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Mis recuerdos de Guazacapán
Guazacapán forma parte de la trilogía de viejos pueblos desde antes de la conquista, junto a Taxisco y Chiquimulilla; y son mencionados en la Recordación Florida de Fuentes y Guzmán. Ya en tiempo de la Colonia, el Partido de Guazacapán era el centro administrativo al que pertenecían los otros dos de la trilogía. Yo tengo […]
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Guazacapán forma parte de la trilogía de viejos pueblos desde antes de la conquista, junto a Taxisco y Chiquimulilla; y son mencionados en la Recordación Florida de Fuentes y Guzmán. Ya en tiempo de la Colonia, el Partido de Guazacapán era el centro administrativo al que pertenecían los otros dos de la trilogía. Yo tengo una identidad familiar con Guazacapán, pues allí está el origen de mi familia paterna, los Villegas Orantes, aunque tío Herlindo y mi papá se fueron a vivir a Chiquimulilla hace muchos años; así que todos los Villegas y Orantes de ese querido lugar, son mis parientes. Guazacapán es, o fue, un pueblo de brujos y de músicos y toda mi ralea lleva esa genética de tocar un instrumento. Por ejemplo, al maestro Lester Godínez, sus virtudes de músico le vienen de su mamá de apellido Orantes, hermana de mi prima Émora, radicados en Taxisco. Don Poncho Centeno, el padre, esposo de una tía, mi padre de nombre Juana Villegas, era músico del Conservatorio y en la primera mitad del siglo XX dirigía y tenía una orquesta de cámara con músicos de cuerda que llegaba a Chiquimulilla a amenizar las celebraciones del Corpus.
La formaban violines y chelos, con genuinos músicos guazacapanescos, a quienes don Poncho les enseñó solfa al mejor estilo de las Europas. De ahí surgieron Poncho Centeno Villegas, profesor de música, y Sergio Centeno Villegas, un diestro saxofonista que, según he sabido, se radicó en Quetzaltenango. Hay muchas cosas que contar del querido Guazacapán. En primer lugar, se le conoce como Guazacapán de las Flores, porque decían que tenía el privilegio de sus bellas mujeres, procreadas por europeo que hicieron vida allí, y los apellidos eran Menard, Comte, Ramazzini, Herincs y Pérez.
Alguno de estos extranjeros construyó una gran casa de piedra que le da un toque especial al parque y que se conjuga con su antiguo templo colonial y hoy un bello parque que en mí tiempo no existía. Para la alegre feria del 8 de diciembre, el patio de esa casona de piedra servía para el Baile social con La Gran Continental y después se utilizaba para la zarabanda de a cinco centavos por pieza. En la esquina opuesta, en la Municipalidad, otra zarabanda era amenizada por el conjunto Balajú, con músicos de Guazacapán.
No se puede olvidar también a Don Pedro, el curandero mayor del pueblo, que tenía tal fama en sus diagnósticos y prescripciones, que los visitadores médicos iban antes con don Pedro y su larga barba, para llevarle muestras médicas y después visitaban a los titulados. Recuerdo que mi madre me llevaba a Guazacpán, para encargarle a don Felix Cotton y que me hiciera un par de zapatos de categoría, como los mejores de la capital; y si mal no recuerdo, en esa calle, cuadras adelante, estaba la farmacia de don Matías Enriques, en una casa de madera de dos niveles. Y no podía faltar el equipo de fútbol de Guazacapán, en el que jugaban los hermanos Mejía y que con orgullo se llamaba Deportivo los Brujos. Qué buenos recuerdos tengo del culto e histórico pueblo Guazacapán, de su alegre feria de Concepción y estaba tan cerca, que uno podía irse por el camino viejo y llegar a pie a ese encantador municipio de la verde y calurosa costa sur.