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La Granadera: historia de la marcha que se utiliza para rendir honores en Guatemala
Considerada emblema centroamericano, La Granadera nació como melodía para rendir honores y, con el tiempo, incorporó la letra que hoy se conoce. Esta es su historia.
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La pieza musical La Granadera es considerada un emblema centroamericano. En su origen, fue la marcha protocolaria que anunciaba la entrada y salida del presidente de Guatemala en actos oficiales. Con el tiempo, este símbolo se extendió por toda Centroamérica.
Esta composición de corte marcial fue utilizada inicialmente para actos presidenciales y fue introducida a finales del siglo XIX. Con el tiempo, se transformó en un homenaje al pabellón nacional.
La pieza era entonada por La Tambora, una banda procedente de San Salvador que acompañó al presidente Rafael Carrera en su retorno a Guatemala, tras una campaña militar en El Salvador. Ellos eran los encargados de interpretarla.
Dicha banda anunciaba la presencia del presidente Carrera en actos oficiales. Su uso se extendió con otros mandatarios hasta la llegada al poder de Manuel Estrada Cabrera, quien decidió reformar la pieza para los actos protocolarios, creando la versión de La Granadera que se escucha en las procesiones.
Estrada Cabrera dispuso que su propia banda —que llevaba su nombre y era dirigida por Ramón Gonzales— ejecutara una nueva versión durante su gobierno. Esta pieza fue declarada anónima, después de que se afirmara que Gonzales padecía complicaciones mentales, según Fernando Urquizu, doctor en Historia del Arte.
La Granadera creada durante el mandato de Estrada Cabrera “pasó de la memoria histórica a su personalidad, a la del arzobispo y a las procesiones de Guatemala”, dijo Urquizu. En la actualidad, se interpreta durante la salida, entrada o paso de una iglesia en las procesiones religiosas.
En cuanto a la antigua versión, fue durante el periodo del presidente Carlos Herrera, en 1920, cuando se retomó la primera granadera y se extendió su uso en los actos protocolarios de Centroamérica. A partir de entonces, se incorporó como marcha de honor para el paso del pabellón.
El uso presidencial de la pieza cesó tras la firma de los Acuerdos de Paz, debido a los esfuerzos por desmilitarizar la sociedad, según destaca el historiador. Por ello, los presidentes dejaron de emplearla en sus actos, con el fin de otorgar un tono menos marcial a su investidura. Desde entonces, su uso se limita a rendir honores en el ingreso o egreso de los pabellones nacionales.