Triste Ciudad de Guatemala
Fantasea con irse a otro lugar. Aquí, mañana se ve peor.
16:20, viernes 2 de septiembre de 2022. Sale temprano del trabajo, quiere descansar en su casa. El recorrido por delante es menor a 5,900 metros. Pero de nuevo la ciudad es un gigantesco atolladero de carros que no se mueven.
17:00. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro. Conduce el carro.
17:37. Pasa una ambulancia que revuelve aún más el tráfico. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro. Sigue en el carro.
18:00. El sol empieza a ponerse en el horizonte. No lo puede creer. Pasó ya más de hora y media, y apenas va por la mitad de su camino. Sigue en el carro y su carro se siente prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión. Su carro es prisión.
18:10. Sigue en el carro. Pasa una fila de radiopatrullas y policías que custodian un auto que parece oficial. Ya desesperado, lo maldice con aún más ahínco que el corriente, imaginando qué calaña de politiquero habrá de ir ahí adentro. Su carro es prisión, y está desesperado. Está desesperado. Está desesperado. Está desesperado. Está desesperado. Está desesperado. Está desesperado. Sigue en el carro, su carro es prisión, no tiene a dónde más ir, y está desesperado.
19:00. Pronto habrán pasado tres horas y sigue en el carro. Escucha al vocero de la Ciudad de Guatemala justificar el desastre con un derrumbe ocurrido no sé dónde. Le parece impensable que la ciudad aún la gobierne la misma incompetencia. Resignado sigue en el carro, pero lo invade la frustración. Lo invade la frustración. Ya va desesperado. Va frustrado y va muy desesperado. No hay más a dónde ir. Sigue en el carro, pero ya va triste y desesperado.
19:15. Superado y desesperado, exhausto y enfadado, gira hacia la calle que lo lleva por fin a su residencial. Los otros conductores no le dan paso para girar. La histeria se apoderó de la colectividad. Pero es una histeria que no estalla, sino que apacha, como la imagen de la lluvia que cae sobre esta triste ciudad. Se siente cansado. Se siente cansado. Se siente cansado. Se siente cansado. Se siente cansado. Se siente cansado. Se siente triste, agobiado y cansado.
No le quedó humor para jugar con los niños. Ya en casa, responde un poco mal a una pregunta que no merecía enfado. Los planes previos quedaron como ingenua ilusión. Fantasea con irse a otro lugar. Aquí, mañana se ve peor.