Donar sangre salva vidas, entonces ¿por qué tan pocos lo hacen en Guatemala?

Donar sangre salva vidas, entonces ¿por qué tan pocos lo hacen en Guatemala?

En Guatemala, la vida de miles de pacientes —desde niños con leucemia hasta madres en parto de emergencia— dependen de una bolsa de sangre. Pero la donación voluntaria es casi inexistente. ¿Por qué cuesta tanto donar en un país donde la necesidad nunca para?

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18/05/2025 15:00
Fuente: Prensa Libre 

En Guatemala, la vida de miles de pacientes —desde niños con leucemia hasta madres en parto de emergencia— dependen de una bolsa de sangre. Pero la donación voluntaria es casi inexistente.

¿Por qué es tan difícil donar en un país en el cual la necesidad es tan grande? Es casi increíble, pero la vida de muchos niños depende de una transfusión de sangre tan urgente como la que necesita una víctima de un accidente aparatoso.

Un menor con leucemia puede requerir transfusiones frecuentes para mantenerse con vida, debido a que, durante las fases más intensas del tratamiento, su médula ósea queda devastada por la quimioterapia, incapaz de producir los glóbulos que el organismo necesita.

Para ellos, cada bolsa de sangre o de plaquetas representa una posibilidad más de seguir luchando. Sin embargo, en un país como Guatemala, donde la donación voluntaria de sangre es casi inexistente, ese hilo del que pende su vida suele ser tan frágil como escaso, explica Alejandra Arriola, jefe del laboratorio del Banco de Sangre Privado Doctor Carlos Moscoso.

Aunque miles de personas necesitan transfusiones cada año, en el país la donación voluntaria de sangre sigue siendo difícil, explica.

La mayoría acude a donar solo cuando un familiar lo necesita, y eso deja a los pacientes más vulnerables —como los niños con cáncer — en situación crítica, pues cuando no hay reservas suficientes en los bancos de sangre no hay tiempo para esperar.

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La doctora Arriola muestra el procedimiento técnico para extraer y procesar los componentes sanguíneos. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Cada transfusión puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Sin plaquetas, sin defensas, estos pequeños no resisten mucho tiempo. La mayoría de guatemaltecos desconocen que donar sangre puede significar que un niño viva un día más.

En silencio, sus padres enfrentan la enfermedad, el miedo y una lucha contra el tiempo. Porque, si no hay donantes, deben buscar la sangre por su cuenta y pagar por ella. El costo promedio de una transfusión procesada es de unos Q1 mil 500.

Si se trata de plaquetas por aféresis, —una técnica que implica una tecnología especial y un equipo descartable que se usa solo una vez—, el precio se duplica.

Pero no es solo el dinero, es la angustia de saber que, sin reposiciones, el banco de sangre puede quedar sin disponibilidad y que, sin esa transfusión a tiempo, el tratamiento no puede continuar, o, peor aún, que su hijo no sobrevivirá a la espera. Esta es la historia que se repite, en silencio, casi a diario, en los hospitales.

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Las plaquetas, de tono amarillo, son uno de los componentes que se obtienen de cada donación de sangre. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Una realidad dura que expone con crudeza lo que se afronta por falta de donación voluntaria de sangre.

Necesidad de muchos

En el Hospital General San Juan de Dios, las transfusiones son esenciales para salvar la vida de mujeres que afrontan complicaciones en el parto. Los pacientes con enfermedad renal, por ejemplo, suelen desarrollar anemias severas que también requieren ese tipo de apoyo.

Una parte considerable de las reservas en el banco de sangre se destina a personas que han sufrido accidentes de tránsito o heridas por arma de fuego, pues solo pueden sobrevivir gracias a transfusiones a tiempo, pero estos casos representan gran demanda de sangre en los hospitales.

A este grupo se suman quienes se deben someter a una operación y pacientes con trastornos de coagulación u otras condiciones médicas complejas, lo que deja en evidencia la creciente necesidad de donaciones que enfrentan los bancos hospitalarios.

Una donación de sangre puede beneficiar hasta a tres personas, pues se separan cuatro componentes principales: glóbulos rojos, plasma, plaquetas y crioprecipitado.

Cada caso requiere una atención distinta y en la medicina transfusional moderna se aplica una estrategia conocida como terapia guiada por objetivos: se administra únicamente el componente que el paciente requiere, de forma precisa y personalizada.

Esta práctica permite aprovechar al máximo cada donación, pues cada componente cumple una función específica. Por ejemplo, los glóbulos rojos son fundamentales en el tratamiento de anemias causadas por deficiencia de hierro, vitaminas o enfermedades crónicas como insuficiencia renal.

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Cada bolsa de sangre puede salvar hasta tres vidas si se separan sus componentes. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

El plasma se utiliza en trastornos de coagulación, enfermedades hepáticas o condiciones hereditarias que impiden una correcta cicatrización.

Las plaquetas son indispensables en cuadros de dengue, pues su reducción puede provocar hemorragias severas y, finalmente, el crioprecipitado, que es un derivado del plasma, está indicado para tratar deficiencias específicas de factores de coagulación que no responden a otras terapias.

Pese a que la necesidad es constante, en Guatemala no todos los tipos sanguíneos se consiguen con la misma facilidad. Arriola explica que el grupo sanguíneo más común es el O positivo, presente en más del 70% de la población, seguido del A y B positivos.

Pero no todo es tan sencillo. Los grupos RH negativos son los verdaderos retos del sistema de salud. “Las personas con sangre RH negativa solo pueden recibir sangre del mismo tipo, lo cual representa un gran desafío cuando se requiere una transfusión urgente”, señala Arriola. Estos casos no son aislados.

