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Vivir con la verdad no siempre será aplaudido
La verdad cuando se plantea, a muchos incomoda, pero no por ello se debe disculpar
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“La verdad es una antorcha que luce entre la neblina, sin disiparla”. Claude Adrien Helvetius
Vivimos en una sociedad en la cual se piensa primeramente en el cómo nos vemos. Por ello estamos dedicando una buena cantidad de tiempo a nuestra apariencia, lo cual no es un error, porque es importante nuestra presentación, teniendo en mente a dónde vamos y con quiénes nos habremos de encontrar.
Pero sería muy extraño si nuestro modo de ser no es congruente con la apariencia.
Del mismo modo, lo que decimos y lo que demostramos debe de estar estructurado en la verdad, la cual en todo tiempo y en todo lugar habrá de ser la misma y no necesitará de mayores argumentos para poder persuadir.
Pero, en el caso contrario cuando se dice algo que no es verdadero se deberá recordar muy bien para poder mantener el mismo perfil y comunicar el mismo mensaje, lo cual no solo es algo desgastante, sino que cuando se descubre, sin lugar a dudas, es humillante y engorroso.
Se entiende y es comprensivo el hecho que queramos siempre decir y vivir con la verdad.
Esto habrá de incomodar a muchos, lo cual no debería en ningún momento confrontarnos a nosotros, pero seguramente tener la debida gracia y el suficiente tino para saber cómo decir las cosas para que en ningún momento sean estas ofensivas y mucho menos humillando al prójimo por la verdad que hemos expresado.
La verdad, por su característica y naturaleza, en ningún momento necesitaría mayores explicaciones.
En muchos de los casos, cuando planteamos una verdad, en el momento es posible que se estarán incomodando algunos, pero al pasar el tiempo no sería extraño que nos lo estén agradeciendo porque les ayudó y pudieron corregir la situación en la que estaban pasando.
Por ejemplo, si en el trabajo por algún descuido no estoy cumpliendo con lo que se ha dicho y alguien, con la debida discreción me lo recuerda, me está haciendo un favor para que no pase a más y me tengan que llamar la atención. Sin duda dentro de toda la incomodidad es mi deber agradecer a la persona que me hizo la observación.
Se admira a las personas que, teniendo la madurez necesaria, saben acercarse a uno y con el debido cuidado le hacen alguna observación para que se pueda corregir algo que no se ha hecho de la manera correcta.
Cuando sabemos escuchar y aceptar lo que se nos dice, hay evidencia de mayor compañerismo y una sana interdependencia porque no nos aislamos en lo que es nuestro, sino sabemos vivir y también convivir para ir mejorando y progresando en lo que nos toca hacer con la ayuda de los que nos rodean.
Cuantos hemos sido víctima de mentiras piadosas las cuales nos expresan de algún modo aprobación, pero en la realidad no queriendo ofendernos nos están haciendo mayor daño, porque no nos dan la oportunidad de poder corregir algo y de ese modo mejorar nuestro modo de ser o de hacer algo para avanzar en la vida y alcanzar una superación que dignifica.
Todos nosotros somos producto de la ayuda y el consejo de alguien que se tomó el tiempo de hacernos alguna observación que llegó a hacer la diferencia para que nos permitiera estar donde estamos ahora.
Por lo mismo, cada uno seamos aliados del prójimo, siendo veraces y corteses y buscando el bien de ellos si hablamos la verdad con bondad. Si nos proponemos este modo de vida, la convivencia no solo será más saludable, sino más apreciada y gratificante.