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La comprensión de “Estado de derecho”
La Constitución tiene como componentes subjetivos el ideal de justicia y la equidad.
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En el mes de abril de 1988, Celso Lafer presenta un trabajo sobre Hannah Arendt, su profesora desde 1966 en la Universidad de Cornell. Lamentablemente, los actores de las acciones del entorno jurídico y político en Guatemala padecen de una anomia de personalidad sobre sí mismos. Menciono esto pues la Constitución de la República de Guatemala aún no secaba su tinta y producía graves atropellos a la dignidad humana.
La Constitución tiene como componentes subjetivos el ideal de justicia y la equidad.
Comienza: “Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una grande” (epodo II, 37, Líricos griegos). Demuestra la diferencia entre lo centrípeto y contradictorio. Eso explica el buen juicio en decisiones políticas donde aquellos que ven su realidad (erizo) y los que dicotómicamente (zorros) usan términos Estado/sociedad, guerra/paz.
Hart es más erizo, Savigny es más zorro; Kelsen, un erizo. Hannah Arendt es tanto erizo como zorro. Comprende el totalitarismo tanto en su vertiente liberal como socialista (Hitler y Stalin), erizo y ex parte populi donde seres humanos son utilizados y desechados. De ahí que los actores de 14 y 15 de enero de 2024 defenestren contrariamente su actuar en 2025. La realidad social de Guatemala tiene sus particularidades y sus contingencias. No es posible construir un gobierno a partir de las decisiones del 14 y 15 de enero de 2024 apoyadas globalmente (erizo) y rescatando la dignidad humana mancillada por los gobiernos de la democracia.
La pobreza y miseria, la negación intelectual, la automatización, inter alia, hacen que ninguno de los guatemaltecos que participan en las decisiones de este país (sin explicar banderas sociológicas, jurídicas o políticas) se sientan cómodos frente al prójimo en su propia casa: Guatemala. La arqueología del saber jurídico se contrapone a la percepción que tienen individuos concretos totalmente anómicos de la justicia sin considerarlos buenos o malos, únicamente ignorantes de las implicaciones de su hacer. Su secularización, sistematización, positivación e historización valen explicarlas en la época de Semana Santa en Guatemala, donde se abre una brecha importante entre el ser y el deber ser expresado en la maravillosa cultura de nuestra expresión religiosa. En ella afloran la norma y valor, el derecho y la moral, y aparecen en la dignidad de padres e hijos en sus principios elementales que comparten juntos.
Si por asomo los guatemaltecos “que saben leer” leen la primera Constitución de la República de Guatemala, de 1852, verían que carece de realidad la multiplicación exponencial de los salarios públicos del honorable Congreso de la República de Guatemala, una vez comprendan la importancia clara del pago de impuestos y de lo que el esfuerzo personal logra en un país con grandes oportunidades. El valor de cada guatemalteco es un valor fuente, si se alejan la crítica y la conducta despectiva que son la ruptura del Estado de derecho.
La Constitución tiene como componentes subjetivos el ideal de justicia y la equidad que vienen, desde 1215, de la palabra empeñada por los ciudadanos para vivir en armonía y unidad.
Es necesario recordar la fuerza de la unidad que permite consensos y disensos en la vida social. Las comunidades del siglo XXI están mucho más pendientes de la hemerografía, del dato inmediato y de las reglas abstractas y generales que deben evitar cualquier confrontación del Estado de legalidad.