cercanía con grupos en vulnerabilidad, siempre, sin falta, el primero mencionado son las personas migrantes. Cosa similar he notado cuando quienes lo conocen hablan de Prevost. Sin falta, esta afinidad parece emerger prioritariamente. Ciertas acciones en su vida, su pastorado internacional hacia la América Latina, e incluso sus publicaciones en redes sociales, denotan la firme compasión que se espera de un seguidor del Cristo hacia este drama contemporáneo.

La influencia papal en el pensamiento mundial es innegable.


La Católica es considerada la institución más antigua de la humanidad. Y su llamado es hacia la universalidad; de ahí, precisamente, su nombre. Su misión es de expansión, en unidad, hacia cada rincón del orbe que habitamos. Por tanto, su relación con los movimientos ultranacionalistas que peligran la armonía global es tan solo uno de tantos retos frente a León IX. La Iglesia es más grande que esto, pero no estaré solo en notar esos dos trayectos ideológicos que tienen camino de colisión. En especial, con el presidente de su país natal, a cuyas políticas aislacionistas y de desprecio hacia el extranjero se opone explícitamente, desde hace mucho tiempo, su clérigo compatriota. Será fascinante ver cómo el ahora papa, que se perfila como un hombre sereno, administra su relación frente al torbellino impulsivo de la Casa Blanca, que tantas veces lleva las cosas al extremo de lo peligrosamente infantil.


La influencia papal en el pensamiento mundial es innegable. Va más allá de que su iglesia supere una séptima parte de la población global. Como se mira, la Iglesia prosigue un rumbo pastoral que marcará una era. Quienes anteponen el canon a lo humano, tienen reflexiones que realizar. En todo caso, para nuestro país, expuesto en exceso en aquella problemática social llamada migración, la asunción de un latinoamericano más, esta vez por elección, es de gran optimismo. En aras de forjar la cultura de inclusión, sería simbólico que atendiera la invitación para que visite Guatemala. Nación que fue principal en la oleada de familias expulsadas que revolvieron la política hemisférica, la década pasada. País del que provino la mayoría de los niños arrebatados en el impío atrevimiento de separar familias que, como los de la escultura de aquella balsa, iban tan solo impulsadas por su misma esperanza.