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La independencia pendiente: la inclusión
Tras 204 años, solo los jóvenes pueden librarnos de la corrupción.
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Guatemala celebra 204 años de independencia, pero surge una pregunta incómoda: ¿somos realmente libres? ¿O seguimos atados a un sistema que beneficia a unos pocos a costa de la mayoría?
En el siglo XXI, independencia no es solo soberanía. Hoy, la verdadera emancipación exige instituciones que representen, incluyan y generen bienestar colectivo. Bajo ese punto de vista, reprobamos el examen. La corrupción es síntoma de un cáncer estructural cuya raíz está en el Congreso de la República. Ahí se blindan y reproducen las instituciones extractivas y encuentra santuario el Pacto de Corruptos. La pobreza y la desigualdad son el resultado de un sistema que, por 204 años, ha extraído riqueza en lugar de generarla para todos. No somos un “Estado fallido”, pero sí padecemos de “instituciones extractivas” y su epicentro está, precisamente, en el Legislativo.
En las pasadas elecciones presidenciales, la juventud alzó su voz con un voto contundente. Pero el rechazo se manifestó en la contienda equivocada. El verdadero cambio exige depurar el Congreso, donde se aprueban leyes a la medida de intereses privados y se eligen fiscales y magistrados a conveniencia. La victoria de Semilla materializó un anhelo, pero el Ejecutivo no puede, por sí solo, desmontar décadas de captura legislativa. Hoy entendemos que la batalla por la democracia se libra en dos frentes.
Los jóvenes no solo votan: diseñan, emprenden, conectan.
El primero es político-legislativo. Las próximas elecciones son una oportunidad histórica para completar la tarea pendiente. El voto joven debe nuevamente manifestarse, ahora con mayor sabiduría cívica, entendiendo que es en el Congreso donde se defienden o se destruyen los privilegios. Limpiar el Legislativo es clave para desmontar las instituciones extractivas e implica defender la justicia, promover una reforma fiscal justa, exigir transparencia y garantizar la rendición de cuentas. La Lepp y el decreto 7-2025 son un ejemplo claro de nuestro fallo como país.
El segundo frente es económico-social. La conectividad ahora permite competir globalmente. La nueva generación construye la economía del futuro desde garajes y centros de innovación, creando soluciones en software, fintech, agrotech, animación digital… Una Guatemala trabajadora que no pide permiso al viejo sistema: se conecta, se capacita en línea y genera riqueza basada en conocimiento, no en conexiones políticas. Los jóvenes guatemaltecos optimizan la agricultura, promueven la inclusión financiera y diseñan una tecnología con impacto local y proyección global.
Ambos frentes se complementan. Un Congreso depurado crea las condiciones para que la economía innovadora florezca. El éxito de nuestros emprendedores demuestra que otra Guatemala sí es posible. Este 15 de septiembre, el llamado es a no rendirse. Construir una patria sana exige confrontar la corrupción política y apostar por una economía que innove.
Los jóvenes no solo votan: diseñan, emprenden, conectan. Son arquitectos de una Guatemala que no espera reformas, sino que las provoca. Su creatividad es resistencia, su innovación, progreso, y su voto, una declaración de futuro. La verdadera independencia no se firmará en un palacio. Se codificará en software, se incubará en startups y se votará en las urnas. La doble lucha —política y económica— es la que finalmente nos hará libres. Construiremos instituciones inclusivas que garanticen oportunidades reales para todos. La independencia que soñamos no se decreta, se construye. ¿Estamos listos para codificarla en justicia, incubarla en innovación y defenderla en las urnas? La historia no se repite: se reescribe… y los jóvenes tienen el lápiz.