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Cómo Putin ve la guerra en Ucrania a través del lente de la gloria perdida de Rusia
Tras la cumbre del viernes, el presidente Putin volvió a insinuar que la guerra tiene que ver con el estatus disminuido de Rusia desde la caída de la Unión Soviética.
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Tras todas las conversaciones previas a la cumbre sobre el intercambio de territorios y los tecnicismos de un posible alto al fuego en Ucrania, el presidente Vladímir Putin dejó claro tras su reunión en Alaska con el presidente Donald Trump que su mayor preocupación no era el fin de tres años y medio de derramamiento de sangre, sino lo que denominó la “situación en torno a Ucrania”, código para su habitual letanía de agravios por la gloria perdida de Rusia.
Putin retomó los rencores que expresó airadamente por primera vez en 2007 en una conferencia sobre seguridad celebrada en Múnich (y que revivió en febrero de 2022 para anunciar y justificar su invasión a gran escala de Ucrania) y exigió, en sus declaraciones posteriores a la cumbre de Alaska, que “debe restablecerse un equilibrio justo en la esfera de la seguridad en Europa y en el mundo en su conjunto”.
Solo así, dijo, se eliminarían “las causas primordiales de la crisis” en Ucrania, abreviación que usa el Kremlin para referirse al estatus disminuido de Rusia desde que perdió la Guerra Fría con el colapso de la Unión Soviética en 1991 y el fin de la hegemonía de Moscú sobre Europa Oriental.
Putin no mencionó directamente la guerra. Dijo solamente que “estaba sinceramente interesado” en detener “lo que está ocurriendo” porque rusos y ucranianos “tienen las mismas raíces” y “para nosotros, esto es una tragedia y un gran dolor”. Presentar a Rusia como víctima de la guerra que inició ha sido un elemento básico de la propaganda del Kremlin desde que Putin anunció su invasión, descrita como una “operación militar especial” para salvar a Rusia.
“Putin y Rusia son revisionistas; no pueden aceptar haber perdido la Guerra Fría”, dijo Laurynas Kasciunas, exministro de Defensa de Lituania, que hasta 1991 formó parte de la Unión Soviética y desde entonces se ha incorporado a la Otán. Ahora también están en la Otán Polonia, República Checa, Rumania y otros antiguos miembros de la ya desaparecida alianza militar de Moscú, el Pacto de Varsovia.
Putin, añadió Kasciunas, nunca menciona la guerra y se refiere en cambio a la “situación en torno a Ucrania” para “presentar todo como un complot occidental contra Rusia que no hace sino utilizar a Ucrania como peón e instrumento”.
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, dio una señal poco sutil de las ambiciones del Kremlin al llegar a su hotel de Alaska con una sudadera en la que figuraban las letras “CCCP”, URSS en cirílico.
Pero justo antes de que Putin y Trump se reunieran el viernes, Polonia recordó a Moscú que el viejo orden había desaparecido con un desfile de tanques y otros equipos militares, en gran parte de fabricación estadounidense, a lo largo del río Vístula, en Varsovia. La exhibición de poderío militar, que también incluyó un sobrevuelo de aviones de guerra y helicópteros, celebraba la victoria polaca sobre el Ejército Rojo en 1920 y mostraba lo que ahora es el ejército más grande de la Unión Europea.
En un aparente esfuerzo por mitigar el orgullo herido de Putin por el reducido estatus de su país tras la Guerra Fría, Trump, en una entrevista posterior a la cumbre con Sean Hannity, de Fox News, infló la posición de Rusia en la jerarquía mundial. Ignoró a China y a la Unión Europea y dijo: “Nosotros somos el número 1 y ellos son el número 2 del mundo”.
A eso, al igual que a la efusiva bienvenida y los aplausos que Trump dio a Putin cuando llegó a Alaska, le fue bien en Rusia, donde los medios de comunicación controlados por el Kremlin y los expertos nacionalistas se regocijaron por lo que consideraron la readmisión de Rusia en el club de las naciones respetables y respetadas.
