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Dolor y llanto en el sepelio de padre e hijo que murieron atrapados por una roca en Santa María de Jesús
Padre e hijo fueron sepultados en San Juan Sacatepéquez tras morir aplastados por una roca que se desprendió durante los recientes temblores en Santa María de Jesús.
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Decenas de vecinos, familiares y amigos dieron el último adiós este jueves 10 de julio a Teodoro Chil, de 53 años, y a su hijo, Frederich Chil, de 20, quienes murieron el martes reciente al quedar atrapados bajo una roca que se desprendió de un cerro a causa de los temblores en Santa María de Jesús, Sacatepéquez.
“Murieron trabajando”, dijo Eduardo, hijo de Teodoro, quien, en medio del llanto, aplausos, oraciones y el aroma de las flores, despidió a sus seres queridos en San Juan Sacatepéquez, de donde eran originarios.
Padre e hijo se dedicaban a la fabricación de muebles, un oficio que compartían y que los hacía inseparables.
Sus familiares los describen como hombres trabajadores, humildes y de corazón generoso. “Mi papá era incansable y tenía sus manos y su talento”, dijeron los hijos de Teodoro.
Ambos habían salido a trabajar como de costumbre, pero la tragedia los sorprendió a unos 40 kilómetros de su hogar.
Una roca de grandes dimensiones se desprendió a causa de un temblor cuando se dirigían sobre la ruta que conduce de Palín, Escuintla, a Santa María de Jesús. La piedra cayó sobre el vehículo en el que viajaban y les causó la muerte.
La recuperación de los cuerpos fue larga y compleja. Más de 50 personas, en su mayoría Bomberos Voluntarios, trabajaron durante casi 14 horas para lograrlo.
Para liberar a las víctimas, los socorristas debieron fragmentar la roca con ocho cargas de pólvora comprimida y utilizar equipo hidráulico especializado.
“No fue fácil, pero no íbamos a irnos sin ellos. No podíamos dejarlos ahí”, expresó Hans Lemus, vocero de los rescatistas.
Teodoro y Frederich fueron inhumados juntos en el cementerio municipal de San Juan Sacatepéquez, acompañados por una comunidad que los quiso y que hoy lamenta su partida.
Mientras el cortejo fúnebre avanzaba, el silencio del pueblo se rompía solo con oraciones y abrazos, en una despedida marcada por la tragedia, pero también por el amor de una familia que, aunque rota por el dolor, se aferra a los recuerdos.
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