Caminos de tolerancia

Caminos de tolerancia

En esencia, la tolerancia es el reconocimiento activo de los derechos de los demás por parte de individuos, grupos y Estados.

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16/11/2025 00:05
Fuente: Prensa Libre 

“La tolerancia ilimitada conduce a la desaparición de la tolerancia”, advertía el filósofo Karl Popper, en una lúcida advertencia acerca de cómo los despotismos, las prepotencias y hasta la misma violencia suelen utilizar pretextos de supuesta libertad en el intento de coartar libertades ajenas. Exactamente un 16 de noviembre de hace 20 años se firmó la llamada Declaración de Principios sobre la Tolerancia de la Organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura, en el año dedicado a impulsar esa actitud de aceptación, que no es claudicación.

En esencia, la tolerancia es el reconocimiento activo de los derechos de los demás por parte de individuos, grupos y Estados. La tolerancia permite escuchar las ideas de los demás y habilita para ser escuchado por otros. Se trata de una actitud fundamental para la vida cotidiana, pero que en ocasiones se ve coartada por visiones extremistas que a la larga niegan la dignidad universal de la persona. La tolerancia no es debilidad ni neutralidad sin brújula, es una confluencia de valores integrados y en acción.

Con cuánta frecuencia, lamentablemente, se exhibe intolerancia en donde más debería existir; por ejemplo, en las organizaciones políticas, que están llamadas a buscar el entendimiento, el consenso, las confluencias en favor del bien común. Las voces disidentes suelen ser acalladas, peor aún si reclaman por la cerrazón de caudillos. Así es como surgen intentos de censura, reyertas intestinas y también discursos demagógicos que hasta llegan a sonar llamativos, pero que carecen de sustancia. En repetidas ocasiones se exhibe la alergia politiquera cuando se cuestiona la concreción de ofrecimientos, la veracidad de postulados o la coherencia de acciones. Suele haber un interés oculto, mezquino y manipulador detrás de la intolerancia.

Ser tolerante no es carencia de convicciones; por el contrario, para dialogar con quien piensa distinto, primero hay que tener bien clara la identidad personal y asumir la posibilidad de que el encuentro mejore algo, comenzando por la capacidad de encontrar coincidencias interculturales, interreligiosas, internacionales. Para eso surgió el Día de la Tolerancia, que se conmemora hoy.

La sola idea de la convivencia democrática, del diálogo político, de los pesos y contrapesos del Estado conlleva un fundamento ético de respeto y apertura. A su vez, esto implica un repudio total a cualquier forma de violencia, a todo mecanismo que amenace la vida y la dignidad de la persona, a cualquier ideología que conculque derechos. Por ejemplo, la conferencia de los obispos de Estados Unidos acaba de emitir un comunicado en el que cuestiona el uso excesivo de fuerza, denuncia criterios prejuiciosos de operativos contra migrantes y pide respeto a las leyes.

No es que los prelados estén en contra de las regulaciones migratorios, pero llaman a poner coto a los abusos, a toda forma de discriminación, a la separación de familias. Habrá que ver si la respuesta refleja tolerancia o empecinamiento. Tolerancia es reconocer interlocutores, saber escuchar y también rectificar. Se trata de una habilidad que permite identificar las mejores prácticas para beneficio de las comunidades. Las dictaduras que sojuzgan a países como Nicaragua o Venezuela ilustran lo abyecto que puede ser la intolerancia.