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El presidente Arévalo en su lóbrego laberinto
Ante este desastre de un gobierno evidentemente a la deriva sin un liderazgo efectivo, es deseable que la ciudadanía se manifieste cívicamente.
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Siendo miembro del Club Rotario de la Ciudad de Guatemala en 1992, apoyando en aquella época al Patronato Pro Rehabilitación del Drogadicto, un proyecto rotario noble, discreto y efectivo, el gobierno de los Estados Unidos de América me extendió una invitación a un programa internacional en ese país relacionado con el consumo creciente de las drogas.
Recurren nuevamente a la diplomacia de los “primeros auxilios”.
Este programa bien concebido, eficientemente organizado, abierto y transparente en cada una de sus distintas dimensiones, resultó una experiencia de inmersión integral y profunda en una problemática sumamente compleja, que ya se manifestaba de forma preocupante a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Esto fue evidente al visitar en su orden a las ciudades de Washington D. C., de Nueva Orleans, de Cincinnati, de Oklahoma, de Kalispell y finalmente la de Los Ángeles. Fue en esta última ciudad en la que surgió con mayor claridad la temática de la conformación, operación de redes de distribución, violentas y despiadadas, de consumo de drogas, en un submundo al que para expandirse constantemente atraían a niños y a jóvenes vulnerables. A estas redes perniciosas, peligrosas e ilegales se les dio en llamar las maras.
Esta problemática de características endémicas ha ido con los años expandiendo sus alcances geográficos y extendiendo su cobertura económica como una industria altamente globalizada con múltiples cadenas de valor e insospechados movimientos financieros y lavado de recursos de las formas más variadas, integrándose horizontal y verticalmente con los poderosos carteles del narcotráfico. Los tentáculos de estas actividades siniestras y tenebrosas han permeado y cooptado instituciones claves de diferentes Estados, especialmente en aquellos países vulnerables a la corrupción y a la impunidad, afectando directamente la seguridad ciudadana.
En El Salvador, país al que se le atribuyen los orígenes de las maras, se dio a partir de la elección del presidente Nayib Bukele en el 2019 un cambio profundo en el abordaje de esta problemática compleja y aparentemente irresoluble, dando resultados en un tiempo relativamente corto que han sido reconocidos y elogiados por el actual gobierno de EE. UU. y por la gran mayoría de la ciudadanía salvadoreña que lo ha expresado a través de los procesos electorales. Ahora bien, el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, ante el gravísimo escándalo de la fuga subrepticia y bien ejecutada de un grupo de mareros con espeluznante récord criminal, aún libres, ha evidenciado el fracaso rotundo de su gestión en materia de seguridad ciudadana preventiva. La atropellada renuncia pero no destitución de los funcionarios relacionados a este caso, las denuncias de uno de ellos a sus colegas y la conferencia de prensa con algunos miembros de su gabinete dejaron más dudas que certezas sobre lo ocurrido. Ante ello, el presidente Arévalo nuevamente recurre a la diplomacia de los “primeros auxilios”. El aliado estratégico al que se le solicitó ayuda no dudará en recomendar en materia de la lucha contra las maras aprender de las lecciones del presidente Bukele, que sería una herejía política para el presidente Arévalo. Ante este desastre de un gobierno evidentemente a la deriva sin un liderazgo efectivo, es deseable que la ciudadanía se manifieste cívicamente, respetando el marco democrático, para reclamar a este gobierno rectificar con transparencia, hacer una rendición de cuentas, a aceptar que por sí mismos no pueden salir del lóbrego laberinto en el que irresponsablemente se encuentran atrapados y a convocar a un diálogo nacional serio y consecuente.