Eucaristía e Iglesia

Eucaristía e Iglesia

Recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo implica una comunión real con el mismo Dios.

05/06/2021 00:03
Fuente: Prensa Libre 

Mañana celebra la Iglesia católica la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. A lo largo de los siglos y también en la actualidad, las controversias intraeclesiales y también las intereclesiales acaban manifestándose en torno a este sacramento.

Tres son los puntos discutibles. El primero se refiere a la densidad de la presencia de Cristo en el pan y el vino eucarístico. Fiel al realismo de los autores del Nuevo Testamento, la Iglesia católica sostiene que en la eucaristía está Cristo presente real y sustancialmente. Por eso en la Iglesia este sacramento recibe la misma adoración que se le tributa a Dios. La comprensión de cómo sea esto posible ha sido motivo de reflexión desde los inicios del cristianismo. Y por supuesto, las disidencias de esa comprensión realista han existido también desde el principio, y se acentuaron a partir de la Reforma. Hoy hay comunidades cristianas evangélicas que hacen memoria de la cena del Señor, pero consideran que se trata de una evocación del gesto de Jesús como recuerdo de su entrega en la cruz y una invitación al amor fraterno. Los católicos compartimos ese significado acentuado por la convicción de la presencia real de Cristo.

La segunda cuestión se refiere a las condiciones para que ese realismo se dé. ¿Cómo es posible que un pedazo de pan y un poco de vino adquieran condición divina? La capacidad de transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo resucitado es propia solo de Dios Creador. En la Iglesia católica existe la convicción de que el Espíritu Santo actúa eficazmente a través de las instituciones eclesiales, de modo que donde se dé válidamente la estructura ministerial procedente desde antiguo, allí sigue Dios actuando para realizar la transformación sustancial del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los obispos y presbíteros debidamente constituidos son la institución que respalda el realismo eucarístico, pues Dios se ha comprometido a actuar a través de ellos para la salvación de la humanidad.

En tercer lugar, el punto de debate actual gira en torno a quién puede o no acceder a la eucaristía. Puesto que recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo implica una comunión real con el mismo Dios, el primer requisito necesario desde el principio fue que quien comulga esté libre del pecado que nos aleja de Dios. El bautismo, el arrepentimiento de los pecados cometidos después del bautismo, el sometimiento al proceso penitencial son requisitos básicos. El segundo ha sido la permanencia en la unidad de la fe católica. En torno a estos dos puntos giran las controversias más acerbas y peligrosas de nuestros días. Es un debate que supone un debilitamiento de la fe en el realismo eucarístico en aquellos católicos que impulsan las posiciones disidentes. En Estados Unidos los obispos debaten si admitir a la comunión a políticos católicos que promueven leyes favorables al aborto, a la eutanasia, al matrimonio igualitario, prácticas contrarias a los mandamientos bíblicos. Desde algunas instancias eclesiásticas se sugiere que situaciones objetivas en la vida de los creyentes que contradicen los mandatos de Cristo, como haberse divorciado y vuelto a casar civilmente con otra pareja, no son obstáculo para acercarse a la comunión. En Alemania, algunos obispos proponen que la plena comunión en la fe deje de ser requisito para acceder al sacramento, que se reforme teología del ministerio eclesiástico y la misma comprensión de la eucaristía. En algunos casos católicos y luteranos ya reciben indistintamente la comunión en una y otra iglesia. Las reformas en los elementos de la identidad católica acaban por modificar también la comprensión de la eucaristía.