Monolitos de discordia, un choque religioso en la ciudad
La Constitución garantiza el derecho a la religión, limitado al orden público y el respeto a otros credos.
De ellos, nadie se declara dueño. Nadie fue su dueño, ni autor. Ni material, mucho menos intelectual. Por lo visto, aparecieron de la nada. Primero uno, luego dos. Cinco, diez, y ahora son docenas los que se yerguen en banquetas, arriates, intersecciones y pasos peatonales. Algunos, incluso, sobre monumentos históricos cuya naturaleza misma es la de ser intangibles. A partir de hace meses, en los espacios públicos de la Ciudad de Guatemala, se ha multiplicado la subrepticia aparición de monolitos (monumentos de concreto de una sola pieza) que imponen al público colectivo imágenes religiosas. Católicas, para ser específicos. Cada una luce una pintura de algún santo o Virgen en particular. Son estelas hechas con peculiar dedicación y profesionalidad. Se nota que hay cabeza y organización detrás de tal simbología. El área física que ocupan es importante. Pero varias preguntas me surgieron desde que las vi proliferar, apoderándose inconsultamente de la ciudad capital.
¿Quién paga este esfuerzo? Un par de ingenieros consultados hicieron una estimación de estas lápidas erguidas que no son meras construcciones improvisadas. Por sus materiales, cimientos fundidos, trabajo de albañilería y arte incorporado, ambos coincidieron en que habrán de tener un costo dentro de un rango de Q1,500 hasta Q2,500, cada una. No tengo forma de calcular aquí cuántas hay en total, pero son decenas ya. ¿Quizás llegarán a un centenar, o más? En mi trayecto al trabajo conté una docena. Solo en mi manzana hay 3. Lo que lleva a una segunda interrogante:
¿Quién permite tan flagrante toma del espacio citadino para un fin que no es público? Han gozado de un trato distinto al que recibe quien se ve obligado a actuar en clandestinidad. Tienen la venia de la autoridad. Esto es cierto y claro al ver los espacios que han tomado, que son los más notorios en los principales bulevares y calles de la ciudad. Y de saber que montarlos requiere suficiente tiempo para ser observados por dicha autoridad. Y también al ver que ha transcurrido tiempo desde que inició este movimiento, sin ninguna reacción conocida del orden.
Se pregunta uno entonces ¿Cuál es el fin de montar una especie de cruzada con simbología católica? ¿De invertir decenas o centenas de millares de quetzales para usurpar el espacio público con simbología de una fe particular? Y de permitirlo. ¿Posiblemente, incluso, de participar del ello desde la autoridad municipal? ¿Tiene esto que ver con la estrategia de políticos y politiqueros que ondean banderas religiosas y morales con fervor, mientras rehúyen la fiscalización por sus acciones? ¿Tiene esto que ver con las venideras elecciones nacionales? ¿Es Guatemala un Estado secular?
La religión es un derecho garantizado por la Constitución. Pero esta impone el límite del orden público (Artículo 36). Impone también el respeto a los fieles de otros credos. La abrupta y pronunciada proliferación de construcciones de imágenes religiosas que usurpan inconsultamente el espacio público viola el derecho de ciudadanos que no profesan dicha fe. Y, también viola el derecho de los ciudadanos que sí profesan dicha fe, pero que defienden maduramente el Estado laico. Levanta discordia e ira, lo cual se evidenció con un contrataque reciente (también clandestino) que se ha dedicado a destruir -a martillazos- esos y otros símbolos católicos, incluso, de más trayectoria histórica en la ciudad. ¿Fue esta cruzada de monolitos la que provocó la reciente destrucción de la escultura de Isabel la Católica y otros monumentos en la zona 1? ¿Nos llevan los intereses políticos a un enfrentamiento religioso en Guatemala? Y la autoridad edil ¿Acaso tiene vela en este entierro?