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Pilar económico fuerte y a la vez vulnerable
La estabilidad macroeconómica del país tiene su más fuerte pilar en el ingreso de remesas.
De manera constante, los flujos de remesas enviadas por migrantes desde Estados Unidos a sus familias en Guatemala han tenido una inercia de crecimiento anual, lo cual refleja también el creciente número de guatemaltecos que optaron por buscar en el Norte las oportunidades laborales que no encontraron en sus comunidades. En el primer gobierno de Donald Trump hubo un fuerte repunte de estos envíos a causa de su discurso antimigrante, el cual se refrenda en este segundo período, pero con menor tiempo para el inicio de los planes extensivos de deportación, que comenzaron en el segundo día de su mandato.
En diciembre pasado, cuando ya se tenía claro que el magnate llegaba de nuevo a la Casa Blanca con la misma promesa de abatir las cifras de llegada o estadía de migrantes indocumentados, no se dio un crecimiento excepcional en los envíos de dinero. El 2024 cerró con US$21 mil 500 millones, cifra récord, pero que seguía el patrón de aumento observado durante todo el año. Por ello es llamativo el aumento de enero del 2025: se registró 24% en el monto de remesas en comparación con el mismo mes del año pasado.
Los expertos en economía y ciencias sociales aún no coinciden totalmente en que se trate de una desesperada reacción a las agresivas políticas federales de captura y expulsión de migrantes indocumentados, pero es obvio que constituye un factor de gran incidencia, sobre todo porque más de la mitad de unos 3.2 millones de guatemaltecos radicados en EE. UU. se encuentran en situación migratoria irregular. La reciente visita del secretario de Estado Marco Rubio oficializó el objetivo de aumentar las deportaciones hasta en 40% y el gobierno se mostró aquiescente a recibirlos, aunque la situación del país no sea halagüeña.
La estabilidad macroeconómica del país tiene su más fuerte pilar en el ingreso de remesas, que ha superado los rubros de exportaciones. En la última década, el país “exportó” personas, en su mayoría jóvenes, que llegan a EE. UU. a desempeñar tareas que muchos ciudadanos no desean. Pero lo hacen a falta de opciones productivas en regiones rurales asoladas por la pobreza, las deficiencias educativas y la falta de proyectos que generen jornales de trabajo. Pero este ciclo de éxodo podría estar tocando a su fin bajo la administración de Trump, a menos que dentro de la aquiescente cooperación ofrecida figure algún plan de reforma migratoria, lo cual resulta improbable, al menos en este año.
El incremento de remesas migrantes por temor a una deportación o incluso a perder los ahorros de años podría representar un colosal ingreso de divisas para el país durante este año, pero que podría ser seguido por una fuerte caída. Este escenario debe ser previsto por las autoridades gubernamentales y económicas, puesto que una disminución en el flujo de remesas impactará en el consumo de bienes y servicios, en el ramo de la construcción y eventualmente en los niveles de ahorro.
En todo caso, la migración y las remesas tienen un alto costo para el país, porque implican la pérdida de fuerza laboral joven y la separación de familias. La inserción de guatemaltecos deportados se asoma como un desafío multisectorial que debe ser convertido en oportunidad, sobre todo porque muchos de los compatriotas traen nuevas capacidades y conocimientos, entre ellos el dominio del inglés. Por otra parte, tal como se mencionó antes, existen industrias en Estados Unidos que se verán afectadas por la escasez de trabajadores y que a menudo prefieren a los guatemaltecos por su dedicación; quizá ahí haya margen para negociar más visas temporales de trabajo.