TGW
Guatevision
DCA
Prensa Libre
Canal Antigua
La Hora
Sonora
Al Día
Emisoras Unidas
AGN

De un momento a otro
En los momentos difíciles, lo único que realmente sostiene es el amor, la familia, y esa fe que nos ayuda a seguir adelante.
Enlace generado
Resumen Automático
Un día todo parece estar bien. Hay planes, sueños, una rutina que se repite. Te preocupas por cosas pequeñas: el tráfico, el trabajo, las tareas, la agenda del día. Piensas en el futuro como algo seguro. Te molestas por detalles que, en realidad, no importan tanto.
Todos hemos experimentado alguna situación que nos mueve el piso.
De la nada, algo pasa.
Sin aviso, llega una noticia que lo cambia todo. Puede ser algo que te afecta directamente, o que le pasa a alguien que amas mucho. En ese instante, todo lo demás se detiene. Lo que antes parecía urgente ya no lo es. Lo que pensabas importante, ya no lo ves igual. Las prioridades se reordenan en un instante.
Allí es cuando entiendes lo frágil que es la vida y cómo todo puede cambiar, de un momento a otro.
Te das cuenta de que no tienes el control. Que hay cosas que simplemente no dependen de ti, por más que lo intentes. Internamente no puedes parar de cuestionar: ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué a nosotros?
La verdad es que no lo sabemos. No hay una respuesta clara. Y por más que uno busque explicaciones, a veces no las hay. La incertidumbre empieza a crecer y es en ese momento, cuando no hay certezas, que la fe se vuelve nuestra brújula.
Una fe no siempre entiende, pero confía. Una fe que cree que Dios tiene un plan, aunque no lo veamos en este momento. Una fe que pide fuerza, y también milagros. Personalmente creo que no saber qué viene no significa estar perdido, sino estar en manos de algo más grande, y que cuando no entiendo el camino, debo confiar en quien lo trazó.
En esos momentos, cuando el mundo se da vuelta y lo inesperado llega, el apoyo de la familia y los seres queridos se vuelve indispensable. A veces toca darlo, otras veces recibirlo, y ambas son igual de importantes, es parte de nuestra humanidad. Un abrazo, una palabra, una oración compartida, una muestra de empatía, una mirada solidaria y un simple gesto de aprecio sana más de lo que imaginamos. Saber que no estás solo hace la carga menos pesada.
En los momentos difíciles, lo único que realmente sostiene es el amor, la familia, y esa fe que nos ayuda a seguir adelante, paso a paso, con esperanza. La incertidumbre no se supera, se atraviesa; se enfrenta con valentía, con optimismo y con la gratitud de tener seres queridos alrededor que están con nosotros. En varias ocasiones he escuchado la siguiente frase: “A veces las pruebas más duras se le dan a las almas más fuertes, no para castigarlas, sino para transformarlas”. Puede que sea cierto.
Todos hemos experimentado alguna situación que nos mueve el piso, que nos hace navegar aguas desconocidas y nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos para salir adelante. Sacamos la fuerza que tenemos guardada en lo profundo de nuestro ser porque es la única forma de resistir, por nosotros mismos y por quienes nos ven como su pilar y roca de apoyo. Puede que no tengamos control sobre lo que está pasando, pero sí sobre cómo elegimos estar presentes los unos para los otros. Y muchas veces, es en los momentos complicados que nos reencontramos, que volvemos a apreciar lo que tomábamos por sentado y generamos una nueva perspectiva de vida, donde lo pequeño, como una sonrisa y un abrazo, cobran un mayor significado.
Genuinamente creo que así como la vida se puede frenar de un momento a otro, también el milagro puede llegar de un momento a otro. La esperanza es creer que Dios sigue escribiendo, incluso cuando no entendemos el capítulo.