¿Por qué sentimos que el tiempo pasa más rápido con la edad? La psicología lo explica

¿Por qué sentimos que el tiempo pasa más rápido con la edad? La psicología lo explica

La rutina y las experiencias moldean la percepción del tiempo, un efecto que, según la psicología, puede estar vinculado con el estrés y la depresión.

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29/09/2025 13:11
Fuente: Prensa Libre 

¿Se ha preguntado por qué, al hacerse adulto, el tiempo parece ir más rápido que en la infancia? Los psicólogos explican que esto se debe a una percepción no objetiva del cerebro, provocada por la falta de experiencias nuevas y por una vida rutinaria que no ofrece sorpresas.

Esta percepción tiene un enfoque subjetivo. Portales como Psicología y Mente destacan que, aunque el tiempo corre igual para todos, su percepción cambia con la edad. Una investigación realizada por los expertos Sandra Lenhoff y Marc Wittmann, aplicada a personas de entre 14 y 94 años, determinó que los encuestados mayores de 40 afirmaban que el tiempo transcurría más rápido que durante su adolescencia.

La psicología señala que el paso del tiempo no se percibe de forma objetiva, sino subjetiva. Ximena Fuentes, psicóloga clínica, explica que, a medida que se envejece, los días y los años se vuelven más rutinarios y con menos experiencias novedosas que marquen hitos en la memoria.

Desde su perspectiva, la psicóloga Mónica Mayorga coincide en que la percepción del tiempo depende en gran medida de cómo se procesan las experiencias vividas. “En la infancia y en la juventud vivimos muchas primeras veces, vamos experimentando y conociendo desde cero. Esas primeras veces hacen que cada día se sienta más largo y lleno de detalles”, destaca Mayorga.

En la adultez, en cambio, se sigue una rutina establecida. Esto hace que el tiempo parezca transcurrir con mayor rapidez. Al repetir las mismas actividades, el cerebro no genera recuerdos nuevos, y esto impide que el tiempo se perciba como duradero.

Fundamento neurológico y cognitivo del fenómeno

La percepción de que el tiempo es más fugaz tiene una base neurológica, ya que el cerebro codifica más información cuando algo es novedoso, destaca Mayorga. Al crecer y repetir actividades similares, se almacenan menos recuerdos, lo que hace que, subjetivamente, se sienta que el tiempo pasa más deprisa.

Mayorga indica que existen teorías cognitivas que explican este fenómeno a partir de la llamada línea de vida. En la infancia, un año representa una gran proporción del tiempo vivido. Pasados los 40 años, un año se percibe como una fracción menor del tiempo que se cree queda por vivir.

Ximena Fuentes detalla que la teoría de la proporción, en psicología, ayuda a entender este fenómeno. Cada año representa una fracción distinta de la vida: para un niño de 10 años, un año equivale al 10 % de su vida; para alguien de 50, solo al 2 %. Subjetivamente, ese año “pesa” menos.

Para ilustrarlo, Fuentes destaca los siguientes efectos:

  • Neurológicos: Los cambios en la dopamina —neurotransmisor que regula la atención y la novedad— afectan cómo codificamos las experiencias. En la niñez y la juventud, el cerebro responde con mayor intensidad a lo nuevo, lo que hace que el tiempo “se sienta” más extenso.
  • Cognitivos: Al envejecer, se procesa menos información novedosa y más patrones conocidos, lo que reduce la densidad de recuerdos y da la impresión de que el tiempo corre más rápido.

El tiempo parece más extenso en retrospectiva cuando está lleno de recuerdos variados; en ausencia de ellos, parece haber pasado volando. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

¿Cómo influye la memoria en la percepción del tiempo?

La memoria juega un papel clave, señala Mayorga, ya que recordamos más lo que nos sorprende, emociona o marca un cambio, en comparación con lo que es repetitivo o rutinario.

“En la mente guardamos menos puntos de referencia, y esa falta de recuerdos significativos hace que el tiempo se sienta comprimido”, agrega.

Esta percepción se vincula con la memoria episódica —relativa a las experiencias vividas—, explica Fuentes. “Recordamos los años llenos de primeras veces —primer día de escuela, viajes, amistades nuevas— como más largos, porque contienen más anclas de recuerdo. En la adultez, al volverse más rutinaria la vida, acumulamos menos de estas memorias singulares, y el tiempo parece comprimirse”, recalca.

¿Por qué la infancia y la juventud parecen “más largas”?

La razón por la que los años comprendidos entre los 4 y los 14 parecen más largos es porque están llenos de primeras experiencias vividas con intensidad, lo que hace que el tiempo se perciba como más amplio de lo que realmente fue.

Cada experiencia novedosa exige más atención cognitiva y emocional, lo cual genera recuerdos más detallados. Eso “alarga” la percepción del tiempo pasado, en contraste con los años adultos, que tienden a ser más homogéneos y previsibles, señala Fuentes.

Impacto emocional

Las emociones alteran la percepción del tiempo, explica Mayorga. Con ansiedad o estrés, se siente que todo ocurre con rapidez y que el tiempo no alcanza. En cambio, la tristeza o la depresión pueden hacer que el tiempo se perciba más lento y pesado.

Fuentes resume los efectos emocionales así:

  • Ansiedad: Hace que el tiempo parezca lento en el momento (como al esperar un examen o una noticia), pero más breve al recordarlo.
  • Tristeza o depresión: Genera la sensación de un tiempo detenido o vacío.
  • Alegría o entusiasmo: El tiempo parece volar mientras vivimos la experiencia, aunque al recordarla puede parecer más rica y prolongada.

¿Qué recomienda la psicología para disfrutar más del presente?

Las expertas sugieren las siguientes estrategias para disfrutar del tiempo y mejorar su percepción:

  • Practicar mindfulness o atención plena, para vivir con mayor consciencia el presente.
  • Introducir novedades en la vida: aprender algo nuevo, viajar, cambiar rutinas.
  • Registrar recuerdos —con diarios o fotografías— para enriquecer la memoria episódica.
  • Reducir la multitarea: enfocarse en una sola actividad hace que el tiempo se sienta más pleno.
  • Cuidar la salud mental, ya que estados como la ansiedad o la depresión distorsionan la percepción temporal.