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Volver al futuro
Es obvio que muchas de las perspectivas ideales de futuro trazadas hace tres décadas no se han concretado.
Si a través de un hipotético agujero de gusano originado desde este 2025 se pudiera enviar un mensaje a la Guatemala del 2000. ¿Qué debería decir? Posiblemente estaría cargado de advertencias, previsiones y datos sobre una historia de fiascos, escándalos y decepciones en sucesivos gobiernos, legislaturas y cortes. Quizá avisaría sobre la cruda realidad de rezagos en el desarrollo educativo, nutricional, las deficiencias en el sistema de salud o el desastre de infraestructura vial que lastran al país. O tal vez señalaría la necesidad de atajar la polarización inducida, frenar la llegada de fantoches y déspotas a cargos públicos o bloquear la infiltración de redes y dineros sucios en instituciones y procesos.
Cada lector, sobre todo si es mayor de 40 años, puede formular ese mensaje intertemporal de ciencia ficción. Y, sin embargo, tal sector de población puede ser emisario de una advertencia más contundente: el devenir histórico escrito, registrado y padecido, pues como dijo el filósofo español George Santayana en el siglo XIX: “Quienes no pueden recordar la historia están condenados a repetirla”.
Nuestra edición de este domingo abre un ciclo de publicaciones con retrospectivas analíticas sobre los primeros 25 años del siglo XXI y los cambios, desafíos, transformaciones o rezagos en diversas áreas de la vida nacional e internacional: tecnología, institucionalidad, sociedad, geopolítica, migración, economía, desarrollo humano y otras grandes áreas. La vertiginosa transformación tecnológica de este cuarto de siglo es el tema de hoy. En un mundo interconectado, Guatemala es tierra de paradojas casi distópicas.
En estos 25 años no solo se centuplicó el alcance del internet, sino se convirtió en un puente de información e intercambio cultural global; no solo surgieron los smartphones, sino se convirtieron en la vasta mayoría como vía de conectividad para miles de millones de personas; no solo surgieron las redes sociales, sino se transformaron en un masivo foro de libre expresión individual, grupal y comunitaria de todo tipo de contenidos. Sin embargo, en tiempos de la inteligencia artificial, el cultivo de la más importante inteligencia, la de la niñez y juventud, arrastra en Guatemala enormes atrasos.
En plena era digital aún hay muchas escuelas sin electricidad y miles de ellas sin conectividad, a pesar de existir recursos tecnológicos que podrían potenciar ese talento o ampliar el alcance, profundidad y variedad de conocimientos, incluyendo idiomas, transformación digital, cultivo de habilidades blandas, trabajo en equipo, educación ambiental y construcción de actitudes comunitarias proactivas. Eso está pendiente y debería ser priorizado de cara a los siguientes 25 años.
La propuesta de la serie Cuarto de siglo reúne voces de expertos y protagonistas en múltiples áreas para presentar su evolución y escenario actual, así como los potenciales y necesidades de Guatemala. Se intenta ofrecer, por tanto, una visión propositiva y un reconocimiento a los avances y logros. Es obvio que muchas de las perspectivas ideales de futuro trazadas hace tres décadas no se han concretado. Incluso en ciertos aspectos parece haber retrocesos, sobre todo en cuanto a la institucionalidad de las naciones y el estado de Derecho. Pero es esa conciencia de los errores y horrores del pasado lo que puede reorientar el porvenir.