“No esperaba un resultado tan bueno”, dijo en Telegram Aleksandr Dugin, un beligerante teórico geopolítico. “Nos felicito a todos por una cumbre perfecta. Ha sido grandiosa. Ganarlo todo y no perder nada, solo Alejandro III podía hacerlo”, añadió, refiriéndose al zar reaccionario del siglo XIX que anuló las reformas liberales de su padre.
Andrei Klishas, senador nacionalista que, tras el inicio de la guerra total en Ucrania en 2022, dijo que Rusia solo debía mantener contacto con Occidente “a través de binoculares y miras”, dijo que la cumbre había “confirmado el deseo de paz, duradera y justa de Rusia” y la había dejado libre para llevar a cabo la operación militar especial “por medios militares o diplomáticos”.
Insistió en que Rusia tiene la ventaja en el campo de batalla y está “liberando cada vez más y más territorios”, y añadió: “Una nueva arquitectura de la seguridad europea e internacional está en el programa, y todo el mundo debe aceptarla”.
No está claro cómo sería exactamente esta nueva arquitectura, pero su pilar principal es que Rusia regrese a su posición de la Guerra Fría como potencia hegemónica regional y potencia global que era tratada como un igual por Estados Unidos, como ocurrió en la conferencia de Yalta en 1945.
Poco antes de atacar Ucrania en 2022, Rusia presentó a la Otán y a Estados Unidos proyectos de tratados que exigían que la Otán se retirara de Europa Oriental e impidiera que Ucrania entrara alguna vez en la alianza. Estas exigencias, que revertirían la derrota de Rusia en la Guerra Fría, fueron rápidamente rechazadas.
Putin, en un discurso televisado en 2022 en el que anunció la invasión, no se centró en Ucrania, sino en las quejas sobre lo que describió como intimidación occidental y desprecio de los legítimos intereses rusos y el estatus del país.
“Durante los últimos 30 años, hemos intentado pacientemente llegar a un acuerdo con los principales países de la OTAN sobre los principios de seguridad igualitaria e indivisible en Europa”, dijo. “En respuesta a nuestras propuestas, nos hemos enfrentado invariablemente a cínicos engaños y mentiras o a intentos de presión y chantaje, mientras la alianza del Atlántico Norte seguía expandiéndose a pesar de nuestras protestas y preocupaciones”.
Una parte central del impulso de Putin para remodelar el orden posterior a la Guerra Fría ha sido su esfuerzo por debilitar o destruir la relación transatlántica creada tras la Segunda Guerra Mundial y ampliada desde 1991 con la admisión en la Otán de naciones anteriormente comunistas de Europa Oriental.
En este sentido, la invasión de Ucrania ha resultado contraproducente, pues ha aumentado la presencia de la Otán cerca de las fronteras rusas. Finlandia, que tiene una frontera de 1335 kilómetros con Rusia, abandonó en 2023 décadas de no alinearse militarmente para unirse a la alianza de la Otán. Suecia también se unió.
Sin embargo, Trump, que durante meses ha sido tornadizo sobre su apoyo a Ucrania, sembró la discordia en la alianza en Alaska al parecer adoptar el plan de Putin de buscar un amplio acuerdo de paz en Ucrania en lugar de asegurar el alto al fuego urgente que dijo que quería antes de la cumbre.
Los movimientos del presidente estadounidense tuvieron una fría acogida en Europa, donde los dirigentes han visto una y otra vez cómo Trump daba marcha atrás en sus posiciones sobre Ucrania tras hablar con Putin.
Haciéndose eco de la línea rusa de que Ucrania es un país de segunda fila cuyos intereses no pueden competir con los de Rusia, declaró a Fox News: “Rusia es una potencia muy grande, y ellos no”.
Añadió que el fin de la guerra depende de Ucrania y de Europa, no de Estados Unidos. “Ahora depende realmente del presidente Zelenski conseguirlo”, dijo. “También diría que las naciones europeas tienen que implicarse un poco”.
Dmitri Medvédev, el expresidente de línea dura de Rusia, celebró la cumbre por haber restablecido “un mecanismo hecho y derecho para el encuentro entre Rusia y Estados Unidos al más alto nivel” y por haber demostrado que es posible entablar negociaciones entre las dos grandes potencias “simultáneamente con la continuación” de la campaña militar rusa en Ucrania.