Cita con la historia

Cita con la historia

El aserto de Machado es un cuestionamiento a todo ciudadano, de cualquier país, tentado por populistas, por caudillismos autoritarios, por la polarización inducida para dividir y confundir.

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14/12/2025 00:05
Fuente: Prensa Libre 

Esta semana ocurrió, lejos del ojo público pero en uno de los puntos geopolíticos actuales más sensibles del planeta, una azarosa odisea: la ruta furtiva de la líder opositora venezolana María Corina Machado, quien permanecía oculta en su país y salió a través de una alambicada ruta de tierra y mar con rumbo a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz, en Estocolmo, Suecia, como si tal viaje fuese una metáfora premonitoria del crepúsculo de la dictadura chavista, que ha sumido en la miseria a una nación otrora próspera y democrática.
Machado llegó tarde a la ceremonia, pero no a su cita con la historia, que comenzó hace dos décadas, cuando promovió un referendo revocatorio del mandato del caudillo populista Hugo Chávez, en el 2004, cuando aún no había ocurrido la debacle económica, industrial y migratoria venezolana. Entonces podía parecer que el discurso era alarmista y exagerado. Por desgracia, era acertado. Solo falló en prever los alcances de la barbarie. El chavismo no solo fue desastroso, sino se tornó criminal.


“Incluso la democracia más fuerte se debilita cuando sus ciudadanos olvidan que la libertad no es algo que debamos esperar, sino algo a lo que debemos dar vida”, fueron las palabras de Machado, leídas por su hija Ana Corina Sosa, al recibir el premio en nombre de la gran ausente, y presente a la vez, quien aún sobrevolaba el Atlántico el 10 de diciembre. Otro símil: Machado ha tenido que vivir en la clandestinidad para no ser capturada, bajo cargos de supuesta “traición”.


Como en tantos Nobeles de la Paz, el reconocimiento a una persona no solo evoca un viaje personal, sino a una comunidad. El Nobel de la Paz 2025 corresponde a cada venezolano criminalizado por una justicia servil a la dictadura, a cada familia que ha tenido que migrar, a vivir miseria y vergüenza en suelo ajeno, debido a la satrapía, a cada líder opositor que ha erguido la cabeza y enarbolado el reclamo de retorno al estado de Derecho. El aserto de Machado es un cuestionamiento a todo ciudadano, de cualquier país, tentado por populistas, por caudillismos autoritarios, por la polarización inducida para dividir y confundir.


Como todo Nobel, este no está libre de controversias. Machado dedicó el premio al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien mantiene constante presión contra el régimen de Nicolás Maduro y ha avalado ataques contra embarcaciones venezolanas, supuestamente cargadas con narcóticos: una ofensiva impulsada por el discurso antidrogas, que por cierto perdió una rueda cuando Trump indultó al exgobernante de Honduras Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años por narcotráfico y cuyo país tiene hoy un conteo electoral varado e incierto.


La dictadura venezolana está prácticamente aislada y sus únicos aliados son otros regímenes despóticos, a los cuales vende o regala petróleo, tesoro nacional que se convirtió en incentivo perverso. “Cuando comprendimos cuán frágiles se habían vuelto nuestras instituciones, ya era tarde”, acotó el discurso leído en una voz que no era la de la nobel, lo cual le confiere mayor valor simbólico como invitación constante para atender la cita histórica personal y colectiva de defender las libertades universales y reclamar un desarrollo integral.

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