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Plásticos: la guerra que debemos ganar
Es un veneno silencioso y sus tentáculos son sus partículas que viajan por el aire que respiramos.
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En Ginebra, en estos últimos días de agosto, se ha librado una batalla silenciosa, pero decisiva para el futuro del planeta. Se trató de una Conferencia Mundial para la reducción y eliminación de la contaminación por plásticos. Es en el Palacio de las Naciones, donde se desarrolló anteayer la segunda parte de la quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5.2), con un objetivo que, se esperaba, cambiase la historia.
Para 2060 la cantidad de residuos plásticos podría triplicarse, de no tomar acción.
¡Imagínense si se hubiera logrado un tratado mundial jurídicamente vinculante para frenar la contaminación por plásticos! Otro gallo nos hubiera cantado, porque al final del día los países árabes petroleros junto a Estados Unidos, China, Venezuela, Rusia y Argentina rechazaron el texto propuesto. En resumen, la oposición probablemente se originó en una combinación de intereses económicos propios, preocupaciones sobre la soberanía y la renuencia a comprometerse con cambios estructurales potencialmente costosos en industrias centrales para sus economías.
No hablamos de un acuerdo cualquiera. Los expertos lo comparan con el Acuerdo de París de 2015 en cambio climático, y está enfocado en uno de los problemas más invasivos y peligrosos de nuestro tiempo. Importante saber que este tratado buscaba regular todo el ciclo de vida del plástico: desde el momento en que se concibe su diseño, pasando por su producción y uso, hasta el destino final de sus residuos. Quizás en la próxima reunión del 2026 se logre.
Guatemala estuvo presente, representada por el viceministro de Ambiente y Recursos Naturales, Edwin Castellanos, quien además es un científico y por lo tanto, su intervención fue contundente: “Estamos inundados de plásticos que contaminan nuestro territorio y nuestros ríos y lagos. Esta realidad es el reflejo de un modelo de producción, consumo y disposición insostenible con el ambiente…”.
En su discurso, Castellanos subrayó que nuestro país ha dado pasos importantes: la implementación del Plan Nacional de Prevención de Desechos Marinos, el reglamento para la gestión integral de residuos sólidos con visión de economía circular, campañas de limpieza en playas, barreras para captar plásticos en ríos y lagos, y el diseño de una hoja de ruta para reducir la contaminación plástica con apoyo del Foro Económico Mundial.
Nos estamos ahogando en el plástico. Es un veneno silencioso y sus tentáculos son sus partículas que viajan por el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que ponemos en nuestra boca. Los microplásticos y nanoplásticos están en la sangre humana y en placentas. Y si seguimos como vamos, según EcoAvant.com, para 2060 la cantidad de residuos plásticos podría triplicarse.
En la mesa de negociaciones, países como Guatemala pidieron que el enfoque fuese integral, y tuviera financiamiento, metas claras, transferencia de tecnología y creación de capacidades. Además, Castellanos pidió sustentar las decisiones en la ciencia, integrar el conocimiento de los pueblos indígenas, reconocer las realidades de cada nación y valorar el papel de los recicladores de base, quienes sostienen gran parte del engranaje de la economía circular; y yo recalco que, si no logramos producir menos, consumir con responsabilidad y exigir a las empresas y gobiernos que cumplan con los acuerdos, nada mejorará.
Allá en Ginebra, la batalla se libró minuto a minuto entre países petroleros y el resto del mundo y, aunque esta vez no se logró el tratado, aún no hay que darse por vencidos. El plástico no tiene piedad. La historia juzgará si fuimos la generación que enterró al planeta en basura… o la que decidió luchar y ganar esta batalla.