Sin importar el tipo sanguíneo, cuando no hay disponibilidad inmediata de sangre compatible, la situación puede tornarse crítica. “Si no se consigue sangre compatible de ese mismo grupo, sí podemos correr el riesgo de no tener sangre para transfundir, y sin sangre no hay vida”, advierte. Por ahora no existe un sustituto desarrollado científicamente, señala.

“Hasta hoy, no existe un medicamento que pueda reemplazar las funciones esenciales de la sangre. Siempre debe provenir de donaciones humanas voluntarias”, afirma. El desafío no termina en conseguir donantes, también está presente en el manejo y almacenamiento de los componentes sanguíneos.

Los glóbulos rojos pueden conservarse hasta 42 días; el plasma, hasta un año, si se congela, pero hay uno especialmente sensible: las plaquetas. Estas solo duran cinco días.

“Las plaquetas tienen una vida útil muy corta. Si no recibimos donaciones constantes, no podemos asegurar la disponibilidad para los niños que las necesitan para sobrevivir ”, refiere. El panorama obliga al personal médico a tomar decisiones difíciles a diario.

Separadas del resto de la sangre, este concentrado de plaquetas es un componente vital usado en tratamientos oncológicos y quirúrgicos. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Arriola lo admite: “Tenemos que priorizar a los pacientes más críticos, distribuir las plaquetas disponibles según la urgencia de cada caso, y rezar para que lleguen nuevos donantes”.

Demanda incumplida

La necesidad de sangre en los hospitales guatemaltecos es permanente y crítica. Solo el Hospital General San Juan de Dios, uno de los más grandes y concurridos del país, necesita entre tres mil 200 y tres mil 500 unidades de sangre al mes para cubrir cirugías, emergencias, partos y tratamientos crónicos.

Sin embargo, solo logra recolectar entre el 45 y 50 por ciento de esa demanda; es decir, alrededor de mil 400 a mil 750 unidades mensuales, según Lesly Rodríguez, jefa del banco de sangre de este centro asistencial.

El problema principal no es nuevo: la cultura de donación voluntaria es extremadamente baja. Del total de sangre que recibe el San Juan de Dios, el 95 por ciento proviene de donaciones por reposición; es decir, de familiares o amigos del paciente, y solo el 5 por ciento corresponde a donaciones voluntarias, lo que equivale a entre 160 y 175 unidades mensuales, en buenos meses.

Una situación similar se vive en otras instituciones. En Guatemala existen 88 bancos de sangre registrados en el Ministerio de Salud y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). La cartera en sí administra 42 servicios de medicina transfusional, pero la cobertura es desigual y no todos los centros cuentan con los recursos necesarios para mantener reservas adecuadas.

Igual en centros privados

En bancos privados o institucionales, la realidad no es muy distinta. Una laboratorista que trabaja en un banco de sangre con demanda alta explica que, para cubrir entre 500 y 600 transfusiones semanales, requieren de 150 a 200 donantes por semana, es decir, 30 a 40 donaciones diarias.

Aunque cada unidad de sangre puede dividirse en varios componentes (glóbulos rojos, plaquetas y plasma), que permiten atender a varios pacientes, esto no reduce la presión constante.

“Sin esa base mínima de donaciones voluntarias, nos arriesgamos a no poder responder a una emergencia”, advierte, en un contexto donde la donación ética y voluntaria es clave, especialmente porque la sangre se ha convertido en un mercado clandestino y lucrativo en algunos sectores.

El panorama no mejora en los esfuerzos de captación externa. Según la Cruz Roja Guatemalteca, que trabaja activamente en jornadas para promover la donación altruista, se ha logrado cubrir entre 30 y 40 por ciento del total de unidades captadas al año en sus campañas hasta alcanzar unas tres mil unidades.

No obstante, incluso esa cifra resulta limitada ante la demanda nacional.

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La sangre O+ es compatible con la mayoría de los pacientes y suele agotarse rápidamente en los bancos. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Francisco Gómez, coordinador de un equipo de cuatro personas encargadas de organizar estas jornadas, señala que en los últimos cinco años las donaciones voluntarias solo representan, en promedio, un 5 por ciento del total de sangre recolectada en el país.

“Esto refleja claramente que la cultura de donación aún es muy baja en Guatemala”, comenta. Para revertir este escenario, la Cruz Roja trabaja con un equipo multidisciplinario que no solo gestiona campañas, sino también elabora material educativo y consigue ayuda.

Con este apoyo producen trifoliares, infografías y otros recursos para informar sobre el proceso de donación, desmontar mitos y crear confianza entre la población, con el objetivo de fomentar una cultura de donación más sólida.

Dos personas se preparan para el proceso de extracción de sangre. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Un gesto accesible

En situaciones de emergencia, muchas personas quisieran ayudar, pero no siempre cuentan con los recursos económicos para hacerlo. Sin embargo, hay una forma solidaria y valiosa de contribuir: donando sangre de manera voluntaria.

La sangre voluntaria es más segura, ya que proviene de personas sanas y solidarias. “La del voluntario es como oro con diamantes”, explican desde los centros de donación. No es necesario ir en ayunas: basta con evitar comidas grasosas.

El llamado es a acudir a bancos de sangre públicos, ya que ahí es donde se almacenan las reservas que salvan vidas en emergencias, cirugías o tratamientos complejos. Estos centros no siempre cuentan con suficientes donantes, y dependen en gran medida de la generosidad voluntaria para atender la demanda.