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“La niña del Día de Finados”: La leyenda sobre la dama que cautiva con su belleza y su mirada misteriosa
Esta leyenda cobra vida cada noviembre, cuando recordamos a las almas que han trascendido el plano terrenal.
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La tradición oral de Guatemala acoge distintas leyendas que han pasado de generación en generación y forman parte de nuestra identidad cultural. Entre ellas destaca la de La niña del Día de Finados, un relato que cobra vida cada 1 y 2 de noviembre durante las festividades dedicadas a honrar a nuestros seres queridos que ya partieron.
Óscar Cano, director de Recorrido de Leyendas y El Duende del Ático, explica que esta leyenda se asocia con la tradición del Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos.
Cano señala que este relato oral se originó en el siglo XIX, cuando en la ciudad de Guatemala comenzaron a construirse capillas dedicadas a las ánimas benditas. A partir de entonces surgió también la costumbre de rezar por estas almas a las ocho de la noche, una práctica que dio pie a numerosas historias y leyendas en torno a ellas.
En la versión de esta leyenda recopilada por el historiador Celso Lara, se cuenta que a inicios de noviembre suele aparecer la figura de una mujer de aspecto frágil y misterioso, vestida completamente de negro, frente a la puerta principal de la iglesia de San Sebastián. A continuación, compartimos esta historia según el relato de Lara.
La niña del Día de Finados
La historia ocurrió en la ciudad de Guatemala a finales del siglo XIX. Francisco Velásquez, estudiante de notariado en la Escuela de Derecho, vivía con su abuela materna, doña Ana. Una mañana de febrero, como de costumbre, salió rumbo a sus clases.
Caminando por la Calle del Cerro hacia el barrio de San Sebastián, decidió avanzar unas cuadras más de lo habitual. Le gustaba pasar cerca del templo y la alameda; aquel lugar le transmitía una calma especial.
Al cruzar las pesadas puertas de la alameda, vio venir a una mujer en dirección contraria. Era de una belleza singular, con un aire frágil y misterioso. Sus ojos, profundos y angustiados, lo miraron apenas un instante antes de que desapareciera en la penumbra del templo. Francisco pensó en regresar para verla de nuevo, pero la prisa por llegar a clases lo detuvo. Sin embargo, durante toda la mañana no pudo sacarla de su mente.
Desde ese día, Francisco volvió a la puerta principal de la alameda a la misma hora con la esperanza de encontrarla de nuevo. Así fue: la misteriosa dama pasaba cada tarde, vestida de negro, camino a misa. Ella no parecía notar su presencia, pero él vivía solo para verla cruzar.
Intrigado, empezó a preguntar por ella entre sus compañeros, pero nadie sabía quién era. Tiempo después, volvió a encontrarla una noche en la función inaugural de la ópera Carmen en el Teatro Colón. Brillaba más que las luces del teatro: su vestido negro estaba cubierto de lentejuelas que resaltaban su hermosura. Francisco quiso seguirla, pero la multitud se lo impidió. No volvió a verla nuevamente sino hasta meses después, en octubre.
El Día de los Fieles Difuntos, Francisco acompañó a su abuela a la Catedral para vender coronas de ciprés. De pronto, entre la gente que entraba y salía por una puerta lateral, apareció ella: la dama de negro. Se acercó al puesto y pidió la última corona. Francisco, nervioso, se la ofreció y rehusó cobrarle. Ella le sonrió agradecida y le dijo:
—Quiero que me visite el próximo jueves. Tome esta cadena para que no olvide ir a verme. Aquí está mi dirección.
Le entregó entonces una fina cadena dorada con un Cristo agonizante y un pequeño papel donde estaba escrito su nombre: Mercedes Aragón.
El día acordado, Francisco fue a buscarla. Pero quien abrió la puerta fue una anciana. Al mencionar a Mercedes y mostrar la cadena, la mujer rompió en llanto.
—Ella era mi hija Mercedes —dijo con voz temblorosa—. Murió hace un año.
Francisco quedó paralizado. La anciana continuó:
—Lo único que se llevó a la eternidad fue esa cadena de oro que ahora usted tiene en las manos. La sepultamos con su color preferido, el negro.

Curiosidades sobre esta leyenda
Cano puntualiza que la historia está ligada con la tradición del 1 y 2 de noviembre. Añade que, durante el siglo XIX, se comentaba que una muchacha era vista en el atrio y en los alrededores de la iglesia de San Sebastián, anécdota que da vida a esta leyenda guatemalteca.
Según Cano, cuenta la leyenda que este personaje se caracteriza por pedir un favor: pide que la lleven a un lugar, que lleve flores a cierta dirección.
“Las personas buscan la dirección y resulta que es una de las calles del Cementerio General de Guatemala” indica. Cano añade que uno de los elementos interesantes de este relato es que dicho camposanto es casi un reflejo de cómo se trazó la nueva Guatemala de la Asunción, un plano ajedrezado que también se observa en las calles y avenidas de la ciudad.
Sin embargo, es importante diferenciar esta leyenda con la de La visitante de los sietes sagrarios, ya que esta corresponde a la forma antigua de relatar la historia, indica Cano.
En el caso de La visitante de los siete sagrarios, este personaje se aparece durante Semana Santa y se trata de la dama que solicita a un taxista que la lleve a visitar los sagrarios y al terminar la vuelta, le pide que la lleve al punto donde la recogió y es el mismo cementerio. “Entonces ella le da una cadena al regresar porque le dice que no tiene dinero para pagarle y que al día siguiente vaya en búsqueda de esa prenda”, dice Cano.
El elemento diferenciador entre ambas leyendas radica en que la mujer del relato de Héctor Gaitán (La visitante de los siete sagrarios) había muerto nueve días antes y estaban terminando de rezar su novena. Además, se cuenta también que el taxista se volvió loco, según lo que narra Gaitán.
Entretanto, ambos relatos tienen algo en común: narran la historia de dos ánimas en pena que dan una prenda a una persona, pero se trata de narraciones diferentes.
Tradiciones de noviembre en Guatemala
De acuerdo con el historiador Fernando Urquizú, la conmemoración del 1 de noviembre aguarda una serie de creencias populares que evocan las apariciones de personas que han fallecido.
El profesional comenta que, durante dicha conmemoración, algunas personas suelen relatar sus experiencias al observar la efigie de sus seres queridos difuntos. Asimismo, esto se relaciona con la tradición de comer en los camposantos porque algunas personas sostienen la creencia que van a compartir con los difuntos como lo hubiesen hecho en vida, práctica especialmente popular en algunos puntos de Sacatepéquez, indica Urquizú.
Este tipo de cosmovisiones dan fuerza a relatos como la de La niña del Día de los Finados, ya que fortalece la creencia popular asociada con las ánimas en pena. Por esta razón, este tipo de relatos orales continúan vigentes en nuestro país, siendo parte de la riqueza cultural que acompaña las distintas tradiciones de Guatemala.