Los pobres, primeros en el Reino

Los pobres, primeros en el Reino

Toda sociedad que produce pobres e incrementa la desigualdad está fracasada, nunca será bienaventurada ni próspera.

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30/08/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

Durante estos domingos, la imagen del banquete es la más destacada en la buena noticia de Jesús para anunciar el Reino, el proyecto de Dios para la humanidad que inauguró con su presencia, hechos y enseñanzas.

“Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte”. (Jesús de Nazaret)

Ese ha sido el empeño principal y la tarea fundamental de quienes han creído en él, lo han amado, seguido y anunciado a lo largo de la historia. También esa es la razón de ser de la Iglesia en el mundo, constituirse en un signo creíble del Reino, en la medida en que se sitúa del lado de los pobres, opta por la paz verdadera, lucha por la justicia social, promueve el desarrollo humano integral y trabaja por la liberación de los pueblos de cualquier forma de opresión.

Cuando la Iglesia pierde ese rumbo, se vuelve cómplice de los imperios políticos, económicos y financieros que deshumanizan y excluyen, y resulta actuando en la misma lógica de los poderosos que se atropellan entre ellos mediante guerras, conflictos y despojos para arrebatar los primeros lugares, mientras los pobres mueren de hambre, los rechazan del banquete de la vida y diseñan sistemas para su eliminación.

En el evangelio de este domingo (Lucas, 14, 1.7-14), los pobres son los primeros en ser invitados, y a la vez, son portadores de una bienaventuranza: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte”. Este planteamiento no lo entendió la sociedad de su tiempo, tampoco la nuestra, que asentada en un neoliberalismo salvaje, es fábrica de empobrecidos.

El empobrecimiento de los pueblos no es voluntad divina, tampoco el crecimiento económico de unos pocos. Toda sociedad que produce pobres e incrementa la desigualdad entre los ciudadanos está fracasada, nunca será bienaventurada ni próspera.

Deberíamos evaluarnos si verdaderamente vamos comprendiendo la lógica del banquete del Reino, que pide, en nuestra visión global de la vida, priorizar a los pobres; exige, en nuestros criterios de acción, comprometernos en la edificación de una sociedad incluyente, igualitaria y fraterna; y demanda, en nuestros valores éticos, no ser indiferentes ante los más vulnerables ni ofrecer la espalda a las víctimas de la sociedad del “tener, poder y placer”.

Nos preguntamos si estamos respondiendo en la dinámica del amor solidario e incondicional de Dios por todos, sin dejar a nadie “descartado”; o, por el contrario, nos sentimos seducidos por los honores y poderes, orgullos y vanaglorias de esta sociedad que alimenta “la aporofobia”, es decir, el odio a los pobres, como hoy lo vemos en las acciones del gobierno de los Estados Unidos y en la mentalidad de las elites corruptas y depredadoras de Guatemala que promueven actitudes de rechazo a los pobres.

Para que los discípulos de Jesús no caigamos en el juego de los poderosos de este mundo, el desafío de forjar una iglesia sinodal es la ocasión propicia para recuperar esa igualdad fundamental, donde la nueva sociedad y la iglesia se construyan desde el mundo de los empobrecidos y desde el sufrimiento de las víctimas.

Sin embargo, el proceso sinodal, iniciado por el querido papa Francisco, como tantas otras realidades eclesiales, aún no logra una conversión de fondo hacia una iglesia donde quepamos todos, donde tengamos la audacia de incidir en la sociedad para que la fraternidad universal y la amistad social vayan ganando terreno en la edificación de sociedades más incluyentes, justas e igualitarias.

Ojalá que asumiéramos la lógica del evangelio expresada en la imagen del banquete que prioriza a los pobres, para que todos nos comprometamos en la arquitectura de la nueva Guatemala que anhelamos la mayoría, pero que las élites, herederas del sistema colonial, nos han arrebatado ese sueño.