Jake Swinscoe era un adolescente que padecía de «nariz congestionada y ojos llorosos», síntomas comunes de alergias, por lo que su madre solo le ofrecía antihistamínicos. Tiempo después sería diagnosticado con cáncer de tejidos blandos, que afecta principalmente a adolescentes y adultos jóvenes.

«Sus síntomas eran bastante sutiles«, dijo Lynsey, la madre de Jake. Ella pensó que podría tratarse de fiebre del heno, ya que no había presentado síntomas más fuertes. Sin embargo, el padre de Jake, Adam, notó que el puente de su nariz estaba hinchado. Lo llevaron al hospital de Salisbury, donde una tomografía reveló una masa dentro del cráneo del tamaño de un huevo que provocaba los síntomas.

Jake recordó que en un viaje escolar sintió un extraño cambio de presión en la cabeza que causaba la congestión nasal. Posteriormente, fue trasladado al Hospital Universitario de Southampton, donde se le realizaron pruebas; pero debido a la ubicación de la masa, no pudieron extirparla. Recibió quimioterapia de emergencia y le diagnosticaron rabdomiosarcoma alveolar en estado 3, un tipo de cáncer poco común y agresivo que se propaga a los ganglios linfáticos.

Los especialistas le daban un 20 por ciento de probabilidad de sobrevivir. Una resonancia mostró resultados alentadores con el tumor reducido en un 90 por ciento. No obstante, otra exploración reveló que el cáncer se había extendido a la médula espinal y había líquido en el cerebro, provocándole una convulsión masiva. A pesar de esto, Jake se mantuvo fuerte para cumplir su sueño de viajar en un vehículo deportivo y ver a su hermana pescar un pez, lo cual le alegró el día.

Planeó su propio funeral y le indicó a su madre que deseaba que lo despidieran celebrando. Días después, su salud empeoró hasta perder la vida. El día de la ceremonia, Lynsey aseguró que festejaron con todos sus amigos para darle el último adiós. Indicó que se sienten orgullosos de saber que su hijo aceptó la situación. «Los médicos no pudieron hacer nada más», concluyó.