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Calificación Fitch es positiva pero mejorable
La gran meta del Estado guatemalteco debería ser llegar a grados superiores a través de la mejora en la ejecución eficiente de recursos del Estado.
Una analogía: cuando un estudiante gana con un promedio de 60 o 61 puntos, es probable que le den por “aprobado” el año, pero no se le considerará destacado ni sobresaliente, ni tampoco estará en el cuadro de honor. En ciertos planteles de alta exigencia quizá le validen el estatus de “promovido”, pero no podrá continuar estudiando el siguiente año allí, pues exigen ganar con 70 o 75 puntos. En un plano económico de competitividad global, las evaluaciones de calificadoras internacionales de riesgo para cada país constituyen un recurso técnico, apolítico y de referencia para tener acceso a financiamiento externo con mejores condiciones de plazos, tasas e incluso incentivos; también brindan claves para efectuar inversiones o adquirir bonos del Estado.
La calificadora de riesgo Fitch anunció ayer que otorgó a Guatemala una calificación BB, la cual permite tener una referencia crediticia internacional relativamente aceptable, pero que aún no es la nota óptima. Es una mejora, porque estábamos en BB-, pero falta llegar a la BB+ y después la BBB, y ese debería ser un objetivo de nación.
Prosiguiendo la analogía, podría decirse que este BB sería como un 61 o 65, pero que entraña una connotación de vulnerabilidad, un tropezón en exámenes o tareas podría hacer caer la nota del año. Claro, esto no es un salón de clases, sino una apreciación de las perspectivas de la economía guatemalteca con muchas implicaciones. Desde hace dos décadas, el país se ha mantenido en el rango de las BB, y en varios años con el signo menos. Cabe aclarar que las categorías de calificación Fitch tienen su grado más alto en AAA; después, vienen las A dobles: AA+, AA y AA-, las cuales marcan un bajo riesgo de incumplimiento de compromisos financieros, pues se percibe fuerte capacidad de pago.
A continuación, viene el rango BBB o triple B, que indica una calidad crediticia buena, capacidad de pago “adecuada” —según califica el glosario de Fitch—; sin embargo, las condiciones de negocios y ciertos factores adversos pudieran deteriorarla. Debajo de esta se encuentran las ya mencionadas calificaciones BB+, BB y BB- que, aunque “permiten pasar de año”, distan de ser óptimas, porque la evaluación de la calificadora encontró marcadas vulnerabilidades que pueden devenir en complicaciones; por ejemplo, cambios de las dinámicas internacionales o de las condiciones económicas. Es cierto, reflejan cierta flexibilidad y dinamismo de negocios, así como una relativa estabilidad financiera, que permite algún margen de maniobra. Guatemala es una BB.
Para abajo están las C, con similar lógica de dobles y triples: países en crecientes grados de crisis, altas o declaradas posibilidades de incumplimiento a causa de un endeudamiento desmesurado, productividad insuficiente, destrucción de sistemas comerciales, perspectivas comprometidas, lo cual los hace poco fiables a la hora de otorgar créditos o financiamientos. Estas son economías en ceses de pagos o en períodos de gracia para retomar sus adeudos.
La gran meta del Estado guatemalteco debería ser llegar a grados superiores a través de la mejora en la ejecución eficiente de recursos del Estado en inversión pública productiva, estimular la competitividad y la atracción de inversiones novedosas, a la vez que potenciar el desarrollo regional. El endeudamiento no se debería usar más para financiar burocracia y mucho menos para saqueos de obras incumplidas, como ocurrió con el impune caso Odebrecht, por mencionar uno de tantos. Es tiempo de aprovechar la BB para que sea escalón de una estrategia de crecimiento integral.