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Arévalo acierta al pedir ayuda para las elecciones
Guatemala no está capacitada para asegurar elecciones transparentes.
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En su discurso pasado en la ONU, Bernardo Arévalo estuvo en lo cierto cuando solicitó ayuda internacional para realizar en forma correcta el proceso electoral del 2026 y la primera vuelta de junio. El resto estuvo lleno de buenas intenciones, repeticiones, auto apoyo de sus logros, por cierto escasos. Es un año complicado políticamente, al terminar el período de la jefa del Ministerio Público, del Tribunal Supremo Electoral y de la Corte de Constitucionalidad, además del inicio de la campaña presidencial y de los congresistas. Todos esos datos ya son conocidos por la llamada comunidad internacional, y allí causan sospechas de corrupción, y en Guatemala de consternación.
Bernardo Arévalo estuvo en lo cierto al solicitar ayuda internacional para realizar proceso electoral correcto en el 2016.
Las posibilidades de elecciones y cambios de puestos dolosos, son enormes, creo yo imposibles de no repetirse. Varios elementos contribuyen, entre ellos la multiplicación de pseudopartidos de politiqueros soñadores e ilusos, deseosos en gastar inútilmente su dinero para obtener menos del 2% de los votos. La CC es otra entidad, junto con el Congreso, cuyos miembros deciden autoaumentos vergonzosos, y algunos alcaldes sueñan con ascender económicamente e incluso hasta divulgar fotos con collares y anillos de oro en ciudades extranjeras. Esto sobresale en los municipios pequeños, de pronto llenos de vehículos y residencias de lujo. Es una realidad y un secreto a voces, aunque en la capital se conozca poco de su verdadera y lamentable dimensión.
Ante esta realidad, Guatemala no está capacitada para asegurar elecciones transparentes. A causa de la importancia de este país y de Centroamérica, el interés por al menos reducir el narcotráfico grande o de menudeo, ya empezó a manifestarse, por ejemplo, con el arreglo y ampliación de los puertos guatemaltecos, fronteras porosas. Pero también la justicia, la interpretación constitucional y el congreso necesitan ser intervenidos por un estado de derecho, junto con la organización de las elecciones, capaces de regresar a la calidad y la confianza popular presentes con el inicio de la democracia, talvez ilusa, de 1986, ahora convertida en un descaro de corruptocracia, por tanto rechazada por los países amigos y las entidades internacionales, como la misma ONU.
Arévalo, entonces, no se equivocó al solicitar la ayuda foránea. Esto no significa aplauso de su accionar y decisiones propias o la escogencia de sus colaboradores. Significa solamente calificar de manera positiva la solicitud de esta parte del discurso en la ONU, pero sobre todo de admisión de una realidad dolorosa, dura, y muchas veces increíble. Significa además la posibilidad de saber cómo, dónde y en qué momento solicitar ayuda, y a mi criterio, estar convencido de la repetición de todas las demás repeticiones electorales anteriores: la derrota del partido oficial y la ironía de estar débil por ser el candidato de este. En todos los países resulta una ventaja, menos en Guatemala, donde siempre se vuelve lastre debido al sempiterno voto de castigo y rechazo mayoritario.
Por supuesto, esta conclusión está basada en un análisis sereno de las acciones individuales, no en odios o amores basados en las personas. En este canasto se incluyen las mentiras u “olvidos” de las promesas de campaña, convertidos en zombis políticos salidos de esa oscura tumba donde yacen para siempre. También este análisis toma en cuenta la equivocada pero tan terca decisión de pensar en el olvido político sembrado en los ciudadanos. Pese a ello, la participación de esa comunidad internacional es útil porque tiene una mayor memoria y esta permite no tanto al país ayudado, sino a sí mismos porque evidentemente les causa beneficio a ellos. Como ejemplo, los enemigos de Estados Unidos, si son también de Guatemala, se convierten en nuestros amigos.