Alejandro Ortiz
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Estar en la disposición de compartir con niños puede ser una fuente de perspectiva para los adultos y su mundo lleno de atribuciones y rigidez.
¿Cuántas veces no nos hemos sorprendido cuando algún niño, desde su inocencia y genuina honestidad, nos dice algo “fuera de lugar” o “imprudente” que termina poniendo en duda nuestra autopercepción? Entre los comentarios suelen destacar impresiones suyas sobre la realidad que dista a la misma perspectiva de un adulto, por lo que esos tiernos comentarios pueden llegar a desestabilizar un diálogo.
Lejos de ver la diferencia de edades como una contraposición de experiencias donde los adultos pueden asumir una postura de “yo sé más”, el encuentro con las percepciones de los niños puede generar un encuentro de vida más enriquecedor. Aun así, se trata de una tarea que implica tiempo, voluntad y apertura.
La psicóloga clínica Adalyd Belloso apunta que esto puede verse impedido muchas veces en la adultez, ya que las personas nos asumimos dentro de dinámicas de responsabilidad más inmediatas y cotidianas que van desde el trabajo al estudio, por lo que no siempre estamos tan conscientes de la importancia que tiene la experiencia de quienes están en la primera edad.
Manuela Méndez, también especialista en salud mental, apunta que no siempre será posible que estemos anuentes sobre la importancia de la niñez siendo adultos, ya que muchas personas incluso inician a formar a los niños desde una perspectiva adulta donde el patrón de crianza no permite el desenvolvimiento, la experimentación, la interacción o el fallo; por lo que estos no suelen experimentar sus etapas de desarrollo “de manera adecuada”.
Las responsabilidades, las relaciones sociales y la maduración de pensamientos influyen en esa desconexión de la idea sobre la importancia de la niñez. “Mientras vamos creciendo, vamos aprendiendo y adaptando nuevas situaciones que nos van orientando a tomar cierta conducta, la cual en su mayoría no incluye la inocencia y libertad de un niño“, señala Méndez.
¿Y por qué insistir en la relación de los adultos con los niños -o mejor dicho- en el retorno de la mirada hacia el pasado que todas las personas hemos transcurrido?
De acuerdo con Manuela Méndez, más allá de tratarse solamente una relación con los niños, lo cierto es que podemos aprender de cualquier persona, en cualquier momento de su vida. “La vinculación es importante porque nos brinda un amplio conocimiento de diferentes perspectivas de vida, comportamientos y pensamientos, los cuales nos forman como persona y nos dan las herramientas necesarias para mejorar algún aspecto que consideremos oportuno“, comparte la psicóloga.
La vinculación con las demás personas, incluyendo también a los niños, puede generar un llamado a la realidad a despejar la mente de la cotidianidad que suponen todas las responsabilidades. Por lo tanto, las psicólogas recomiendan que haya una interacción de tiempo de calidad con la niñez y tratar de encontrar el aprendizaje en cada ocasión.
En medida que se fomente la relación con los niños y las niñas de nuestros círculos cercanos, los adultos podríamos encontrar una amplia gama de posibilidades y revelaciones sobre sus conductas. Estas pueden ser algunas:
Es importante recordar que todo adulto también fue un niño, por lo que es necesario empatizar y encontrar un balance con la realidad que supone a los actuales menores de edad. Para esto, también se debe procurar el acercamiento en las dinámicas desde las cuales coincidimos con nuestros niños allegados.
Por un lado, es importante que desde estos mismos espacios evitemos inducir a los menores a creencias o actitudes que son del todo adultas, ya que esto provocaría en ellos una obligatoriedad a comportarse.
“Se debe evitar creer que somos superiores por la experiencia que tenemos o porque solo nosotros podemos enseñarles a los niños. Al final todos somos seres humanos y podemos enseñarnos mutuamente. El niño puede recordarnos cosas que se nos han escapado en la experiencia de vida”, comparte la psicóloga Adalyd Belloso.
Manuela Méndez señala que es responsabilidad de todos los adultos encontrar espacios donde los niños puedan desenvolverse de manera adecuada y libre, y en donde los mayores de edad deben estar presentes. Es allí que podrían fomentarse los aprendizajes de los niños hacia los adultos a través de conversaciones, observación y el compartir.
“Se debe fomentar en cualquier momento del día, siempre que la persona adulta esté cerca del niño. Esto con el fin de propiciar como adultos a que no olvidemos la vinculación con nuestro propio niño interior“, comparte Méndez.