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Más magia para el sur
la nueva fase de Guatemágica puede ser el primer paso de otro paradigma de planificación territorial, de interconexión terrestre, aérea y marítima.
Grandes esperanzas despiertan los proyectos de mejora y expansión en el área denominada Guatemágica, en Retalhuleu. Sin duda alguna, la marca insignia es el Instituto de Recreación de los Trabajadores de Guatemala (Irtra), cuyos parques y hostales temáticos constituyen una muestra de lo que se puede lograr a través de una ejecución transparente, sostenida, visionaria y creativa de recursos. Es tal el impacto de estas áreas que prácticamente se han posicionado como el segundo mayor foco de atracción turística del país, solo superado por Antigua Guatemala.
Los trabajos para duplicar el tamaño y atractivos del parque acuático Xocomil, la construcción de una pista para aviones livianos y el trazo de un centro internacional de convenciones figuran como la punta de lanza de una estrategia para fortalecer a esta zona con un desarrollo turístico que genere oportunidades laborales, de negocio, servicios y emprendimientos a las comunidades locales. Pero para que se concrete la visión optimista se necesita la participación de autoridades municipales y del gobierno central.
Hace más de una década se planteó la posibilidad de desarrollar el puerto de Champerico para convertirlo en atractivo, punto de conexión y modelo de nuevos desarrollos para la Costa Sur. Resistencias ediles, sin duda alguna cegadas por convenencierismos, miopías o negligencia, impidieron que siquiera se comenzara alguna fase de esta mejora, la cual incluía una interconexión vial y la revitalización del ferrocarril. En este momento y a la sombra de los rezagos, los alcaldes de la región están más anuentes a cooperar con el despegue de esta fase prometedora.
Es de mencionar que sobre el litoral de Escuintla, Suchitepéquez, Retalhuleu y San Marcos existen áreas de playa con gran potencial para convertirse en destinos turísticos y ecoturísticos de mucho atractivo. Lamentablemente, la mayoría están incomunicadas y en ellas solo existen pequeñas aldeas olvidadas, marginadas del desarrollo e incluso de la esperanza. Tan deplorables condiciones distan de ser casuales, pues, además de criterios obtusos de autoridades, existen oscuros intereses de grupos de narcotráfico que detentan esos sitios.
La costa sur guatemalteca ha sido, durante demasiado tiempo, tierra de nadie, utilizada para pistas ilegales de aterrizaje, aunque en aguas nacionales también se abandonan alijos de droga que son recogidos por cómplices con lanchas rápidas y trasegados por tierra en ruta a México. A estos grupos no les conviene, ni por asomo, que exista desarrollo turístico y económico, pues les trae mejor cuenta usar a pobladores de escasos recursos como carne de cañón.
Cabe preguntar a los lectores si ubican las playas de Chicago o Tahuexco, en Suchitepéquez. Para pobladores de áreas circunvecinas son una opción veraniega, pero para potenciales visitas de otros departamentos o países cercanos son un enigma total porque ni siquiera tienen carretera asfaltada y en el trayecto son comunes asaltos o puestos ilegales de registro. Por esa razón, la nueva fase de Guatemágica puede ser el primer paso de otro paradigma de planificación territorial, de interconexión terrestre, aérea y marítima, porque no podemos esperar resultados distintos si continuamos repitiendo acciones obtusas.