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A los 74 años del inicio de la ruta de Prensa Libre
Al cumplirse 74 años de Prensa Libre, aprovecho para mencionar anécdotas de mis casi 60 años de periodismo.
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El lunes 20 de agosto de 1951 salió a las calles Prensa Libre por primera vez, con tamaño standard, no tabloide, un vespertino como era la costumbre en ese tiempo, y listo para enfrentar a dos diarios importantes: El Imparcial (1922 a 1985) y La Hora, sobreviviente hoy en día con una edición únicamente electrónica. En 1947 había nacido la Asociación de Periodistas de Guatemala, fundada por 53 hombres y mujeres de prensa escrita y radial, la cual tuve el honor de presidir en dos ocasiones. Los fundadores de este diario eran todos periodistas en ejercicio y habían firmado el acta de fundación de la APG, opositores de la llamada Ley Mordaza, integrada en el Congreso del gobierno revolucionario de 1945-51 presidido por Juan José Arévalo.
Al cumplirse 74 años de Prensa Libre, aprovecho para mencionar anécdotas de mis casi 60 años de periodismo.
Es justo mencionar a los fundadores: Pedro Julio García, Mario Sandoval Figueroa, mi padre, Salvador Girón Collier, Isidoro Zarco y Álvaro Contreras, acompañados del empresario Alfonso Rodríguez Muñoz, quien se retiró pronto. Practicar ese periodismo independiente le costó la vida a don Isidoro, así como sendos secuestros políticos a don Pedro Julio y a don Álvaro. La huella de su trabajo está presente en la historia de Guatemala y también del periodismo latinoamericano, gracias a esas dolorosas experiencias y a los premios ganados por el material informativo y por las ilustraciones muy variadas en su temática e interés para los lectores de todas edades.
Como todo periódico, la historia de Prensa Libre recoge parte de la Historia, ya sea nacional o internacional, y por eso existe la frase “hacer periodismo es escribir la historia a la carrera”. Una de sus complicaciones consiste en emplear frases cortas, lenguaje simple, correcto y entendible, traducido de terminología complicada, tanto jurídica como científica, médica, filosófica, y demás. La posibilidad del error se divide en aquellos de forma. Como una mala ortografía, yerros en un nombre o un término conocido, por lo cual el lector lo nota. Pero la segunda es peor: al afectar el fondo, como equivocar un nombre, porque el lector solo lo nota si son personas conocidas. La gente se extraña por los errores y yo, porque no haya más, a pesar del mínimo tiempo de revisión.
He estado 59 años en esto y siento orgullo de haber relatado lo mejor posible la vida de Guatemala. Comencé con máquinas de escribir y ahora tengo una computadora con la cual me puedo comunicar instantáneamente con el mundo. Me tocó ver la sangre derramada de colegas periodistas en la guerra interna, algunos muy queridos. Considero a la Ley Constitucional de Emisión del Pensamiento uno de los más útiles instrumentos legales del país, y ya cerca de mi ocaso espero sinceramente la permanencia del periodismo en concordancia con los avances tecnológicos, cada vez más sorprendentes y variados y confío en el importantísimo trabajo de las hemerotecas, donde se arrulla y renace esa historia.
La constante persecución contra los periodistas, su encarcelamiento, exilio, la viudas y orfandad de las esposas y los hijos, significa –para mí— una prueba de la importancia de los hombres y mujeres de prensa. Cuando escucho la recién inventada frase “fake news”, siento una mezcla de pena y desprecio ante la clara prueba de incapacidad involucrada en esas dos palabras. El mundo está en un proceso de cambio de época y no se puede predecir el futuro, pero sí admirar todo lo logrado en esos 250 años de periodismo moderno. Como parte de Prensa Libre, agradezco a los cientos de millones de lectores, porque cada lectura diaria es única. Espero llegar a tres cuartos de siglo el año entrante, situados a sólo 365 días a partir de hoy. ¡Saludos y gracias!