TGW
Guatevision
DCA
Prensa Libre
Canal Antigua
La Hora
Sonora
Al Día
Emisoras Unidas
AGN

Libertad de expresión, bastión de la democracia
Si hay que debatir, se debate; si hay datos, se presentan; si hay falacias, se exponen.
Enlace generado
Resumen Automático
Dos frases para la historia: “Si nos quitan la libertad de expresión nos quedamos mudos y silenciosos y nos pueden guiar como ovejas al matadero”: George Washington; “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”: Voltaire. La discusión sobre la libertad de expresión y los intentos de los gobiernos por limitarla es parte del día a día de la humanidad y, por supuesto, de la de EE. UU. En estos momentos se discute mucho sobre ciertas expresiones y acciones intolerantes del presidente Donald Trump y algunos funcionarios, pero también hubo intentos así con Biden, Obama y Bush. El poder de turno siempre intentará acallar ciertos asuntos, mientras sus opositores buscan amplificarlos.
Pero el 10 de septiembre ocurrió un crimen que volvió a sacudir la discusión: el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. Sus posturas sobre raza, nacionalismo, religión y política generaban adhesiones fervientes y rechazos profundos. Pero nadie debería ser hostigado, y menos ultimado, por sus opiniones. Si hay que debatir, se debate; si hay datos, se presentan; si hay falacias, se exponen.
El presentador liberal Jimmy Kimmel, en su monólogo nocturno del 18 de septiembre, acusó a ciertos grupos de querer “ganar puntos políticos” a costa de la muerte de Kirk. En respuesta, Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal, sugirió que Kimmel debía ser suspendido. “Podemos hacer esto por las buenas o por las malas”, dijo. Al día siguiente, el programa de Kimmel, fuerte crítico del trumpismo, fue cancelado por la cadena ABC. Oficialmente, la razón no fueron sus palabras, sino “bajos niveles de audiencia” y la “falta de talento”. El hecho desató un amplio debate sobre los límites de la libertad de expresión en EE. UU. Incluso rivales ideológicos como el senador independiente Bernie Sanders y el republicano Ted Cruz coincidieron en que la libertad de expresión constituye una garantía ciudadana inalienable, con la única excepción de los discursos que inciten a la violencia o a la sedición. El martes 23, el programa de Kimmel regresó con niveles récord de audiencia. Sin disculparse, retomó su tono crítico con una frase irónica: “¿En qué me había quedado antes de que me interrumpieran?”. El presidente Donald Trump deploró su regreso: “¡ABC le dijo a la Casa Blanca que había sido cancelado!”.
El episodio ilustra una constante histórica: el intento de uso, abierto o encubierto, del poder estatal para acallar voces disidentes. Pero dicho propósito termina sirviendo de altavoz a aquello mismo que se pretende censurar. Y en caso de que tal mordaza funcione temporalmente, tarde o temprano termina por caerse: porque, a la larga, dichas intolerancias son insostenibles y contraproducentes, debido a la misma esencia social del ser humano. Activistas políticos e influencers rivales de Kirk deploraron su asesinato y expresaron temor por una mayor polarización que precipite agresiones.
Y justo allí radica la riqueza de la libertad de expresión: que se confronten las ideas, mas no las personas; que el público tenga acceso a datos, posturas, opiniones e incluso manifestación de emociones, para que obtenga libremente sus propias conclusiones y decisiones. ¿Puede haber equivocaciones? Sí, y también rectificaciones, pero en un plano de libertad. Resulta muchísimo peor que cualquier ente estatal o fáctico se arrogue la potestad de querer filtrar lo que el ciudadano “debe” o “no debe” saber. Eso les gustaría a los déspotas, y vaya si hay muchos aspirantes a tales bajezas.