Quijotes verdes

Quijotes verdes

Los niños y jóvenes suelen ser quienes mejor comprenden las consecuencias de tirar una bolsa de basura por la ventanilla, de cazar especies en peligro de extinción o de las emanaciones vehiculares sin control.

05/06/2022 00:05
Fuente: Prensa Libre 

En el Día Mundial del Medioambiente, es necesario advertir que el avance de la destrucción de bosques, contaminación de mares y exterminio de especies de fauna y flora han conducido a que en efecto nos reste menos de “medio” ambiente. Aun así, los gobiernos continúan asumiendo políticas de conservación más bien permisivas y poco vigiladas, bajo el pretexto de no desalentar la inversión.

Si bien es cierto que se necesita de actividades productivas agrícolas e industriales, las mismas pueden y deben coexistir con normas de sostenibilidad que aseguren un entorno para quienes viven de ellas; léase, agua, tierras de cultivo, aire respirable y recursos naturales que sostengan el ciclo de la vida. Países como Guatemala tienen la inmensa fortuna de contar con un tesoro de bosque tropical, en el cual yacen cientos de ciudades prehispánicas, un auténtico paraíso para el turismo. Pero para que tal bendición perdure, es necesario detener ya las incursiones de depredadores madereros, cazadores furtivos y colonos que traten de abusar de las normas de las zonas protegidas de usos múltiples.

Pero no solo en la selva se encuentra la posibilidad de contribuir con los ecosistemas, pues al fin y al cabo la ecología es una ciencia que no solo se dirige a la preservación de plantas y animales salvajes, sino al estudio de diversos factores del ambiente y su interacción con la actividad humana.

Existe un relato del escritor alemán Hermann Hesse, Nobel de Literatura 1946, titulado La ciudad, el cual comienza con un obrero gritando: “Esto avanza”, durante la construcción de las primeras viviendas de un pueblo, que poco a poco se convierte en ciudad y llega a ser una importante metrópoli de miles de habitantes. Sin embargo, por el deterioro de la convivencia y la escasez de recursos como el agua, comienza a decaer hasta ser abandonada. Y finaliza con un pájaro carpintero que picotea un tronco mientras exclama: ¡Esto avanza! Una metáfora de transformación y un fuerte llamado de atención acerca de la necesidad de cuidar lo que el papa Francisco denominó, acertadamente, “la casa común”. Lamentablemente, la contaminación de aire, agua y tierra continúa.

Por ello son especialmente significativos y dignos de elogio los esfuerzos emprendidos por personas, colectivos e instituciones dedicados al rescate ambiental. Emprender la recolección de basura en un paraje, fotografiar aves para estimular su conservación, reclamar plantas de tratamiento de aguas residuales o salir a sembrar árboles son actos de verdaderos quijotes, entendiéndose por esta palabra una especie de sana locura que desafía a la indiferencia.

Los niños y jóvenes suelen ser quienes mejor comprenden las consecuencias de tirar una bolsa de basura por la ventanilla, de cazar especies en peligro de extinción o de las emanaciones vehiculares sin control. Tiene sentido, porque son ellos los que heredarán esta Tierra herida por décadas de irresponsabilidad e inconsciencia. Las autoridades de instituciones ambientales del país tienen un compromiso vital con esas generaciones y con el resto de la población. No hay atenuantes ni pretextos para cualquier incumplimiento u omisión. Son los legalmente llamados a encabezar una nueva era de protección ambiental, junto a toda Guatemala.