Sexo, género, ética y cultura
Pareciera que, en nuestras sociedades de origen judeocristiano, el género y el sexo han sido generalmente asuntos problemáticos. El sexo es un hecho biológico, básicamente binario, mientras el género es un constructo sociocultural y lingüístico, masculino, femenino y neutro en nuestra lengua. El número y el tipo de géneros en las distintas lenguas varía ampliamente […]
Pareciera que, en nuestras sociedades de origen judeocristiano, el género y el sexo han sido generalmente asuntos problemáticos. El sexo es un hecho biológico, básicamente binario, mientras el género es un constructo sociocultural y lingüístico, masculino, femenino y neutro en nuestra lengua. El número y el tipo de géneros en las distintas lenguas varía ampliamente y depende del enfoque cultural y gramatical de cada idioma. Algunas lenguas no tienen género gramatical en absoluto, mientras otras tienen múltiples con base en características como animación o asociación social. La comprensión y el uso del género en diferentes lenguas no se limitan a la dicotomía masculino-femenino, sino reflejan una gran diversidad de perspectivas y realidades sociales.
Es evidente que, en las últimas décadas, la ciencia y la tecnología han avanzado a pasos agigantados en la comprensión de la diversidad sexual y de género, y han impulsado un cambio en la cultura ética relacionada con tales temas. Esta transformación está moldeando cómo nuestras sociedades entienden el sexo y el género, así como los derechos y la dignidad de las personas que desafían las concepciones binarias tradicionales. Mediante la investigación científica, el desarrollo de nuevas tecnologías y el cambio cultural, se está promoviendo un enfoque más inclusivo y equitativo hacia las diversas identidades y expresiones de género.
Uno de los principales avances en la comprensión del sexo y el género es la distinción entre ambos conceptos. Durante mucho tiempo, se consideró que sexo y género eran sinónimos, pero investigaciones recientes han demostrado que son categorías diferentes. El sexo se refiere a las características biológicas, como los cromosomas, las hormonas y la anatomía física. Por otro lado, el género es una construcción social que abarca roles, comportamientos, expresiones y expectativas que la sociedad asocia con ser hombre, mujer o personas no binarias. Por ejemplo, entre los indígenas norteamericanos existían los “berdaches”, individuos de sexo masculino que tomaban roles femeninos por poseer los “dos espíritus”. Lo mismo sucede en Juchitán, estado mexicano de Oaxaca, donde los “muxes” asumen los papeles que corresponden socialmente a las mujeres. Algo similar sucede en algunas regiones de la India donde los “hijra”, “aruvani”, “kothi” u otros grupos humanos, social y legalmente reconocidos, escapan del género binario.
Estudios en neurociencia y genética han revelado que la experiencia de género es más compleja de lo que se pensaba, involucrando múltiples factores biológicos y ambientales. Además, la intersexualidad, una condición donde las características sexuales no encajan en las definiciones típicas de masculino o femenino, se ha convertido en un área de interés para la comunidad médica y científica. La intersexualidad desafía la concepción binaria del sexo y subraya la necesidad de un enfoque más matizado y respetuoso hacia la diversidad biológica.
Los enormes avances de la tecnología han jugado un papel crucial en la transformación de la cultura en torno al sexo y el género. La expansión de las tecnologías de información y comunicación ha permitido a las personas explorar y expresar su identidad de género con mayor libertad y acceder a comunidades de apoyo en línea. Plataformas como redes sociales y foros especializados han brindado un espacio para que personas de diversas identidades y géneros compartan sus experiencias y luchen por el reconocimiento de sus derechos.
Otro avance significativo en este ámbito es el desarrollo de tratamientos médicos y tecnológicos para las personas transgénero. Las cirugías de afirmación de género, la terapia hormonal y el acceso a procedimientos médicos específicos han mejorado significativamente la calidad de vida de muchas personas “trans”. La medicina ha avanzado para garantizar que estos tratamientos sean más seguros y efectivos, y minimizar los riesgos de los procedimientos. Quizá haya que recordar a Lili Elbe, conocida por ser una de las primeras personas en el mundo en someterse a una cirugía de reasignación de sexo en la década de los 30. Su historia se plasmó en el libro Man into Woman, y posteriormente se popularizó a través de la película The Danish Girl. Elbe nació como Einar Wegener y fue un reconocido pintor antes de su transición. Su experiencia y la complejidad de sus procedimientos médicos contribuyeron a sentar las bases de las intervenciones quirúrgicas para la afirmación de género.
Sin embargo, estos avances han generado también controversias. El uso de tecnologías para modificar el cuerpo y la identidad de género plantea preguntas éticas sobre la autonomía corporal y la medicina basada en el consentimiento informado. Además, en algunos contextos, el acceso a estos tratamientos sigue siendo limitado por barreras legales y económicas, lo cual crea disparidades significativas en la atención médica y la calidad de vida de las personas “trans”.
El creciente entendimiento científico y los avances tecnológicos han impulsado un cambio cultural y ético significativo en relación con el sexo y el género. Organizaciones internacionales como las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud han abogado por una mayor inclusión y respeto de los derechos de las personas de diversas identidades de género. Por ejemplo, en el 2018, la OMS eliminó la disforia de género de la lista de trastornos mentales, reconociendo que las identidades “trans” no son patologías abogando por un enfoque basado en los derechos humanos.
Así, la ciencia y la tecnología, cuando se alinean con principios éticos sólidos, pueden ser fuerzas poderosas para crear un mundo donde la diversidad de género se celebre y respete plenamente.
Este cambio cultural ya se está reflejando en la legislación de muchos países que han implementado leyes para proteger los derechos de las personas LGTBIQ+. Sin embargo, la aceptación y el reconocimiento de la diversidad de género varían significativamente de una región a otra, y las personas “trans” y no binarias todavía enfrentan altos niveles de discriminación, violencia y exclusión social en muchas partes del mundo. Sin embargo, los cambios en la cultura se están dando. Ojalá que en todas partes se entienda pronto el terrible mal y el dolor que causa la discriminación hacia estas personas, nuestros congéneres y hermanos en dignidad.