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ZDEEP: de cuellos de botella a motores de inversión para Guatemala
El país avanza en la creación de condiciones para atraer multinacionales. Las zonas libres muestran cómo la cooperación público-privada puede transformar obstáculos en oportunidades.
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En las operaciones de una fábrica, una tienda, un importador, una empresa de logística o incluso en la economía de un país, siempre deben identificarse los cuellos de botella. Muchas veces, un solo embudo puede impedir que un negocio sea rentable y exitoso.
En el caso de Guatemala, esta podría ser la razón por la cual no logramos atraer a grandes empresas multinacionales industriales que podrían dinamizar nuestra economía, convertirnos en una potencia exportadora y, sobre todo, sacar a millones de guatemaltecos de la pobreza y la informalidad.
La oportunidad global
En Guatemala hablamos constantemente de los retos que debemos superar para atraer más inversión extranjera directa (IED). Sabemos que la infraestructura vial necesita mejorar, que nuestros puertos y aeropuertos deben modernizarse, que debemos seguir formando más mano de obra calificada y aprovechar mejor nuestro potencial en energías renovables. También es evidente que necesitamos agilizar y simplificar los trámites mediante ventanillas únicas. Son aspectos que ya se discuten y sobre los cuales comienzan a surgir soluciones tanto desde el sector público, con proyectos como la ampliación de Puerto Quetzal, como desde el sector privado, con carreteras como VAS y Xochi.
Sin embargo, todavía falta dar el salto de la conversación a la acción, de manera más decidida, para aprovechar plenamente las oportunidades globales. Y no hablamos de oportunidades pequeñas: desde el 2021, las condiciones internacionales han sido casi perfectas para Guatemala. Con cadenas logísticas fracturadas en Asia y Europa, una guerra comercial abierta entre Estados Unidos y Asia, un conflicto en Europa y una creciente demanda mundial de energías renovables, nuestro país debería colocarse como una opción ideal para resolver muchos de los dolores de cabeza logísticos y productivos del mundo.
A eso sumemos nuestras ventajas: moneda estable, macroeconomía ejemplar, ubicación estratégica con puertos en el Atlántico y el Pacífico, una población joven y una democracia que, con sus defectos, se mantiene estable y funcional.
Con este panorama, Guatemala debería ser candidata natural para atraer más multinacionales. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿por qué no vienen más? La respuesta es sencilla, pero dura. Como cualquier empresa seria, las multinacionales y sus proveedores realizan estudios extensos y meticulosos. Investigan la macroeconomía, la educación, la certeza jurídica, la infraestructura, los costos de energía y vivienda, el salario mínimo, la estabilidad política, los tiempos de instalación y los incentivos que ofrece el gobierno local. No evalúan un solo país, evalúan muchos. Y luego comparan cada detalle en extensos cuadros de Excel que pasan por comités internos y rondas de análisis, hasta tomar una decisión. Ese proceso puede durar años.
Entre el inicio de la evaluación y la decisión final pueden ocurrir elecciones, crisis geopolíticas o cambios en alguno de los miles de indicadores que monitorean. Guatemala compite bien en varios rubros, pero apenas empezamos a estructurar una estrategia de atracción de inversión, mientras que otros países llevan 20 o 30 años haciéndolo de forma constante. Eso nos pone en desventaja, aunque muchos de nuestros vecinos quisieran tener todas las virtudes que mencioné de nuestro país.
El camino por recorrer
En este contexto, los desarrolladores de las Zonas de Desarrollo Económico Especial Públicas (ZDEEP) y de la Zona Libre de Industria y Comercio de Santo Tomás de Castilla (Zolic) hemos asumido un rol clave. Entre ambas figuras, hoy existen más de cinco millones de metros cuadrados de espacio industrial disponible, con más proyectos en camino. Hace apenas unos años, la falta de infraestructura adecuada para albergar empresas era uno de los cuellos de botella de Guatemala. También lo era la necesidad de contar con un régimen competitivo de incentivos aduaneros y fiscales que pudiera rivalizar con otros países. Esos obstáculos ya se resolvieron gracias a la labor conjunta de Zolic, la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) y las ZDEEP, que han trabajado hombro a hombro para crear las condiciones necesarias.
Desde luego, aún quedan complicaciones. Todavía trabajamos en mejorar la compraventa entre usuarios para crear clústeres industriales, en agilizar los tiempos para la incorporación de nuevos usuarios y en reducir las fricciones burocráticas que retrasan la instalación de empresas, entre otros retos. Pero aquí hay un punto esencial: estamos identificando y resolviendo cuellos de botella específicos dentro de la operación de las zonas libres, y eso beneficia a todo el país.
Los avances que ya se observan no son casualidad. Las tres ZDEEP que hoy están en operación y abiertas a clientes —Puerta del Istmo, Michatoya Pacífico y Zona Libre Quetzal— han logrado atraer empresas y descentralizar la economía. Entre ellas, ya generan más de 5,000 empleos directos e indirectos, tanto de emprendimientos nacionales como de compañías internacionales, que van desde Japón hasta Costa Rica.
Alianza para sumar
Este progreso no se explica únicamente por la iniciativa de los desarrolladores privados. Se ha construido gracias a una alianza genuina entre ZDEEP, SAT y Zolic. Esta es, en mi opinión, la alianza público-privada por excelencia. Si no hay cooperación constante, las posibilidades de que Guatemala atraiga nueva IED disminuyen. A eso se suman los esfuerzos del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Economía —a través de Pronacom y ProGuatemala— y la agencia Invest Guatemala. Con ello, empezamos a formar un equipo formidable.
Las empresas que ya operan en ZDEEP han logrado ahorrar tiempos logísticos, mejorar su flujo de efectivo, reducir sus costos sustancialmente y, por ende, competir regionalmente. En Zona Libre Quetzal nos han visitado empresas de todos los continentes e industrias que antes no sabían ni dónde quedaba Guatemala.
Las empresas regresan, nos toman en cuenta y los directores nos visitan. Puede que algunas se vayan con un vecino, pero ya estamos en la conversación. La voz de Guatemala empieza a correr y, con el esfuerzo de todos, otros regresan y el ciclo se repite hasta que se logre. Estamos apenas empezando y no debemos desesperar: el esfuerzo debe ser constante. No será fácil, pero estos últimos años nos han demostrado que, con trabajo en conjunto, los cuellos de botella pueden transformarse en oportunidades.
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