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Mensaje Venezuela
La presión de Estados Unidos sobre Venezuela es un mensaje para el resto de América Latina y el Caribe.
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El 19 de enero del 2010, Puerto Príncipe, así como otros puntos estratégicos con salida al mar de Haití, amanecieron ocupados por militares de las tres fuerzas estadounidenses que llegaron a Haití en la llamada operación “Respuesta Unida”. Esta se dio siete días después del terremoto del 12 de enero en aquel país, y consistió en 17 embarcaciones, 48 helicópteros, 12 aeronaves de oro tipo y 17 mil personas. El objetivo oficial de la misma era de asistencia a la población afectada, así como la evacuación de personas políticamente importantes o que necesitaban asistencia médica. El objetivo real de la misma tenía dos elementos particulares: primero, evitar una migración masiva de haitianos a Estados Unidos solicitando refugio por un desastre natural. El otro era un mensaje al resto de países en el hemisferio occidental que consistía en que, a pesar de estar en dos guerras abiertas al otro lado del mundo (Afganistán e Irak), aún tenían las capacidades de ocupar un país en el hemisferio occidental con un gran despliegue de fuerza.
El resto de la región debe poner atención a los mensajes que vienen de Washington.
Este último punto es lo que se conoce como diplomacia tácita, que es mandar mensajes que reflejan intenciones y capacidades de uso de la fuerza en caso se agotan las opciones diplomáticas. En otras palabras, es una forma de llamar la atención sin tener que somatar la mesa. Las acciones que recientemente ha tomado Estados Unidos contra Venezuela son también un ejemplo de diplomacia tácita.
Ya van dos embarcaciones que cazas F35 destruyen en el mar Caribe en aguas territoriales venezolanas, justificando que sus tripulantes son “narco-terroristas” y, recientemente, coincidiendo con dos elementos importantes. Primero, la declaración de Donald Trump de estar librando una guerra contra los carteles de droga bajo el término de “un conflicto armado no internacional con organizaciones designadas como terroristas”, ordenando al Pentágono a “conducir operaciones en contra de estas de acuerdo con la ley de conflictos armados”. Ojo, que esto aplica también a las maras, pero esto será tema de otra columna. De momento, Trump y compañía han encontrado en Venezuela el objetivo perfecto para mandar un mensaje al resto de la región.
Primero, un cambio de régimen. La recompensa por entregar al presidente venezolano es de US$50 millones que, sumado a la presión militar de Estados Unidos contra Venezuela, han creado una olla de presión cuyo objetivo es ver quién cercano a Maduro lo traiciona, y de paso a Diosdado Cabello también, para dar un golpe en aquel país. ¿Quién tomará el poder? Ese es un problema de Venezuela, y a Estados Unidos solo le importará que sea alguien alineado a sus intereses. Segundo, y más importante: Estados Unidos manda un mensaje muy claro al resto de la región sobre sus capacidades de uso de la fuerza de forma unilateral. Designar cualquier estructura criminal como terrorista y de esta forma aplicar medidas de guerra preventiva, que fue una doctrina de política exterior bajo el gobierno de George W. Bush, pero que ahora Trump califica como conflictos “no internacionales” que obedecen a una terminología nueva que busca evadir responsabilidades internacionales como lo hizo Rusia hace tres años con su “operación especial de defensa” contra Ucrania.
De esto se trata la diplomacia tácita, de mandar mensajes a terceros sobre las capacidades de fuerza que uno ostenta. Venezuela resulta un ejemplo sencillo para Estados Unidos, dado que solo cuenta con los gritos populistas de un Gustavo Petro en Colombia. La olla de presión está puesta para Venezuela y es una cuestión de tiempo para que estalle y Trump se lleve los aplausos, pero el resto de la región debe poner atención a los mensajes que vienen de Washington. ¡Feliz domingo!