Jefry fue al estadio El Trébol por un autógrafo y volvió a casa con la camisola de Bantes, su ídolo en Municipal

Jefry fue al estadio El Trébol por un autógrafo y volvió a casa con la camisola de Bantes, su ídolo en Municipal

El niño viajó desde Chuarrancho con un cartel en mano y, en su primera visita al estadio, fue a ver a Municipal para conocer de cerca a su ídolo y vivió un momento que no olvidará.

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30/09/2025 09:00
Fuente: Prensa Libre 

En Chuarrancho, municipio de Guatemala, vive un niño que, a sus 9 años, ya entiende de sacrificio, esfuerzo y sueños. Su nombre es Jefry Abdías Reyes Xuyá y cada día empieza más temprano que muchos de su edad. Trabaja tres horas en una carnicería del pueblo y, por las tardes, dedica su tiempo a formarse académicamente.

Entre risas y con el don de la responsabilidad, Jefry ahorra con paciencia el fruto de su trabajo. No es un simple ahorro: es la semilla de un sueño que germinó en su corazón desde hace mucho.

Ese sueño tiene nombre y camisola: Jefry Bantes, delantero número 11 de Municipal, mundialista sub-20 con la Selección de Guatemala y, para miles, un futbolista más; pero para el pequeño Abdías, es un héroe, un ejemplo y el motivo de muchas ilusiones.

Cada vez que encendía la televisión para ver a los rojos y lo veía ingresar como titular o desde el banquillo, la emoción lo invadía. Cuando el balón cruzaba la red tras un gol suyo, el niño no podía contener un grito de alegría que resonaba en su humilde hogar de Chuarrancho.

En silencio y con disciplina, comenzó a ahorrar para cumplir el deseo de su corazón: pisar por primera vez el estadio El Trébol y ver a Bantes jugar en vivo.

El día esperado

Ese momento llegó el pasado sábado 27 de septiembre, cuando Municipal recibió a Deportivo Achuapa. Con el fruto de su esfuerzo en la carnicería, Jefry compró su boleto y emprendió el viaje a la capital. La emoción lo acompañó desde la salida: llevaba puesta su camisola roja, regalo de su tía, y la portaba como si fuera una armadura. En sus manos sostenía un cartel amarillo, escrito con letras grandes y torcidas, propias de un niño: “Jeffry Bantes, firma mi camisola”.

El estadio era un mundo nuevo para él. El bullicio de la afición, los tambores, las banderas y los cantos —que nunca había escuchado en persona— lo envolvieron en un ambiente mágico. Se acomodó en el graderío, apretando el cartel contra el pecho, con la esperanza de que su voz se uniera al aliento de los miles que apoyaban a los rojos.

Un encuentro inolvidable

Ese día, Municipal no falló: goleó 3-0 a Deportivo Achuapa y el estadio El Trébol vibró de alegría. Pero para Jefry, la verdadera victoria llegó después. Tras el pitazo final, su cartel amarillo logró llamar la atención de su ídolo. Bantes lo vio, se detuvo y caminó hacia él.

El corazón del niño latía con fuerza. Esperaba una firma en su camisola, pero lo que ocurrió superó sus expectativas: Bantes, conmovido por el gesto del pequeño y su evidente admiración, no solo le firmó la camiseta, sino que le entregó la suya, la que usó durante el partido.

Más que futbol

El mundo se detuvo. Jefry abrazó esa camisola como si fuera un trofeo de vida. Su sonrisa iluminó la grada y sus ojos brillaban de felicidad. No podía creerlo: vivía un momento que atesoraría para siempre. El futbolista, por su parte, no ocultó la emoción: aquel niño le regaló algo más valioso que un aplauso; le mostró la pureza del amor por el deporte.

Al regresar a Chuarrancho, Jefry mostró con orgullo su tesoro. En el mercado, entre vecinos y amigos, enseñaba la camiseta como quien exhibe su logro más grande. No era solo una prenda: era el símbolo de un sueño cumplido, la prueba de que su esfuerzo, sus madrugones en la carnicería y su fe habían valido la pena.

Ese sábado quedó grabado en su memoria como el día en que el fútbol dejó de ser un juego lejano en la televisión para convertirse en una experiencia real, cercana y profundamente humana. Porque el futbol también se juega fuera de la cancha: en los gestos que tocan corazones y en las historias que inspiran.

Para Jefry Abdías, la vida continúa entre estudios y trabajo, pero ahora con la certeza de que los sueños, por más imposibles que parezcan, pueden cumplirse. Y para Jefry Bantes, aquel instante será siempre un recordatorio de que los goles más importantes no siempre se marcan dentro del campo: también se anotan en el alma de un niño que creyó en él.